La niña tocando la zambomba

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“Yo quisiera en suma que mi imagen, móvil,
sometida al traqueteo de mil  fotos cambiantes,
a  merced de  las situaciones, de las edades,
coincida  siempre con mi yo profundo”

Roland Barthes
(Francia 1915/1980)

La  imagen de “La niña tocando la zambomba” pertenece al maestro retratista  Martín Santos Yubero, español que nació en 1903 y falleció en 1994, reconocido como una celebridad del foto-reportaje en toda Europa.  En ella capta la gracia, la inocencia, la alegría vital de una niña en plena navidad ibérica, con sus medias de lana, su abrigo de vellón, ejecutando eso que para los zulianos sería un furro.

Pero el lente de Santos revela que es una niña tocando zambomba, cargada  en una mañana madrileña. Contemplo la foto con reposo, la examino entre recuerdos y se me asemeja mi nieta Paola Torres Montiel que vive en Monterrey con sus padres Nairuma y Carlos, sus hermanitos Virginia Elizabeth y Carlo Magno. Allí entre reminiscencias, ellos suelen cantar gaitas.

Esa fotografía  de Santos Yubero también me recuerda el origen de nuestro furro, icono de nuestra forma musical más zuliana, la gaita, y descendiente directo de esa zambomba que vemos en las manos de la hermosa españolita. El furro es un instrumento de percusión, producto del mestizaje en el mediterráneo, del cruce de africanos y celtas en territorio de Algeciras y la costa catalana.

En la foto la niña lo toca de lado, como la hacíancon nuestro furro los aguinalderos, la misma posición que adoptaban Jesús “Bocachico” Petit y Elías Oviedo cuando tocaban sus tamboreras con el Gran Coquivacoa, cantando Nelson Martínez en Cabimas.  Ellos se levantaban de sus sillas, se terciaban el furro bajo el brazo y bailaban al compás de la gaita negra, de la tamborera, durante la década de los setenta.

Al igual que los viejos gaiteros marabinos, los zambomberos ejecutaban su instrumento de percusión de sonido no determinado con cánticos octosílabos, los  últimos meses del año. Más que enriquecer musicalmente las piezas al ser ejecutada, la zambomba era un símbolo de alegría, de fiesta, de participación colectiva en la navidad de la España morisca, en los cármenes de Granada con cantes  melismáticos interminables, en tardes de vino tinto.

La zambra es la fiesta antigua morisca, y también su baile árabe; y el  zambo es un vocablo que aparece hacia mitad del siglo XVII y significa cambeto o de piernas torcidas. Por allí está la raíz etimológica de la zambomba según el maestro Joan Corominas, autor del “Diccionario etimológico  de la lengua castellana” (1961).

Algunos etnomusicólogos creen que la  zambomba nació en Jerez de la Frontera. Allí se registran las  primeras zambombitas  diseñadas  con cilindros de barro. Luego apareció la de madera de pino, siempre con un solo parche de piel de cabra o carnero y la verada en el centro de la membrana, generalmente adornada con pequeñas ínfulas multicolores en su extremo libre.

Joan  Corominas además nos dice que la palabra gaita aparece en el siglo XII, proveniente del gótico (alemán antiguo) “gaits” que significa  piel de cabra.  En nuestro caso zuliano, el furro es un membranófono hecho con cuero de cabra, que se ponía al sol para que se tensara.

Atesoremos esta bella imagen de Martín Santos Yubero con su niña tocando la zambomba porque sin duda tiene relación con la génesis de nuestra gaita zuliana, conservémosla como una postal de navidad para el niño hispanoamericano que todos tenemos en nuestra génesis, en el origen de continente amerindio.

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