Ricardo Aguirre y su cuatro en la ventana

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“Genio es el que tiene la facultad de crear
un nuevo pedazo de universo”
José Ortega y Gasset
(España, 1883-1955)

El próximo 8 de noviembre se cumplirán 42 años de la súbita y prematura muerte del maestro-gaitero Ricardo Aguirre. La muerte lo sorprendió en las sinuosas calles del sector Veritas, en la lluviosa mañana del 8 de noviembre de 1969. Sus ojos miopes, la fatiga por el exceso de bohemia y la poca luminosidad de la hora (6:00am aproximadamente) se confabularon para truncar su vida de apenas 30 años.

A Ricardo le tocó transitar la ruta de la fama, del reconocimiento por el universo artístico que creó, de forma violenta, con una temprana despedida de su paso vital. Igual destino tuvieron otros cantores hispanoamericanos, como el tenor español Nino Bravo, que sólo logró vivir 28 años y también pereció en accidente automovilístico cuando viajaba de su natal Valencia a Madrid. Un desenlace semejante tuvo nuestro cantor Alí Primera, quien murió el 16 de febrero de 1985 a los 42 años de edad en una autopista caraqueña. A Carlos Gardel la muerte le tendió su emboscada en Medellín a los 45 años de edad, en plena cúspide de su éxito.

Al bolerista de América, Felipe Pirela, el destino le montó su celada en las calles sureñas de San Juan, Puerto Rico, cuando apenas alcanzaba los 32 años de edad; las balas de timadores lo aniquilaron sin piedad en la madrugada del 2 de julio de 1972. El ídolo mexicano Pedro Infante sólo tenía 39 años cuando se desplomó el avión B-24 Liberator que copilotaba en Yucatán, convirtiéndolo en un mito imperecedero. Por siempre Infante será la voz más popular y más querida del territorio azteca.

Al recordar a Ricardo Aguirre, pienso en su temprana vocación por la enseñanza, ese llamado de vida que lo llevó a educarse en Rubio, Estado Táchira. Egresó a los 19 años de edad de la Escuela Normal “Gervasio Rubio”, en el año 1958. Pienso en su manifiesto amor por la radiodifusión, por la radio densa, con poemas, biografías, comentarios inteligentes, acompañados de su persuasiva voz, con su timbre de tenor abaritonado. Realizó su trabajó como radiodifusor en la emisora La Voz de la Fe 580AM, en el año 1962.

Ricardo nació cerca de la avenida El Milagro, en las riveras del modesto puente O´Leary, el 9 de mayo del 39, en una ciudad que no terminaba de llorar la muerte del “Morocho del Abasto” Carlos Gardel, el zorzal austral que cuatro años antes, en mayo de 1935, había venido a Maracaibo para cortejarla con sus tangos y su alto carisma. Eso explica el amor que tenía Aguirre y los cantantes de su generación por la trova porteña, así como su atinado apresto para interpretarla. Por esas década de los treinta y cuarenta el tango mandaba en las incipientes emisoras venezolanas.

Debemos reconocer que Ricardo logró hacerse de un nombre respetado como artista, con sólo ocho años de carrera profesional. Estuvo en la génesis de la divisa Cardenales del Éxito en 1962, fue vocalista líder del Conjunto Saladillo en los años 1967 y 1968, y en sólo siete temporadas gaiteras logró sembrar en el gusto popular más de veinte gaitas que ahora se consideran, con justicia, piezas clásicas e imperecederas. Su interpretación era solemne, sin gritos ni “ayayais”, afinado a toda prueba, con una gran voz registrada en los disco de larga duración de vinilo donde participó. A pesar de grabar en los estudios de “Grabenca” en los Haticos, y en “Sonográfica” cerca de la calle Falcón, con equipos elementales, “flats” o planos en sus registros, precarios, sin cajas de ecos ni afinadores electrónicos, su voz era imponente.

Sus primeras gaitas las grabó con un sólo micrófono, todo el conjunto al mismo tiempo, acústico, marcando las distancias entre los instrumentos y el micrófono en el piso del estudio con tiza o teipe, como una rayuela, así se realizaba la pre-ecualización. Sin embargo sus interpretaciones no tienen enmienda.

Ricardo le cantó a todo, su voz rindió homenaje a las madres:

“Mi madre es la inspiración
es la joya más preciosa,
es la estrella esplendorosa
que alumbra mi corazón…”

(Colina,1964)

Sus gaitas fueron alabanzas a la Virgen Chiquinquirá:

“Lavando una viejecita
a orillas de nuestro lago,
ella tuvo un gran hallazgo
pues se encontró una tablita,
terminada la faena a su casa la llevó
la tinajita tapó pa’ salvarla de la arena…”

(Mavárez y Bracho, 1966)

Su voz se alzó en protesta ante el mismísimo Santo Padre de Roma:

“Cómo es posible que el Papa le quite la santidad,
a quien esta sociedad, con tanta fe ha venerado,
y sin patrona ha dejado, parroquias de la ciudad…”

(Viloria,1969)

Defendió y reivindicó con sus letras a su ciudad natal;

“Maracaibo marginada y sin un real,
¿qué más te puede pasar,
que ya no te haya pasado?”

(Aguirre, 1969)

Defendió la soberanía territorial venezolana:

“Mientras Venezuela viva y nos galope en el pecho
la sangre del corazón por la Guayana Esequiba,
con razón y por derecho pertenece a la nación”

(Reyes y Govea, 1965)

Fue alma de la parranda, voz de la alegría:

“Soy gaitero por herencia
porque mamá fue gaitera,
mi papá fue de primera
cantando era una eminencia”

(Romero, 1969)

Con su cantar politemático se convirtió en un vaso comunicante entre el pueblo y los centros de poder. Fue un vocero del sentir de las comunidades a través de sus gaitas. Ahora comparto con ustedes esta reflexión: ¿Qué hubiese pasado si cuando decretaron tumbar el barrio El Saladillo, en 1970, Ricardo Aguirre hubiese estado vivo? ¿Hubiese hecho silencio como muchos compositores y cantores? Yo me atrevo a afirmar que él hubiese encarnado la resistencia cultural ante el atentado a la huella arquitectónica de la ciudad. ¿Qué opinan ustedes?

En este noviembre crucial, rindamos tributo a su memoria, a su legado. Celebremos que su obra sigue vigente, que ese universo musical aguirreño está latente. Prueba de ello es que los disqueros del país reconocen que el CD antológico con sus gaitas vende cada año miles de copias, y en estos tiempos eso equivale a una hazaña, a un auténtico y meritorio record. Sus gaitas están en el repertorio de los conjuntos estudiantiles, de las barriadas y son de obligatoria ejecución en los shows de los conjuntos profesionales, además, son invitadas permanentes en los programas de gaitas en las emisoras del país. Gaitas como La Grey Zuliana (1968), La Pica Pica (1967), Reina Morena (1966) están vivas, suenan y aún emocionan al público gaitero.

A 42 años de la partida de “El Monumental”, como lo bautizó el Dr. Octavio Urdaneta, él nos anuncia “que la gaita no ha muerto, ni morirá” como bien lo dijo su fraterno amigo Pedro Colina. Su legado es germen inspirador para fortalecer nuestra zulianía, nuestra identidad cultural. Se impone la labor de propagar su obra en las escuelas, universidades, en los medios, a través de las TIC y atizar así el orgullo de ser herederos de su arte.

Renato Aguirre, su hermano menor, soñó que Ricardo le había dejado su cuatro debajo de su ventana, como en una carrera de relevos, para que él llevase ahora cual testigo, su mensaje gaitero. Hagamos nuestra esa invitación, para seguir sembrando la gaita, cuatro en mano, con la imagen de Ricardo en ristre y su voz como bandera de identidad.

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