Uno de los aspectos más perversos de la globalización, es el querer darle una misma cara musical a todo un mercado global sin respetar tradiciones, raíces culturales y los siglos que le ha costado a cada pueblo formar y forjar su folclor. De esta forma se pretende borrar las fronteras para los negocios, invadir mercados de potencias hegemónicas a economías maltrechas de países subdesarrollados; quedando en minusvalía los productores de esas naciones pequeñas. De igual forma la globalización nos impulsa a tener como primera y casi única opción culinaria las fast food: pizzas de goma, hamburguesas, las cancerígenas papas fritas y gaseosas repletas de azúcares refinados y colorantes. De allí, entre otras cosas, la epidemia de obesidad mórbida que azota a todo el continente; esta patología asociada a otros males como hipertensión y diabetes, entre otros.
El negocio para las potencias es redondo, cambia tu mojito, tu auyama, tus cebiches o carne en vara por nuestra sabrosa y adictiva porquería; sin ver lo dañino de este cambio de hábitos para nuestros pueblos; sin embargo, creo aún más inaceptable el pretender que todos cantemos con Jennifer López, bailemos Eminem y llenemos nuestras fiestas de música tecno hecha en serie por los “Rey Midas” de la producción musical en Kits, como salchichas aptas para todo público, dejando a un lado la música nuestra.
Léase el ejemplo de Quincy Jones o Emilio Estefan, quienes van levantando imperios discográficos desde el territorio norteamericano para invadir nuestras emisoras, canales de TV y vidas en general con cantantes latinos a quienes le quitan su identidad folclórica, colocándoles edulcorante sonoros, limándoles los colmillos para terminar convirtiéndolos en “El León Domado” de Horacio Quiroga, sin garras ni dientes.
Se trata de suavizar las formas pedestres, de hacer el mensaje más universal, deslastrarlo de todo lo parroquiano para que lo consuma el planeta. Así tenemos a un Carlos Vives con vallenatos Light que parece una butifarra desabrida calentada con microondas; pero paralelo a esta estrategia de mercado, nuestros artistas más genuinos siguen dando lo mejor de su néctar pueblerino, la esencia de su canto nacional. Así tenemos el ejemplo de: Compae Segundo en Cuba o de Milton Nascimento en Brasil, o de Cabas en Colombia o de nuestra Cecilia Todd o Huáscar Barradas; mejor aún, de nuestros gaiteros que siguen a la espera de esa conexión con escenarios internacionales para mostrarse como lo ha hecho “Chabuca la Grande” en su más genuina esencia, o los soneros de Buena Vista Social Club.
De hecho, tuvimos en el año 1989 un aldabonazo cuando los Cardenales del Éxito participaron en el Festival Internacional del Turismo en Madrid; donde obtuvieron el primer lugar. O quizás el irrefutable éxito de agrupaciones como Huracán de Fuego en España, o el éxito conseguido por Reinaldo Armas en Colombia, o el éxito referencia que en toda Latinoamérica representa el nombre de Simón Díaz y sus canciones cimarronas.
Podemos entonces afirmar que cada pueblo debe mostrar su música folclórica al resto del mundo en su plenitud sonora; sus formas autóctonas, para seguir conquistando otros espacios con sobrado éxito, como sucedió con el tango, el son cubano, el bolero ranchero, la cumbia y muchos otros.
En esa iridiscencia de culturas está la grandeza de la condición humana, lo hermoso de enfrentarse a un mundo sonoro desconocido y poder poco a poco permearlo, entenderlo, descifrar sus códigos artísticos.
Quizás una de las herramientas más versátiles para este fin sea la Internet; el poder de mostrar en el ciberespacio nuestra música. De hecho el Portal que inauguramos el pasado 08 de septiembre: www.saborgaitero.com, ha recibido casi 140.000 visitas del mundo entero; gente interesada en nuestra gaita, en oírla en MP3 y ver los rostros de nuestros intérpretes.
En concusión, tenemos que jerarquizar la cultura:
1. La Cultura Regional: para entender tu entorno, tu dimensión doméstica; saberte un ser raigal con familia musical.
2. La Cultura Nacional: para sentirte parte de un grupo particular que llamamos nación, con una presencia increscendo en los escenarios del mundo.
3. La Cultura Latinoamericana: porque seguimos siendo la raza cósmica, pueblos de un mismo origen pertenecientes a mixturas que nos toca a todos, unidos además por la lengua de Neruda, el Gabo, Miguel Otero Silva.
4. La Cultura Mundial: Poder disfrutar de los grandes clásicos del Jazz o de la música sinfónica. Entender que los grandes maestros europeos siguen sonando sus notas en todos los escenarios del planeta.
De esta forma seremos más auténticos, más importantes en nuestro aporte y no moriremos con una camisa musical prestada cuando baje el telón de nuestra historia.