WALT WHITMAN 200 AÑOS DESPUÉS

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– “Canto a mí mismo” es a la literatura estadounidense,
lo que “El Infierno” de Dante, a la italiana.-
Matthew Ward Miller, de la Universidad Yeshiva.

El hijo de un carpintero de ascendencia británica, y una mujer de raigambre
holandesa, que creció a las afueras de la ciudad de Nueva York en un universo
silvestre, había nacido el 31 de mayo de 1819 y fue bautizado con el sonoro
nombre de Walt Whitman. Fue uno de nueve hermanos de esa familia que
enfrentó las asperezas y estrecheces de la pobreza, la escasez y las privaciones.
En su juventud fue maestro de escuela en Long Island, luego experimentó como
técnico en una imprenta, hasta que en 1846 comenzó su carrera como periodista
en el diario Brooklyn Eagle. Esa labor llenó de sentido sus días, fue crítico de
óperas y arte en general, escribió ensayos inteligentes, defendió vehementemente
la democracia como un valor universal. Se opuso a los esclavistas del sur de los
Estados Unidos, los combatió con su verbo, con su pluma. Esa pulsión
unificadora, de supremo respeto al ser humano y su unicidad, lo llevó a realizar un
largo viaje al sur, llegó hasta Nueva Orleans la ciudad fundada por los negreros
franceses, la cuna del jazz. Allí laboró en un periódico por un corto período, hasta
que decidió regresar a su urbe idílica; Nueva York. En 1855 se publicó la primera
edición de su clásico “Hojas de hierba”, él mismo la financió con sus exiguos
ahorros, tan solo contenía 12 poemas, los que siguió modificando y reeditando en
muchas ocasiones, casi como una historia sin fin:

“Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos”.

Cuando comenzó la atroz Guerra Civil en 1861, llamada de Secesión, se alistó
como ayudante de enfermería, conoció de cerca la cara feroz e inhumana de la
guerra, sus hostilidades. Al finalizar ese tiempo bélico, de desgarramiento fratricida
entre el Norte y el Sur estadounidense, Whitman regresó a Nueva Jersey, al
condado de Camden, a orillas del río Delaware. Allí vio crecer su prestigio como poeta, su gran aporte a la lírica fue el verso libre, y su forma desprejuiciada de
abordar los temas fundamentales como: el amor, la existencia, la libertad y la
amistad.
Su poema más célebre es “Canto a mi mismo”, original de 1855, el que millones
de personas han recitado, posteado, cantando, plasmado en grafitis, ilustrado y
versionado. Esta es la traducción (unas líneas) realizada por el maestro Jorge Luis
Borges, el genio de la literatura argentina:

“Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.

Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.

A los treinta y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir”.

En la ciudad de Camden permaneció Walt hasta su muerte acaecida el 26 de
marzo de 1892, fue un ser premiado con la longevidad y el reposo. Vivió 19 años
en ese paraje que se refleja en sus textos, en una soledad cenobial, sin familia ni
descendencia. Whitman fue un sodomita, diríamos: un pionero de la comunidad
LGTB norteamericana.
Cuando nos aproximamos a los 200 años de su natalicio, revisamos algunos
conceptos que nos dejó en sus ensayos, los que ahora son un auténtico
patrimonio de la humanidad y han sido traducidos a todas las lenguas del planeta.
Algunos de estos son:
– La vida:
“Los comunes heroísmos de la vida, son a todas luces, los verdaderos heroísmos,
los heroísmos impresionantes, no los de tipo militar ni de tipo político, sino los de
la vida corriente: los menudos hechos de la conducta valiente que ocurren a
nuestro alrededor.”
– Retratos:
“A menudo prefiero las fotografías a los cuadros al óleo; son quizá mecánicas,
pero honestas. Los artistas añaden y restan, los artistas fantochean con la
naturaleza, la modifican, la revisan, para adecuarla a su idea preconcebida de lo
que debe ser”.

– El beisbol:
“El beisbol es nuestro juego, el juego americano. Lo conecto con nuestro carácter
nacional.”

– La madurez:
“El fruto lento es el mejor, sobre todo quienes maduran lentamente son los que
maduran para permanecer, los que maduran para crecer.”

– El sexo:
“Tenemos miedo de afrontar el cuerpo y sus problemas, cuando evadimos de las
realidades de nuestra vida corporal, cuando concebimos las funciones del hombre
y la mujer, su sexo, sus pasiones, sus normales y necesarios deseos, como algo
que ha de mantenerse en la oscuridad y en torno a lo cual se ha de mentir en vez
de admitirse y gloriarse en ello.”

– El tiempo:
“Soy un trabajador muy lento, tomo con calma mi tarea, pero cuando arranco soy
muy constante y logro mucho.”

– La guerra:
La guerra no me parecía tan horrible cuando yo estaba ocupado en medio de su
barbarismo (1861-1864) como me parece ahora en retrospección. Estuve en
medio de todo ello, vi la guerra desde donde es peor, no en los campos de batalla,
no, sino en los hospitales. Allí me mezclé con ella, por eso ahora digo: Dios
maldiga las guerras.”

La celebración de los 200 años del nacimiento de Walt Whitman tendrá múltiples
ceremonias conmemorativas, merecidas jornadas de recordación, lecturas
públicas de su obra, seguramente tendrá una justa presencia en los medios y
plataformas digitales. Pero creo que sigue siendo la mejor idea para celebrar este
extraordinario acontecimiento el leer y releer sus textos, promover su obra, su
magnífico legado. Ojalá se logre esa meta de forma lenta pero constante, tal como
lo solía hacer el poeta de norteño, a quien Pablo Neruda honró en su “Oda a Walt
Whitman, así le cantó:

“Tú

me enseñaste a ser americano,
levantaste mis ojos de los libros,
hacia el tesoro de los cereales:

ancho,

en la claridad de las llanuras,
me hiciste ver el alto monte tutelar.”

Sin duda, Whitman es una clara señal del alma americana, representa el espíritu
raigal y profundo del norte de este continente. Él es un vástago de inmigrantes, un
verdadero hijo de ese inmenso territorio. El maestro Walt con sus hojas de
hierbas, sigue siendo un gran faro de identidad que lleva dos siglos alumbrando,
guiando a las naves, salvando vidas en medio de las tormentas.

León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com

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