“ … Corro sin cesar y nunca a nada llego,
ni a nadie alcanzo.
Mas, aunque nada alcance
quiero correr…”
Tasos Denegris (Atenas, 1934)
La voz de Yolanda Delgado tiene registros de contralto que salen de su rostro iluminado en azul, enmarcado por su cabello muslim para entretejerse en el art-decó del Teatro Baralt. La sala coronada por el rosetón con la imagen del sabio Rafael María, es mixtura y sonoridad, habitada por una presencia sensitiva. Asoma su voz profunda el tambor del altiplano con su retumbe milenario, con redobles que salen de sus parches de piel de vicuña, mientras la quena con su timbre lastimero hace una melodía que busca los corazones nocturnos; mientras la guitarra la respalda con acordes en menor, logrando similitudes de laúd. En el escenario está Texere, agrupación que nació en 1987 en la Universidad del Zulia, concebida como un taller experimental para el canto de vanguardia y la poesía. Herederos de la militancia artística de Gloria Martín, Zitarrosa, Daniel Viglietti, Lilia Vera y Cecilia Todd, de la Trova Cubana y Alí Primera: El padre cantor.
Los espectadores asistentes pasan a formar parte del entrevero de melodías que nace bajo el plafón centenario. De pronto, irrumpe la voz del escritor Blas Perozo Naveda, habla de un buque anclado en el lago, frente a las dársenas de El Milagro, en las orillas de una ciudad que se debate entre duendes bellacos, piratas saqueadores y putas pintadas de noche. Blas está de flux, aparece bajo la luz de un seguidor cenital, nos habla de Simón Bolívar, lo describe luchando contra un enemigo ciclópeo, voraz, coetáneo “…Bolívar a caballo o a pie, es el padre…” recita con firmeza para terminar su manifiesto y sale de escena.
El repertorio de Texere, vocablo latino que denota tejido, se hace presente con un canto a capella que llena los espacios: “La canción urgente” en la voz dulce de María Dolores, prosigue “Entre soles y lunas” que sale de la garganta del joven juglar Luis Pérez. El conjunto transita por temas que nos llevan al “Coquivacoa” de Alí Rafael, pasa por “Soy pan, soy paz, soy más” del argentino Piero y corona con el clásico gaitero de Renato Aguirre: “Aquel Zuliano”
“…La luz nace en la mañana, interrumpe en mí el ensueño,
la voz creo que fue un sueño, pero hay un misterio grato,
dejó olvidado su cuatro debajo de mi ventana…” (1980)
El periodista y trovador Darvin Romero Montiel recita el poema del argentino Julio Cortázar dedicado a su compatriota rosarino Ernesto Che Guevara:
“…Yo tuve un hermano, no nos vimos nunca pero no importaba.
Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía
mi hermano mostrándome detrás de la noche, su estrella elegida”.
Me aborda el recuerdo de mi hermano Leandro Lenin, rememoro las imágenes de sus andaduras de cantor. Luego veo la imagen del profesor Cheo González presentando a su ahijado Israel Colina, algunos días antes de marcharse de esta vida con su mujer Élida, un adiós violento en ese abril terrible. Cheo está en este mismo proscenio, llevando una guayabera amarilla y una curita en su nariz recién intervenida, allí lanza su proclama:
“Quise ser el patriarca de esa voz y no pude: pues, hoy seré su padrino…”. Israel Alejandro lo observa, sonríe y asienta.
Darvin Romero Montiel entona el tema “Dispersos” de Alí, invitando a Maracaibo a despertar, a integrarse a la América Latina que se mueve hacia la esperanza, hacia una nueva unidad continental.
En el recinto persiste la luz azul, como si el teatro tuviese una luna interna.
Vemos nacer un tapiz de cantos, de evocación, de poemas y recuerdos que se cruzan zumbando entre las butacas y balcones baraltianos. Ese tapiz está terminado luego de 24 años de labor musical, su mágica estructura renace en el recinto de 128 años de historia, en el mismo lugar donde dejaron su semilla germinada Ernesto Cardenal, Carlos Gardel, Arthur Rubinstein, Manuel Trujillo Durán y donde Texere sembró esa noche el germen de Felipe Pirela y Ricardo Aguirre, en justo homenaje y en grata reminiscencia.
El público hizo suya la serenata texeriana, mostró su gozo ante el canto cósmico del grupo zuliano. Mientras salía hacia la noche en el centro marabino, pensé que todos volverán a aplaudir en su recuerdo, a celebrar este tejido sonoro que les pertenece desde hace 24 años. Ahora es cuando Texere quiere correr y alcanzar todas las plazas del canto.