Santa Lucía nació y murió en Siracusa, Italia; en la cual se han encontrado una lápida del año 380 que dice: “N.N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes”. En Roma, ya en el siglo VI era muy honrada y el Papa San Gregorio le puso el nombre de esta santa a dos conventos femeninos que él fundó, en el año 590.
Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre, que era viuda, casarla con un joven pagano.
Por aquellos días, la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: “Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda, y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme”. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente.
Desde ese día, Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.
Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.
El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi señor Jesucristo”.
El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: “Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal”, una frase que el gran sabio, Santo Tomás de Aquino admiraba mucho.
Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espada le cortaron la cabeza.
El cuerpo de Santa Lucía, muerta el 13 de diciembre de 304, después de haber sido cedido a Constantinopla, en el año 1040 fue llevado de vuelta a Italia, durante la cuarta cruzada. Está milagrosamente conservado intacto hasta nuestros días en la Iglesia de los Santos Jeremías y Lucía, en Venecia desde hace más de siete siglos.
En 1955, por deseo expreso del Patriarca Cardenal Roncalli, que luego sería el Papa Juan XXIII, el rostro de Santa Lucía fue cubierto con una artística máscara de plata.
En Maracaibo, la creación de la parroquia eclesiástica de Santa Lucía se llevó a efecto en el año 1877, por una decisión del presbítero Tomás Zerpa, quien designó a como primer párroco al padre Francisco José Delgado.
La primera iglesia estaba concluida desde 1872, y la imagen de Santa Lucía había sido adquirida en 1890. Ya en el siglo XX, y por iniciativa del padre José Luis Castellano, se edificó la nueva iglesia.
Himno a Santa Lucía
Letra: Dr. Marcial Hernández
Música: Vidal Calderón
Tu faz de rosa y nardo,
¡Oh! Cándida Lucía,
esplende como el día
en medio del altar;
y son tus dulces ojos
brillando en medio de ella,
a modo de la estrella
del círculo polar.
El ciego que en la sombra,
dilata la pupila,
y el que sin fe vacila,
tan ciego como él,
el ara de tu iglesia,
que es fuente de bonanza,
henchidos de esperanza,
acuden en tropel.
Mantén ¡Oh Virgen Pura!
Sobre esta grey amada,
la luz de tu mirada,
reflejo del amor.
Y sea como el iris,
tendida desde el cielo,
la imagen del consuelo,
la gracia del Señor.