PALABRAS DEL CIUDADANO GRAL. DIV (EJ) VIRGILIO LAMEDA HERNÁNDEZ EN OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL PATRONO DE LA CIUDAD DE MARACAIBO.
Soy un hombre convencido que la gratitud constituye un valor esencial en el desarrollo humano y crecimiento espiritual de las personas. Por ello, quiero dar mis eternas gracias a Dios por permitirme esta magnífica oportunidad de sebastiana celebración y como zuliano que soy, para relatarles hechos históricos que conforman la personalidad de nuestra capital como consecuencia de su navegar por los diversos periodos que ha transitado y su vinculación de fe religiosa que se tradujo en el culto a San Sebastián, su patrono, en la época colonial y republicana. No sin antes agradecer la existencia de sendas fuentes documentales de consulta que se resumen en las obras de Juan Besson en su “Historia del Estado Zulia”, Adolfo Romero Luengo “En Maracaibo… Un poco de historia”, Gustavo Ocando Yamarte en “Historia del Zulia”, el invalorable Diccionario General del Zulia de Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra, además de escritos de Alberto Moreno Urribarrí y el informe que presentara el doctor Domingo José de Rus ante las cortes del reino español en su rol de diputado de la Provincia de Maracaibo. Sirvan pues estas palabras, para que el común interesado o interesada pueda comprender las individualidades y modo de ser del marabino, maracaibero o simplemente del maracucho.
Al iniciar mis palabras en ocasión de celebrarse el día de San Sebastián, santo patrono de la ciudad de Maracaibo, quiero invitarlos a que volvamos nuestras miradas a las páginas de la historia, a ese pasado que inexorablemente por las diversas circunstancias que motivan los seres humanos, trascienden en el tiempo y el espacio para traducirse en diversos fenómenos políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos, geográficos, ambientales y militares, los cuales bajo la sombra del conflicto humano se desplazan a través de un eje que se dirige desde las más sana convivencia de paz social hasta la más grave situación en el aspecto político: el conflicto armado.
La historia de los pueblos es lo que permite entender, comprender e internalizar en su esencia de donde venimos, quienes somos y hacia donde queremos ir. El desinterés por estos temas hace tarea compleja para nuestras generaciones y quizás para las futuras, contestar las preguntas básicas, casi infantiles que nos ponen a dudar, del por qué Maracaibo se encuentra ubicada aquí en esta planicie que pocos atractivos ofrecía a la caprichosa administración de los Welseres, grupo de origen alemán que era utilizado por la corona española para fundar comarcas en estos lares por ella descubierta; el por qué de su economía; el por qué del desarrollo de su sociedad; el por qué del particular estilo del zuliano, especialmente el marabino que siente a su tierra con un orgullo sui generis, y tal vez, el por qué tenemos de patrono a un santo mártir natural de Carbona, Francia, criado en Milán, Italia, que se rebeló contra el imperio romano por una sencilla creencia de amor al prójimo.
En estos escenarios caracterizados por los factores ya citados, ha sido el transitar y devenir, de esta querida ciudad fundada a mi juicio, por los verdaderos y primeros pobladores descendientes de los arawak: los onotos, aliles, zapara, ambaes, sinamaicas, toas, tansares, parautes y cocinas, en cualquier fecha de nuestro pasado antiguo histórico; de esta ciudad de Alonso Pacheco llamada Nueva Ciudad Rodrigo de la laguna de Maracaibo; de esta misma ciudad Nueva Zamora de la laguna de Maracaibo de Pedro Maldonado y de esta ciudad nuestra Maracaibo, la de los zulianos, la de los marabinos, nuestra tierra del sol amada.
Todo comenzó cuando Alonso de Ojeda a finales del siglo XV se consigue con el mayor reservorio de agua dulce de tierra conocida hasta entonces el 24 de agosto del año 1499, explorando su magnífica belleza y fundando la primera ciudad del Zulia, al norte de la península de la Goajira en lo que hoy se encuentra el hito número 1, Santa Cruz de Castilletes, así llamada por las formaciones rocosas erosionadas de sus costas que asemejan unas torres de castillos, pero motivado a lo hostil de la zona fue abandonada cuatro meses después de su fundación.
Teniendo en consideración las referencias escritas del pionero Alonso de Ojeda y en el afán de fundar comarcas en tierras recién descubiertas por la civilización europea, se inicia una exploración durante el año 1529 al mando de Ambrosio de Alfinger, no con la finalidad de iniciar un poblamiento en esta área que evidentemente ya existía por la gente del Cacique Mara, sino con la intención de buscar salidas hacia el Nuevo Reino de Granada a través del lago y el río Zulia hasta Pamplona para garantizar vía de comunicación estratégica para la extracción de materia prima de relevante valor hacia Europa y facilidad de enlace con la gobernación de Venezuela. Al no conseguir condiciones favorables para su empresa, finalmente se asienta en los alrededores de lo que hoy conocemos como el sector Los Haticos, un 8 de septiembre y establece una suerte de base de operaciones para no comprometer la distancia de apoyo logístico con Coro y continuar posteriormente con las operaciones expedicionarias.
Alfinger fracasa en su misión al morir en el año 1533 producto de la arremetida de los indígenas que habitaban en la sierra de Perijá, quienes pudieron percibir las verdaderas intenciones de los pioneros europeos y no estuvieron dispuestos a entregar sus tierras, sus mujeres ni sus hijos. Es así como definitivamente después de encarnizados combates y las condiciones hostiles del terreno, Maracaibo es abandonada en 1535.
El interés por repoblar y consolidar el sitio de ocupación original, lleva a Alonso Pacheco cuatro décadas después, a partir desde la ya asentada ciudad de Trujillo para ocupar y refundar la ciudad en el año 1569. Las causas anteriores obstaculizan las pretensiones de la corona española y en 1573 se abandona nuevamente la empresa expedicionaria.
Finalmente, al año siguiente, 1574, Pedro Maldonado logra ubicar un sitio en los alrededores del sector La Cotorrera y consolida lo que se convertiría a la postre en la ciudad de Maracaibo.
Ahora bien, la secuencia de eventos y la insistencia en poblar esta área, nos remite a formular una primera interrogante ¿por qué poblar esta zona a pesar de no ofrecer los atractivos topográficos, fuentes de agua potable y ríos cercanos, oro y piedras preciosas? A mi juicio y respetando a los analistas e historiadores académicos, en primer lugar, por el desconocimiento de la existencia de importantes recursos naturales como el petróleo y el carbón, los cuales fueron relatados en 1876 por el general Wenceslao Briceño Méndez, notable ingeniero, geólogo y geógrafo venezolano en un documento extraordinario haciendo referencia a la riqueza de la cuenca lacustre. En segundo lugar, estas acciones se justificaban por la percepción de los sucesores de Alfinger, del valor estratégico por la ubicación geográfica de este punto, que permitía iniciar operaciones portuarias y facilitarían el comercio de las poblaciones a ser fundadas posteriormente en torno a la cuenca del lago de Maracaibo. Pero fíjense compatriotas zulianos bajo qué costo se inició esto: posiblemente con la sangre de centenas de los pueblos de los caciques nigale y mara.
Permítanme pues, hacer un paréntesis para comentarles aspectos de esta época de insistente ocupación colonial, donde se tiene conocimiento según fuentes documentales, académicas y literarias del culto a San Sebastián; noble y particular militar romano que es tocado por la doctrina del cristianismo y en acto de heroicidad dedica su vida a la protección de los cristianos en tiempos del emperador Dioclesiano. Como capitán de la primera corte de la guardia pretoriana se distingue por sus cualidades personales, disciplinado y con un alto sentido de bondad que se traduce en su vida apostolar al servicio de Cristo en forma encubierta hasta que Maximiano, colaborador del emperador, lo obliga a escoger entre ser su soldado o mantener su actitud bondadosa. La respuesta no se hizo esperar al cambiar la espada y la lanza, armas de la muerte, por las armas de la vida, el amor y la bondad. Decepcionado el emperador, lo condena a morir asaeteado por los arqueros de Mauritania, atado a un árbol y creyéndolo muerto sus verdugos lo abandonan siendo recogido por sus hermanos de culto quienes perciben signos vitales en su cuerpo y en su rostro una leve sonrisa que reflejaba su paz espiritual, dejándolo al cuidado de una noble cristiana romana llamada Irene, hasta su total recuperación.
Profundamente convencido de la palabra de Cristo, reinicia su labor preconizadora cuando es descubierto por las tropas romanas quienes lo presentan ante el emperador Dioclesiano. Sorprendido de su presencia por creer que había muerto, lo increpa nuevamente y Sebastián lo desafía reprochándole su política de persecución a los hermanos cristianos, afirmación esta que lo condena nuevamente a muerte haciéndole apalear hasta morir en el hipódromo. Sus ejecutores lo lanzan a una cloaca, pues temiase que los cristianos, sabiendo el lugar donde estaba, le rindieran honores por medio de los milagros para convertirse en fieles de Cristo. La matrona Lucina logró rescatar el cuerpo y sepultarlo en la Vía Apia a los pies de los apóstoles Pedro y Pablo en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.
El culto de San Sebastián es muy antiguo, propagándose por toda Europa a principios del siglo séptimo, además es llamado el Apolo cristiano ya que es uno de los santos mas reproducidos por el arte en general. La veneración por sus hechos heroicos se extendió rápidamente a toda la comunidad cristiana y fue invocado de modo especial contra epidemias y pestes. Como las flechas eran símbolos de epidemia y pestilencia, y Sebastián había logrado vencerlas, desde entonces fue el patrono de los arqueros. Los primeros cristianos de Roma perseguidos llegan a las islas del Mediterráneo y traen con fe cristiana su devoción al mártir.
Además de existir las evidencias sobre su culto y devoción en el mundo cristiano antes del primer intento de poblamiento de esta zona por Alfinger, no sería extraño suponer que la población creyente proveniente de la península y otros territorios insulares conocieran del culto y devoción propagada por la comunidad cristiana en la Europa de entonces y en su afán de conseguir la paz y sosiego ante las arremetidas de las epidemias, pestes y de las flechas de los indígenas en sus continuos ataques, acudieran al poder milagroso del santo mártir en procura de protección. Estas rogativas tienen su fruto cuando en el año 1799 y 1844 la ciudad logra salvarse de la epidemia de la peste negra. Igualmente existen versiones de la existencia de una cofradía formada por un grupo de damas, las cuales se reunían para elevar sus oraciones y solicitar protección a los continuos ataques de las flechas de los aborígenes.
Es de hacer notar que pudo tener influencia en nuestras tierras los acontecimientos entre los años 1522 y 1523 en la Ciudad de Palma, que sufrió el azote de una inclemente peste y específicamente en el año 1523, cuando casualmente el Arcediano de Rodas, Miguel Suriavischi, lleva una parte del brazo de San Sebastián, reliquia insigne que queda en la Catedral de Palma y por el incremento de su devoción, la autoridad civil proclama a San Sebastián como patrono de la ciudad en gratitud por lo favores recibidos.
Otras evidencias encontradas en el Colegio Nacional que había sido propiedad de los frailes franciscanos, describen un cofre empotrado en una pared conteniendo en su interior una letra y música en caracteres gregorianos de una gaita en honor a San Sebastián que data del año 1660.
La feliz coincidencia de fechas entre la refundación de Maracaibo como la Nueva Ciudad Rodrigo por Alonso Pacheco un 20 de enero y la consagrada por la iglesia para honrar la memoria de San Sebastián, fue motivo suficiente para que se designara como patrono de Maracaibo, y desde entonces hasta el año 1965 la municipalidad de Maracaibo celebraba el día de la ciudad y el de su santo patrono en la fecha antes mencionada. El resultado de la investigación del Centro Histórico del Zulia para determinar la fecha verdadera de la fundación de la ciudad y el nombre del fundador, hace que a partir del 24 de agosto de 1965, en ocasión de la celebración de los 466 años del descubrimiento del lago de Maracaibo, se celebre por separado el día 8 de septiembre para la ciudad y el día 20 de enero para el santo patrono.
Suficientes razones y hechos ocurridos relacionados al culto de San Sebastián, evidencian que nuestros antepasados marabinos colocaron su fe y esperanza en el santo mártir trascendiéndola hasta épocas postrimeras mientras la ciudad se viera asediada de amenazas reales y potenciales que comprometiera su protección. Lo cierto es, que por lo expuesto hasta ahora y quizás por imposiciones religiosas e influencias reales, nos podríamos responder una segunda pregunta ¿el por qué San Sebastián se convirtió en el patrono de la ciudad de Maracaibo?
Continúan la secuencia de eventos, hechos que influyen en el desarrollo de Maracaibo y en el transcurso de los siglos siguientes XVII y XVIII, época de la colonia, entre el año 1600 y 1622, los indígenas kirikires, eneales, aliles y barí expresaron su rechazo destruyendo asentamientos fundados en torno al lago y sublevándose en contra el proceso colonizador.
Como parte de la misión evangelizadora, se inicia en el año 1669 la construcción del Convento de San Francisco, ubicado en la actual Plaza Baralt. Ya en el año 1678, Maracaibo comienza a tener relevancia y se convierte en la capital de la provincia de Mérida.
Como hecho religioso importante, ocurre la aparición de la Virgen de Chiquinquirá en la casa de una anciana que habitaba a orillas del lago, en las cercanías de la actual avenida El Milagro. Debe a ello su nombre; y se convierte a la postre en paradigma de devoción y fervor religioso para la ciudad.
Creada la Capitanía General de Venezuela el 8 de septiembre de 1777, y según disposición de la autoridad metropolitana en la real cédula del mismo año, la provincia de Maracaibo tiene límites propios que la identifican geográficamente con la cuenca del lago de Maracaibo.
A finales del siglo XVIII, los antagonismos de la sociedad colonial en la ciudad, así como el esquema monopólico del absolutismo español imperante generan una depresión económica en el circuito comercial en torno al lago de Maracaibo, que a pesar de la práctica del libre comercio a las Antillas y la presencia del real consulado no logran superarse. Con este panorama se crean condiciones favorables para recibir, por la excelente ubicación estratégica de Maracaibo y su conexión con el mar Caribe, los aires liberales que se gestaron en Francia, Estados Unidos, Haití y secuelas de las luchas raciales en las Antillas. Se tiene conocimiento que en Maracaibo se fraguó una conspiración en el año 1799 orientada a despojar a los blancos peninsulares del poder económico-social que poseían
Con todos estos hechos importantes, la ciudad se introduce al siglo XIX, época de luchas independentistas del dominio español, que tienen su máxima expresión durante el año 1821, con la gloriosa Batalla de Carabobo, el 24 de junio, y consolidándose dos años después aquí mismo, al frente de este lugar espectacular en la Vereda del Lago, con la Batalla Naval del lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823, donde los almirantes José Prudencio Padilla, Manuel Manrique y la actuación ejemplar del teniente de navío Pedro Lucas Urribarrí, derrotaron a la flota realista.
Maracaibo no atiende el llamado del grito de independencia del resto del país que se inicia el 19 de abril de 1810 que se reafirma con la declaración de la misma el 5 de julio de 1811. En 1821, el Zulia se adhiere al proyecto bolivariano de la Gran Colombia, convirtiéndose en el departamento Zulia, del cual nuestro general en jefe Rafael Urdaneta fue senador, pero los últimos vestigios de las tropas realistas que permanecían en la Venezuela después de Carabobo, logran vencer a las fuerzas republicanas en el año 1822 a la altura de Los Puertos de Altagracia, actual municipio Miranda y obligan a Maracaibo a reintegrarse a la provincia de Venezuela, pero gracias a las acciones militares posteriores y la gran victoria de la Batalla Naval, se logra la capitulación del gobernador realista de Venezuela, Francisco Tomás Morales, el 3 de agosto de 1823, hecho acaecido en la casa situada a la margen izquierda de la actual sede de la Gobernación del Estado Zulia.
Para consolidar la unión de la Gran Colombia, Simón Bolívar visita por segunda vez a Maracaibo el 16 de diciembre de 1826, la cual se encontraba amenazada por el movimiento separatista La Cosiata, liderado por José Antonio Páez, y en 1831 se materializa la disolución de la Gran Colombia siendo Rafael Urdaneta su último presidente.
Tiene impacto en la zona la pérdida de terreno venezolano tras ocurrir en 1833 el hecho diplomático relacionado con la frontera con Colombia en la península de la Goajira con el tratado Michelena-Pombo, error imperdonable de rechazar dicho acuerdo para aceptar otro que representó mayor perdida de terreno para la república.
Durante los años de la guerra federal entre 1859 y 1862, Maracaibo llega a controlar el comercio del resto de los pueblos lacustres y algunas localidades venezolanas de Los Andes, Barinas, Carora, Apure y Coro. Igualmente controla el comercio de ciertos pueblos colombianos como Cúcuta, Pamplona, Valledupar y Riohacha.
Finalizada la Guerra Federal se suceden eventos políticos que inciden en el desarrollo de Maracaibo: en 1863 Venancio Pulgar y Jorge Sutherland declaran la independencia de la provincia de Maracaibo, separándola del gobierno central.
El gobierno central representado por Antonio Guzmán Blanco ejerce algunas acciones para controlar el desarrollo del estado Zulia, entre ellos, en 1875 se cierra durante tres años la aduana de Maracaibo y en 1881 elimina al Zulia como estado independiente uniéndolo a Falcón para crear el estado Falcón-Zulia hasta el año 1890.
Con la llegada del siglo XX se sucede el bloqueo a los principales puertos de Venezuela por parte de Inglaterra, quizás la no posibilidad de entrada de los barcos ingleses a la barra de Maracaibo impidió un ataque a la ciudad, igual suerte no ocurrió en San Carlos, cuyo castillo fue bombardeado sin piedad e incendiado el pueblo en general por el acorazado alemán Viñeta en 1903.
Mientras el mundo europeo se inmiscuía en la primera guerra mundial, la naturaleza quiso que de esta tierra zuliana brotara desde sus entrañas un recurso natural que dio inicio a la actividad petrolera en 1914 con la exploración del pozo Zumaque 1, convirtiéndose posteriormente, con el reventón en 1922 del pozo Barroso 2, en Cabimas, en la principal actividad económica del país con repercusión mundial en la producción petrolera. Dicha actividad va a ser determinante en el devenir de Maracaibo hasta nuestros días.
Son tiempos del general Juan Vicente Gómez y Maracaibo sufre los embates de la gripe española y la naturaleza entre los años 1918 y 1919, impactando en la muerte de centenas de zulianos a consecuencia de ello.
Sobrevienen los momentos de cambios políticos del país y la modernidad abre sus puertas para dar paso a la construcción del Puente General “Rafael Urdaneta”, que permite unirnos vía terrestre con el resto del país, y las principales remodelaciones arquitectónicas comienzan a aparecer en el área urbana de la ciudad. Ya en los años noventa, el estado Zulia por vez primera supera en población a la capital de la república.
Tal vez pudiéramos pasearnos por la inquietud de conocer por qué al final nuestra ciudad se designó con el nombre de Maracaibo. Versiones varias surgen de la leyenda del audaz y valeroso Cacique Mara, quien cae abatido en recia batalla contra las tropas de Ambrosio Alfinger y sus seguidores consternados gritaban “Mara cayó, Mara cayó”, que por distorsión fonética dio origen a la palabra Maracaibo. Esta versión quizás es una versión hermosa y heroica en honor al intrépido cacique. Lo mas acertado lo constituye el hecho que ya existía un poblado indígena con el nombre de Maracaibo, tal cual como se encuentra registrado en el mapa de Alonso de Chávez de 1525 y fue tomado como referencia por Alfinger quien no reparó en cambiar su nombre. Así mismo se pueden constatar en los escritos de Fray Pedro Simón titulado “Noticias historiales de la conquista de tierra firme de las Indias Occidentales”, la cita de un cacique llamado Maracaibo de quien quedó el nombre de la nueva Zamora. En su informe a las cortes del reino español presentado por José Domingo de Rus, refiérese también a la pequeña ciudad de Maracaibo, pero el léxico de los filibusteros corrompió el nombre propio en “Marecaye”. Ocurre también que las voces “Maracayar”, “Marcayarmbo”, en lengua guaraní, predominante entonces en estas tierras y dominios del Cacique Mara y que se aproxima fonéticamente a “Mara-cayó” significan “mano de tigre”, oportuno para que este poderoso jefe acogiera este nombre por ser costumbre de los indígenas ponerse nombre de animales. En una investigación adelantada en entre los años 1930 al 1935, por el profesor Pérez Piñango, director del Instituto de Ciencias Naturales de Maracaibo, se encuentra que el vocablo “Mara” significa serpiente cascabel y la voz “Iwo” traduce el lugar o sitio donde abunda. Así que “Mara-Iwo” al ser pronunciado frecuentemente por el indígena deja escuchar una “k” intermedia por el corte intersilábico propio de las lenguas goajiras. De tal forma que para identificar el sitio o lugar donde abundan las serpientes de cascabel por los aborígenes, lo denominaban “Maracaibo”. En conclusión, lo importante es que el nombre que trascendió y quedo firme en el sentimiento de los zulianos y marabinos fue el de Maracaibo.
Vivimos ahora el pujante presente que forja la ciudad con su pintoresco folclor, costumbres y cultura, con una sociedad heterogénea que se ha acuñado en esta ciudad producto del contagio de la singularidad del marabino. Ya Maracaibo no está amenazada por epidemias y pestes, ni por la arremetida de los aborígenes que defendían sus tierras, tampoco por la acción de los piratas de mar que asechaban los puertos florecientes.
Sobre la ciudad se ciernen nuevas y sofisticadas amenazas que imitan o asemejan las acciones colonizadoras de la antigua provincia de Maracaibo. Tenemos el orgullo de haber consolidado la independencia política de Venezuela en la gloriosa Batalla Naval del Lago de Maracaibo y haber sorteado las diversas vicisitudes ante los diferentes y cambiantes escenarios políticos, económicos, sociales y militares. Maracaibo se encuentra insertada dentro de un concierto de estado-nación, donde su aporte al producto interno bruto es de consideración, su particular desarrollo humano y económico influyeron en la conformación de su definida personalidad que nos hace un tanto diferentes del resto del país y lo expresamos en ese regionalismo que en su mejor y sana comprensión, no es otra cosa que la defensa de lo nuestro, de nuestra cultura, de nuestro folclor, de nuestra forma de hablar, es el respeto a nuestros indígenas y sus costumbres, verdaderos fundadores de esta urbe maravillosa y contagiante, es la expresión de no permitir inherencias de orden internacional que socaven la soberanía de un pueblo que vio su nacer en esta topografía el nombre de la Pequeña Venecia. Un regionalismo aislado dentro de un contexto y proyecto de país, es una actitud contraria a un colectivo nacional, es secesión, es separatismo. La historia mundial ha recogido las malas experiencias de aislamiento y secesión que obstaculizan los conceptos de integración, cooperación mutua y valores de los pueblos. Somos cada uno de nosotros, los dignos herederos del legado de nuestros antepasados y de esa heterogeneidad de razas, los que debemos entender que el colectivo supera los intereses particulares o de grupos minoritarios. Somos los llamados, con nuestra participación proactiva, a abrir los caminos de luz, de esperanza, en la búsqueda de soluciones formuladas sobre las diferencias existentes, en el desarrollo y consecución del país que se encuentra dibujado en la actual constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
En ocasión de la inauguración de esta útil y oportuna Estación Central de la Fundación Tranvía de Maracaibo que nos retrocede en el tiempo para rememorar el sistema de transporte de la antigua ciudad y de gran valor turístico, quiero invocar al espíritu de los caciques Mara y Nigale; la fidelidad, lealtad y patriotismo del general en jefe Rafael Urdaneta; la valentía y arrojo de los almirantes José Prudencio Padilla, Manuel Manrique y del Teniente de Navío Pedro Lucas Urribarí, al sentimiento regional sano de los marabinos de bien que han aportado sus vidas e intelecto en pro de la ciudad, a la protección divina y milagrosa de nuestro santo patrono San Sebastián, y lo más importante, a la voluntad de todos nosotros, nacidos o no, en esta planicie para unir esfuerzos aunque disímiles para que continuemos expresando a los cuatro vientos y con orgullo zuliano que Maracaibo es la primera ciudad de Venezuela.
Muchas gracias a todos por su atención.