El Poeta del Dieciocho
Maracaibo nos muestra dentro de sus casas de tinte antaño, imágenes, nombres, calles, aledaños y frases que con el pasar del tiempo, se han fijado como una fresca sonrisa del ayer, con la imaginaria fragancia de traspatios y lugares que eran el refugio de poetas, cantores y artistas de toda índole.
Jesús Bravo González es una muestra evidente de esa generación que aún nos cuenta con el cuatro, las magias de ese Maracaibo de ayer, des este o aquel lugar del Zulia, que irradia todo un mundo de policromías, que sumadas a una devoción profunda de las greyes por su China, despiertan junto al arpegio del cuatro, sus más profundos sentimientos por los colores locales y por esas pequeñas cosas que alimentan tanto a esta tormentosa ciudad.
“Chucho” Bravo… afable, sencillo y poeta, pincela a trazos coloridos, estos rincones donde el desasosiego es duro y donde el arte parece importar poco. Andante de mil caminos y de incontables noche de trova, ha hecho posible que la contradanza salga de un lecho oscuro, para con sus cadencias volver a trascender por encima de los signos de una decadencia disfrazada de progreso.
Noches de alegoría magistral, donde cualquier velada era buena para entonar junto a la brisa, notas guardadas como buen latino a nombre de la bohemia.
Cantor de serenatas, batallador, introvertido y discípulo de uno de los hombres más expresivos y mágicos de la región como lo es Rafael Rincón González.
Juntos van a transitar por mercados, patios de tertulia, de gaitas por la mano, van a construir un sitial muy importante en las composiciones de la música regional y aún más, van a captar al público más importante para el poeta: El Pueblo.
Cuando la cerveza aún se vendía en saco y Jesús, apenas era un adolescente, triunfa en su primera incursión; como solista y como compositor, quizá desde ese momento comienza un largo viaje hacia un número considerable de composiciones.
Fotografiando las imágenes de la calle, “Chucho” logra atar por la mano los tiempos añejos con los tiempos “nuevos”. Va a ser el manantial de otra gran voz como lo es Deyanira Enmanuels, quien se va a convertir, luego de la interpretación de la hermosa pieza de Rafael Rincón González, “Las campanitas”, en una de las solistas más respetables de nuestro acervo musical regional.
Pero Jesús, no se queda simplemente con la gaita, trasciende a otros ritmos musicales, y ya en Estados Unidos, se convierte en una especie de embajador en cualquier sitio que se prestase, para interpretar nuestra música. Cultiva el bolero y participa con el ciclo de exaltación de la música caribe cuando logra escribir sones, guarachas, algunas piezas que yo considero cercanas a las piezas del folclor cubano. Ha compuesto música para vidalitas, carnavalitos, san juanitos, fulías, música negroide, calipsos, joropos, valses, corríos, música infantil, etc.
Luego logra consolidarse, junto a Rafael Rincón González, con una agrupación que por años tomará las riendas del mundo gaitero, al ser el primer grupo de su tipo en viajar al exterior e incluir en sus ejecuciones el cembalet, ejecutado magistralmente por el Dr. Guillermo Rincón González. Me refiero por supuesto a Los Compadres del Éxito.
Jesús Bravo González puede considerarse, junto con “Bambaíto” Guzmán, Eurípides Romero, Bernardo Bracho, “Chinco” Rodríguez, Roque Atencio, Simón García, Jesús Lozano, Heberto J. Pedraja, el Padre Vílchez, Oquendo Delgado, y otros tantos, en los mejor que la región ha guardado en su seno, para que hoy por hoy nos brinden lo mejor de sus repertorios.
Compositores que han hecho un paréntesis en materia de composición, pues no han sido valorados con justicia y quizá sea el momento de iniciar un movimiento que pueda retomarlos y darles ese sitial que ahora desplazan “la payola” y los mercaderes del disco.
“El poeta del dieciocho” aún camina pintando con policromías “los rostros de cera”, las mañanas decembrinas, las cuerdas del cuatro, como buscando dentro de él la melodía eterna que no muere y que se revitaliza por encima de los extraños presagios del tiempo de hoy. “El poeta del dieciocho” aún tiene mucho de esas viejas andanzas, lleva consigo hojas blancas de papel para escribir muchas gaitas, y una sonrisa característica, que tiene el abrazo y la estatura de un amigo.
Jesús Bravo González forma parte de esas memorias incontables que nos dejara en su lengua Elías Sánchez Rubio, y que simbolizan a los zulianos que jamás están en decadencia.