De nuevo la gaita vibra en el corazón zuliano. Es difícil explicar el cruce de sentimientos que provoca en el alma colectiva este canto popular. La gaita es alegría y devoción, reclamo y reafirmación del carácter regional. Viene a través de los tiempos, de muchos años atrás, de espacios y circunstancias, que forman si inspiración. Arrastra en su transcurrir anécdotas y episodios de nuestra vida local. La gaita es pregón de rima, de noticias recogidas en las lecturas de la vida.
El zuliano se encuentra con la gaita, en la alborada de vida. Ella forma parte de su infancia. Allí se sella un pacto de sangre que lo acompaña para el resto de sus días y a medida que el tiempo pasa la gaita se convierte en pieza fundamental de su identidad personal y colectiva, en parte de su bagaje cultural. Por ello la gaita pertenece al patrimonio histórico regional, como lo es la espada de Urdaneta o la pluma que usara Udón.
El zuliano espera la gaita todos los años con expectativa y emoción, como quien espera una sorpresa que de antemano sabe que le resultará grata. Cada año es una nueva zafra, de humor unas veces, de rabia encendida otras, con frecuencia de lirismo de la mejor poesía, porque el compositor gaitero, por lo general, es un poeta de la música y del canto, de la saeta veloz en el piropo a la Virgen Chinita, del reclamo a la injusticia perpetrada contra el patrimonio colectivo, de esperanza en el porvenir compartido.
El zuliano descarga en la gaita la alegría reprimida durante el año por su excesivo criticismo a que lo someten aquellos que nada positivo parecen encontrar en la vida. Con la gaita el humor estalla como un relámpago, breve, inesperado y sarcástico, casi siempre referido a circunstancias locales. Por eso la gaita es como lluvia en el desierto. Es como brisa lacustre que refresca los ánimos colectivos.
La gaita es devoción, es la máxima expresión de la oración popular. Espontánea, libre, auténtica, la gaita recicla todos los años las creencias religiosas en nuestra Virgen Chinita. Ante ella se arrodilla la esperanza de las gentes, en súplica de favores y en ofrenda de promesas. La Chinita es la instancia superior ante el cual recurren las víctimas de la crisis.
Ella es bálsamo que cura las heridas de la vida, las cicatrices del alma, las injusticias humanas. Ella es madre que acaricia, que protege y que consuela a quienes la pobreza acosa.
La gaita de nuevo vibra en el espacio zuliano. Es himno y es bandera detrás de la cual marcha el pueblo, dando testimonio de grandeza espiritual.
La gaita es la señora de la fiesta popular.
Tomado del libro: “REFLEXIONES DESDE EL MUNICIPIO” material de prensa 1990-1993 (primer período).