En 1948 comenzó la tragedia para el pueblo Palestino, pueblo bíblico que al igual que el judío, es de origen semita. Ese año comenzó un éxodo forzado al ver su tierra convertida en el Estado de Israel. Un pueblo ancestral se quedó sin territorio patrio, fue desplazado ante los ojos de las Naciones Unidas. Los judíos que fueron criminalmente perseguidos en Europa, masacrados y torturados, hace medio siglo emprendieron un holocausto, pero esta vez como verdugos contra sus hermanos descendientes de Sem: el primogénito de Noé. Ha sido una batalla desigual, fratricida en su origen, que se tornó en campaña exterminadora, y que se ha recrudecido en los últimos días de 2014 ante el silencio de grandes potencias como Estados Unidos y Francia. Luego de haber sido cercados, asediados y destruidas sus casas o habitáculos, debieron salir huyendo hacia Egipto o Siria para preservar sus vidas.
Ante esta arremetida criminal del estado sionista liderado por Benjamín Netanyahu, quiero rememorar los versos del poeta nacional de Palestina, Mahmud Darwish, quien nació en la aldea de campesinos y pastores Al Birwa, el 13 de marzo de 1941, en el territorio de Galilea, la misma fue arrasada por el ejército israelí en 1948 cuando el poeta era un niño de siete años y pudo recordar esa destrucción.
Gracias a su literatura, Darwish se convirtió en una celebridad de la poesía árabe, sus seguidores llenaban auditorios y hasta estadios de fútbol para escuchar sus discursos vehementes, la lectura de sus versos; en él consiguieron una razón para vivir y resistir. Sus textos representaron una celebración de la vida, a pesar de la tragedia enfrentada. Sobre su poesía más intimista, él manifestó: “Hemos escrito mucho contra la ocupación, la humillación, la injusticia, pero ahora el palestino tiene el derecho, incluso el deber, de escribir un poema de amor”.
Según el portal www.elpoderdelapalabra.com (2014) Darwish es dueño de una sugestiva prosa, semi-autobiográfica, extraordinariamente fluida, sencilla y reflexiva, quizá es el poeta más dotado, representativo y prestigioso de la “Resistencia palestina”.
Su poesía amorosa la atesoran millones de lectores en Europa, África y América, ha sido adaptada a guiones para cine, antologías y empleada en modestas publicaciones estudiantiles:
“No deseo del amor sino el comienzo.
Las palomas han volado sobre el techo del último cielo.
Han volado y volado.
Quedará después de nosotros abundante vino en las jarras y
un poco de tierra es suficiente para que nos encontremos y la paz arraigue”
Mahmud Darwish vivió en muchos países que lo acogieron y valoraron su trabajo como editor de revistas y como poeta. Estudió en Moscú, impartió cátedras en Estados Unidos, durante su carrera tuvo una gran valoración e influencia de la obra de T.S. Eliot, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Metmed, creando un universo que nació de lo profundo de su mundo campesino de Galilea y lo hizo universal:
“La tierra se estrecha para nosotros.
Nos hacina en el último pasaje y
nos despojamos de nuestros miembros para pasar”
Viajó por el mundo entero levantando su voz por la defensa de Palestina, reclamando su soberanía, pidiendo respeto a su historia milenaria, a sus tradiciones:
¿Adónde iremos después de las últimas fronteras?
¿Dónde volarán los pájaros después del último cielo?
¿Dónde dormirán las plantas después del último aire?
Escribiremos nuestros nombres con vapor teñido de carmesí,
cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.
Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje.
Aquí o ahí, nuestra sangre plantará sus olivos”
El maestro Mahmud falleció el 9 de agosto de 2008 en un hospital de Houston, Texas, tras una operación a corazón abierto. Tenía 67 años de edad, traducido a varias lenguas, reconocido por su lírica poderosa y fecunda. A su madre Houreyyah, dura mujer campesina, con su chal de jardín sobre sus hombros, le escribió con un amor que lo rebasó todo:
“Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre, el tocar de mi madre.
La infancia crece en mí día tras día,
y amo la vida, porque si muriera
me avergonzarían las lágrimas de mi madre”
Ante la reciente arremetida bélica de los jerarcas sionistas, y la demencial propuesta de la diputada israelí Ayelet Shaked pidiendo asesinar a la madres palestinas, “para que no traigan más serpientes al mundo”, la cronista y escritora hebrea Mira Bar Hillel ha declarado: “Ella es joven, es bonita, es una ingeniera en computación graduada en una buena universidad. También es una destacada parlamentaria israelí, y también es la razón por la que estoy a punto de quemar mi pasaporte israelí. Eso porque tras su bello rostro inocente, se oculta el ángel de la muerte”.
Propongo hacer un homenaje al espíritu palestino de libertad recordando la obra poética de Mahmud Darwish, y que el recital de sus versos alcance los límites más remotos de este mundo, a ver si despierta la solidaridad y la justicia:
“No llores la promesa de una muerte
ni le pidas prestado a mis pañuelos
su canto de cariño.
Te lo ruego:
Envuelve las heridas
de mi país,con ellos”
Mahmud fue un talentoso orador, poseía una potente voz que llenaba con sus armónicos los auditorios, siempre trajeado pero sin corbata, con lentes espesos y una gestualidad muy libre que lo alejaba de la mundanidad. Él imantaba los públicos, porque su poesía además de tener una gran belleza, una gran riqueza lírica, encierra una gran verdad: el reclamo y el ardor de un pueblo martirizado.
“Pasajeros entre palabras fugaces:
vosotros tenéis espadas, nosotros sangre,
vosotros tenéis acero y fuego, nosotros carne,
vosotros tenéis otro tanque, nosotros piedras,
vosotros tenéis gases lacrimógenos, nosotros lluvia.
Pero el cielo y el aire
son los mismos para todos”
Su voz no se ha apagado poeta Darwish, su voz aún resuena como un salmo y ondea como bandera en su mástil.