Michelle Bachelet Jeria, la chilena nacida en Santiago el 29 de septiembre de 1951, hija de un valiente militar de ideas progresistas, el General de la Brigada Aérea Alberto Arturo Bachelet, regresa a la presidencia de su patria austral. Su madre, la reconocida antropóloga Ángela Jeria, es su asesora más cercana con 88 años bien vividos. En el 2006, Bachelet tenía 54 años de edad cuando entró a la historia como la primera mujer que logró ser presidenta de esa nación vinícola, cuna de poetas universales: Neruda, Huidobro, Mistral, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra. Heredera de un pueblo que superó la dictadura más cruel en Latinoamérica, la de Augusto Pinochet Ugarte (1973-1990). Michelle conoció de cerca los horrores de esa satrapía, los que aún se investigan ante el asombro de mundo, tratando de dar respuesta a todas las incógnitas: ¿Lanzaron o no casi 800 cuerpos al mar?, ¿Dónde están las víctimas de la Brigada Lautaro?, ¿Ocultos en algún lugar del mundo?, ¿Mienten los mecánicos del Comando de Aviación del Ejército al confesar que reiteradamente abrieron las compuertas de los helicópteros para lanzar los cadáveres al mar? Cerca de 400 militares han sido procesados por esos crímenes aberrantes y que no prescriben.
Su padre, el General Bachelet Martínez, fue detenido el mismo día del golpe militar a Salvador Allende, el 11 septiembre de 1973, tenía 51 años de edad. Fue llevado a los calabozos de los conjurados, donde lo torturaron hasta morir. Ella y su madre también fueron detenidas por la temida policía política DINA, igual fueron vejadas y torturadas. El acecho de los cuervos castrenses la llevó a vivir en Australia y Alemania. De adolescente, Michelle había estudiado en los Estados Unidos su secundaria, desde entonces se empeñó en culminar la carrera de medicina. Obtuvo la especialización en pediatría, llegó a ser ministra de la cartera de salud.
Es madre de tres hijos: Francisca, Sebastián y Sofía. Los dos primeros son fruto de su matrimonio con el arquitecto Jorge Dávalos en 1979, realizado en Alemania cuando eran exiliados. En la actualidad él vive en Cochamó, en la región de los lagos. Afirma sentir profundo afecto y respeto por su exesposa.
El 11 de marzo de 2014 regresó al Palacio de la Moneda, gracias al voto masivo de su pueblo, Michelle Bachelet vuelve a dirigir su nación ahora con 62 años de edad, con un plan de gobierno socialista de avanzada, que contempla las mixturas gobierno-empresa privada.
Uno de los actos más significativos como presidenta, lo realizó en diciembre de 2009, fue el homenaje al cantor Víctor Jara, a quien la dictadura pinochetista asesinó con múltiples disparos. Lo sepultaron sin los honores que merecía, en la clandestinidad, en un nicho secreto, entre tinieblas, miedo y mutismo.
Jara fue un chileno que amó con tanta intensidad el teatro, que durante varios años pernoctó en el interior de un pequeño anfiteatro, como un fantasma de la sala. Allí pasaba sus días y noches, entre funciones y el silencio espectral del pequeño paraninfo vacío. Hijo de Amanda Martínez, chilena del sur araucano, mujer que tocaba la guitarra y se sentía orgullosa de sus raíces mapuches. De ella heredó la musicalidad y el misticismo: el amor por la oración y la soledad, condición que lo llevó a hacerse seminarista en sus años de adolescencia y a recorrer la Patagonia chilena como un rapsoda penitente. Víctor Lidio nació el 28 de septiembre de 1932, marcado por el talento de poeta y dramaturgo, por su vocación de cantor, comprometido con el folclor de su patria, coligado con las luchas de sus hermanos latinoamericanos, que lo reconocieron como un gran juglar amerindio.
Cuando apenas iba a celebrar sus 41 años de vida, Jara fue interceptado por un comando militar la noche del 11 de septiembre de 1973. Las tropas comandadas por el General Pinochet, habían perpetrado el golpe de estado contra el presidente Salvador Allende Goosens, en el tercer año de su legítimo mandato democrático. Por esos días, yacía enfermo en su casa “La Sebastiana” en Valparaíso el poeta Pablo Neruda, afectado por un cáncer prostático. Éste moriría doce días después de la usurpación militar; después de realizarle una sesión de radioterapia, le sobrevino un infarto. Tenía 69 años de edad, quizá cayó derrotado por la tristeza que le produjo la traición al proyecto allendista, siendo él, uno de sus artífices y principal promotor ante el mundo.
El informe forense describe que a Jara lo torturaron durante tres días, destrozaron sus manos con las culatas de los fusiles para que no tocara su guitarra, y finalmente; impactaron su cuerpo con 44 proyectiles por orden directa del oficial Edwin Dimter Bianchi. Fue el 16 de septiembre, el oficial Dimter era un hombre de confianza de Pinochet, muy temido en el Santiago de Chile de entonces por su actitud despiadada con sus adversarios. A los presos del estadio que se encontraban bajo su mando, los llamaba “cloaca marxista”. Dimter se había formado en la Escuela de las Américas en Panamá en el año 1970, realizó cursos como militar recién promovido, auspiciado por la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos: CIA. Algunos años después de la muerte del cantor chileno, Dimter Bianchi laboraba impunemente en el Ministerio del Trabajo en Santiago, en el piso 14 de la torre sede de esa cartera. Allí llegaron los seguidores y amigos de Víctor Jara para realizarle una sorpresiva funa, es decir; una manifestación pública de rechazo. Lo denunciaron ante el público por asesino, y entre canciones y consignas recordaron que la viuda Joan Turner enterró clandestinamente a Víctor, en un modesto nicho del Cementerio General de Santiago, sin honores, sin espectadores, ni homenajes, tres días después de su asesinato, ordenado por el militar funado.
Pablo Neruda es uno de los padres inspiradores del canto jaradiano, fuente de savia nutriente para la creación de Víctor. El poema “Aquí me quedo” del bardo de Parral, lo musicalizó Jara y tiene una renovada vigencia en el Chile, que cuatro décadas después fue golpeado por terremotos, por sus réplicas y el oleaje arrasador en sus costas:
“Yo no quiero la patria dividida
ni por siete cuchillos desangrada
quiero la luz de Chile enarbolada
sobre la nueva casa construida”
En el año 2003, en su homenaje, al estadio que sirvió de cárcel masiva, donde los golpistas masacraron al cantor y a sus compañeros de la universidad UTE, le colocaron su nombre: “Estadio Víctor Jara”. Se calcula que de cinco a ocho mil personas desfilaron por ese centro de detención y ejecuciones.
Poco antes de morir, el creador chileno escribió:
“Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad
somos cinco mil.
Cuántos seremos en total
en las ciudades de todo el país,
sólo aquí diez mil manos siembran,
hacen andar las fábricas.
Cuánta humanidad con hambre
pánico, frío, dolor,
presión moral, terror y locura”
En el año 2009 el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet encabezó los homenajes póstumos y se realizaron las exequias dignas para el cantor nacional de Chile. Esta vez el pueblo al que se consagró, lo pudo honrar merecidamente. La presidenta demostró, una vez más, su capacidad para avistar los derroteros de identidad chilena-mapuche.
Nos preparamos para celebrar 82 años del natalicio del cantor austral, para retomar sus creaciones. Quizá sea la mejor venganza ante la injuria de su martirio, la vindicta perfecta de su terrible calvario y el dolor causado por su muerte temprana.
Michelle Bachelet estará al frente de ese gran homenaje, la dama torturada en Villa Grimaldi, la agnóstica que cree en el ser humano y sus potencialidades creativas, la madre del sur, la galena que ha llevado con amor medicamentos a pacientes menesterosos. Al igual que Mandela y Gandhi: la Doctora Bachelet será distinguida por la historia como una líder que salió de los muros de la prisión, de las garras de sus verdugos; para hacer realidad la victoria popular y sembrar la paz, la reconciliación: honrando a los caídos.