“El hombre se ha hecho por la palabra
y todo lo que ha hecho y pueda hacerse está en palabras.”
Arturo Uslar Pietri (Caracas 1906-2001)
Cuando estoy en tránsito por el aeropuerto de Maiquetía, es para mí una rutina placentera llegar a sus librerías, son pequeñas pero están bien dotadas, algunas en la zona de embarque, otras en las zonas de los cafés a la salida, donde te esperan los taxistas acechantes y choferes portando carteles con nombres garabateados.
En mi último viaje, como acostumbro, llegué a comprar un libro. Esa vez elegí un poemario de Bernard Pozier, investigador y catedrático nacido en Trois Riviéres en 1955, Quebec; la provincia francófona de Canadá, un vasto territorio de 1.540.680 kilómetros cuadrados, ubicado en la costa este, poblado por unos ocho millones de personas, que en un 80% son nativos francoparlantes. El libro recién pagado tiene en su tapa una ilustración del alemán Caspar David Friedrich “Viajero junto al mar de niebla”, muestra un desierto helado, con picachos rocosos rodeados de bruma, como un mar de niebla sobre las tundras en el invierno glacial. El tomo es una joya editado en el año 2004 para la Colección Intercambio Cultural, un trabajo en colaboración con la Embajada de Canadá en Venezuela.
Bernard Pozier parte de la premisa: Todo está en el estilo y no en la forma en sí. Él se mueve como creador entre la poesía profunda y las modas pasajeras que han anidado en la literatura quebequense:
”El anciano en la montaña
la máscara de los presidentes
la boca del volcán
el conejo en la luna
los pasos de los astronautas
las líneas del horizonte
las palabras que nos moldean
la geografía de nuestros cuerpos
todas las huellas que creemos efímeras.
Y el nido de las grandes águilas calvas
donde se forja por siglos
el cuerpo del planeta”
A sus 56 años, Bernard Pozier es director de la Casa de la Poesía de Montreal, responsabilidad que alterna con sus clases de literatura y con sus conferencias alrededor del mundo. Su obra ha sido traducida al inglés, español, catalán, italiano, rumano, y macedonio. Es uno de los actuales candidatos de Canadá al Premio Nobel de Letras, junto a Leonard Cohen y Margaret Atwood.
En sus poemas refleja su gusto por el rock, por el beisbol, por el erotismo:
“Imagina a su padre como un ex Beatle
un ex Rolling Stone o ex Eagle
entre la entrada de los artistas y la salida de servicio
entre la adolescencia y la salida de emergencia
recuerda su infancia vivida entre bastidores”.
Sobre el amor más carnal nos dice:
“El milagro de tu cuerpo
casi tan yo mismo como el mío
él mismo casi tan tú misma, como el tuyo”
En su poema “En Boca“, hace referencia al equipo de beisbol que tuvo la ciudad de Montreal, Los Expos, lo reseña entre los grafitis y eslóganes publicitarios que hacen saber que perdieron otra temporada. En los Expos de Montreal militó nuestro compatriota caraqueño Andrés Galarraga, quien ha dado testimonio de lo hermosa que es esa ciudad, su vibrante vida cultural, una auténtica capital gastronómica. La sede de esa divisa de la Liga Nacional era el Estadio Olímpico, allí hicieron vida desde 1969 hasta el 2004.
En su texto “Huella” Bernard Pozier nos revela de su amor a las palabras y por el oficio de escritor:
“La tecla es la barrera de la palabra
la que detrás de la acción de la máquina
de pronto se ausenta cuando tecleo
heme aquí entonces
en un espaciamiento ajeno”.
Pozier es una referencia de “La ciudad de los cien campanarios, Montreal” una isla bañada por las aguas del río San Lorenzo, a ella le ha cantado:
“Tenía que atravesar grandes bulevares
llenos de tiendas y restaurantes
cantinas, garajes y centros comerciales
grandes avenidas con cunetas de concreto
delimitando el césped y los espacios florales”
Ha destacado como antólogo, con mucha repercusión por sus estudios sobre la poesía quebequense del siglo XIX y la lírica actual. Él considera a los poetas del Quebec: “Los latinos del norte”, hombres de la palabra que siguen luchando por su identidad, por mantener viva su lengua madre; el francés. Con un alto sentido independentista, buscan que al Quebec se le llame por su nombre, libre del vocablo Canadá.
Entre mis esperas en la terminal varguense, intranquilo por los retrasos bochornosos de los vuelos nacionales, por el ajetreo de los infinitos viandantes y por las colas de chequeo, me llegó el sosiego y el confort como recompensa al leer el libro del maestro Bernard Pozier, que acompañado de un café, simplemente, fue un boleto al deleite:
“He venido de un país de leyendas
se camina sobre las aguas a mitad de año
nuestro desierto está varias veces al revés
frío cíclico, incoloro, efímero
y nuestra lengua es extraña al resto del continente”
Pido larga vida para el maestro Bernard Pozier, que mantenga latente su pasión por el Quebec, la pequeña patria, “que a su garganta sube y muerde en el corazón”, como lo dijo su paisano Gaston Miron.
Twitter: @leonmagnom