“Yo viejo rescatador de tuberías muertas,
hombre electrocutado en las profundidades”
Carlos Contramaestre (Mérida, 1933-1996)
El 14 de diciembre de 1922 en la tierra de pescadores, de joviales hortelanos y labradores; con nombre de planta medicinal, Cabimas, comenzaba a amanecer con un clima benévolo, la temperatura era moderadamente cálida, y hacía buena brisa que llegaba en ráfagas desde el lago. Al final de la madrugada, los aldeanos sintieron un estremecimiento, las aves se recogieron súbitamente, el aire revuelto traía olor a resinas rancias: se estaba produciendo el reventón del pozo petrolero El Barroso; ese hecho que colocó a esa modesta ciudad de la Costa Oriental del Lago en todos los periódicos del mundo, en los teletipos del orbe, y posteriormente; en la cartografía mundial.
Lo que había sido una bahía de pescadores, de cultivadores de frutas y maderas, se convirtió en un puerto de confluencias étnicas, de inmigrantes solitarios, de extranjeros que llegaban a explotar la riqueza del subsuelo. Estaba naciendo la capital petrolera de América.
Renato Aguirre González en 1986 describió ese suceso en su gaita “Aquellos lejanos días”, grabada por el conjunto Los Compadres del Éxito, esa pieza relata el hecho pionero que cambió súbitamente la vida de los cabimenses, sustituyó los conucos por las cabrias:
“El Zulia perdió la razón
cuando hubo el reventón
de petróleo en El Barroso,
y el pueblo gozoso
miró con asombro el pozo
que enriqueció a la nación”
Cabimas es una palabra Caribe, designa el árbol copaiba, según documentó el investigador Javier Fernández, quien fue Director de Cultura de la Universidad Nacional Experimental “Rafael María Baralt” (UNERMB). El Diccionario de la Real Academia Española define el vocablo copayero: “ (m) Árbol de la familia de las Papilionáceas, propio de América Meridional, que alcanza de 15 a 20 metros de altura, copa poco poblada, hojas alternas compuestas de un número par de hojuelas ovaladas, enteras y lustrosas, y flores blancas de cuatro pétalos, en espigas axilares. Su tronco da el bálsamo de copaiba”.
La palabra copaiba llegó al español proveniente de la lengua portuguesa, desde el Brasil selvático, donde se consiguen hasta 20 variedades de ese árbol imponente.
Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, visitó Cabimas y la describió en una entrevista para la revista italiana Cittá, como un lugar deprimente, que por mucho tiempo fue la principal fuente de petróleo del continente. Él la visitó alrededor del año 1970, llegó hasta la casa-taller del pintor Rafael Vargas (1915-1978), quien trabajaba además como agricultor y tallaba maderas con gran talento. Sobre la obra de Vargas, el oriental Galeano expresó: “Rafael no pintaba la realidad que le rodeaba, sino la que necesitaba”. Utilizaba colores luminosos, para pintar una tierra de grises. Eduardo declaraba: “Era un lugar oscuro, tristísimo; porque el petróleo había matado todo lo que había tocado, no había más verde en Cabimas”. De esa visita le nació la frase “Cabimas es el pezón de América” al referirse a la riqueza que por sus pozos ha manado.
La ironía de ser tan rica en su subsuelo y a la vez, vivir con tantas necesidades en su superficie, la reflejó Bernardo Bracho cuando interpretó “Cabimas” con el Barrio Obrero en 1965, gaita de la autoría de “Chinco” Rodríguez:
“Siempre siempre en el olvido
a Cabimas la han echado
ella es la que más ha dado
y menos ha recibido”
Desde los años 50 muchos músicos llegaron a Cabimas para tocar en los clubes de la compañías petroleras transnacionales: Shell, Venezuela Oil Company, Creole Petroleum Corporation. Llegaban desde Estados Unidos y Europa, eran excelentes pianistas, saxofonistas, guitarristas que llenaban de notas y síncopas las tardes y las noches de tragos de los ejecutivos petroleros: los dandis del negocio.
Las calles de Cabimas se llenaron de margariteños, falconianos, trujillanos que llegaron para comenzar una nueva vida como hombres del petróleo. Llegaron expertas cocineras, meretrices de pueblos lejanos, para atender a los obreros solitarios que llenaban los lupanares a las orillas del lago, después de sus extenuantes jornadas de trabajo. El 14 de diciembre 1936 se generó la primera “Huelga petrolera”, noticia que llegaría a las salas de redacción del mundo entero, donde los trabajadores que sacaban el “mene” de la entraña profunda de la tierra, exigían hielo para atenuar el opresivo calor en los campos petroleros, y otras reivindicaciones a las compañías trasnacionales.
En Cabimas nació el primer grupo de rock del país, hacia 1959, “Los Thunderbird”, que luego se convirtieron en “Los Impala”. Así lo registró el investigador Gregorio Montiel Cupello en su libro “La Historia del Rock en Venezuela” de 2004, editado por la Fundación Bigott. Eso respondía a la influencia de la música norteamericana y al manejo del idioma inglés en los campos petroleros.
Grandes pianistas se formaron en las calles cabimenses, como Eladio Oduber, quien es un respetado jazzista en Brasil; Francisco Morales, el concertista que reside en Holanda; y Pablo Castellani, quien ha sido director de la banda de José Luis Rodríguez y de la orquesta de Ricky Martin. Allí también nacieron los importantes conjuntos gaiteros: Barrio Obrero fundado en 1955 por Héctor Silva Narváez, furrero oriundo de Pampatar; Gran Coquivacoa, en 1968, bajo la égida de Santos Nucette en un principio, y en 1969 se anexó Jesús Petit y la figura titánica del monaguense-cabimense Nelson Martínez como voz y compositor líder de esa divisa; y Las Dinámicas de Cabimas fue otra agrupación del lugar, conformada por mujeres que ejecutaban la gaita con mucho carisma y animación, en la década de los 70.
También ha sido cuna de grandes artistas plásticos como Emerio Dario Lunar (1940-1990). De importantes cantautores como Bernardo Bracho, Neguito Borjas, Jaime Indriago, José “Bambaíto” Guzmán. De cantantes de la talla de Ronald Borjas, Juan Carlos e Iván Arcaya; y músicos del alto nivel como Julito Rivera, Humberto Casanova, Carlos “Condorito” Vargas, Marlon Alaña, Nano Silva y Morris Ocando. Cabimas es una cantera de cantantes con gran clase, como Oscar y Beto Borjas, Nilka Riera, el gran Chavín y Oscar Arriaga; tierra de creadores, de intelectuales del tenor de Dionisio Brito y la doctora Marhilde Sánchez. Con figuras de la radio y televisión como Neyla Moronta, Jaime Romero, Marlon Daboín, el legendario Al Castro y sus “Mañanitas gaiteras”.
Neguito Borjas, el cantautor nacido el 3 de febrero de 1956 en el sector Punta Icotea, hijo de la cantante Hilda Rosa Urdaneta, quien integró Las Estampas Líricas, y del guitarrista Abdénago Borjas, en 1987 compuso una gaita biográfica llamada “Punta Icotea”, premiada como la “gaita del año”. En ella describe a la ciudad-aldea de su infancia:
“Punta Icotea es el barrio
donde viví cuando niño
lleno de historia y cariño
por mi Virgen del Rosario
Cabimas es un santuario
de tantos recuerdos míos”
Otra de las manifestaciones poderosas de la cultura y el sentir cabimense es la devoción a San Benito, el santo negro que llegó desde Palermo, Italia. Por tradición al santo lo visten de azul, según los cronistas, fue un cristiano parrandero y milagroso: sanaba a los postrados y les llenaba el corazón de alegría. Los creyentes más longevos cuentan que San Benito realizó el milagro de parar el chorro de petróleo del Barroso, que alcanzó 70 metros de altura. Fue al décimo día de su estallido, había manado cerca de 90.000 barriles de petróleo por día, generando lagunas del aceite negro alrededor del pozo. La devoción por San Benito incluye a los ejecutantes de la batería de tambores, llamados chimbangleros, y a un grupo de vasallos que lo cargan en procesión. Su día se celebra el 27 de diciembre, con una misa solemne en la catedral y luego la procesión por las calles repletas de feligreses, al son de los tambores salpicados de ron.
La gastronomía cabimense tiene su base en la comida en coco, pero tiene la influencia de los ajíes andinos, la sazón del chivo que trajeron los falconianos, la preparación del pescado de los sucrenses y margariteños, y la exquisita dulcería criolla, que debe su aporte de los trinitarios. Las poderosas arepas cabimeras son un manjar multicalórico, muy distintas a las del resto del país.
La palabra Cabimas, además de referirse a un árbol sanador, representa la mayor injusticia cometida en territorio americano, el saqueo más brutal, la peor compensación económica a un siglo de aportes y dividendos sustanciales. A esa ciudad ancestral, que tenemos dibujada en la memoria y en el afecto, con sus sectores fundacionales, Ambrosio, Punta Icotea y Rosa Vieja, los marabinos la señalaban desde la orilla occidental como la “zona de los cabimos”, que luego transformaron en la “zona petrolera”.
El himno de Cabimas escrito por Víctor Vega, resume en su estrofa la grandeza de la ciudad:
“Tu orilla lacustre vibró,
de tu entraña brotaba rugiente
el petróleo con Dios te premió.
En tu suelo nació el copaiba
cual legado su nombre te dio”
Espero que algún día, Cabimas sea una zona urbanística orgullo del Zulia, un polo de desarrollo, y sea reconocida como la tierra de la gaita y los copayeros: orgullosa y vindicada.