Si alguien en Venezuela tiene fama de parrandero y echador de broma, ésos son los marabinos. No en balde el dicho de que “Maracucho bueno se muere chiquito”. Y justamente, las navidades más largas del país se celebran en la capital del Zulia. La ciudad la adornan y engalanan antes del 18 de noviembre, día de la Virgen de la Chinita, y con motivo de la feria homónima queda lista para la temporada navideña y de año nuevo.
Esta costumbre la inició el actual gobernador Manuel Rosales cuando fue alcalde de Maracaibo. Rosales venía de Acción Democrática, se dio cuenta que la descentralización imponía un nuevo tipo de servidor público y comenzó a copiar el ejemplo de Chacao. Por aquellos días de los años noventa le decían “Irene” Rosales.
Al mismo tiempo, Francisco Arias Cárdenas era gobernador y, como buenos enemigos políticos (uno adeco y el otro un ex militar golpista), empezaron a competir en una justa que la ganó el ciudadano maracaibero.
De ser una de las ciudades más sucias y feas del país, Maracaibo se convirtió en una de las urbes más limpias y bonitas de Venezuela a lo largo de un período que comenzó a mitad de los noventa y en el que esta capital experimentó un profundo cambio.
Su población llegó a los dos millones de habitantes, se inició el rescate y mantenimiento de calles, avenidas, autopistas, plazas, parques, aceras, bulevares, caminerías y monumentos; abrieron nuevos espacios culturales como el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez o el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, y se remodeló el emblemático Teatro Baralt; se han inaugurado nuevos centros comerciales como el Lago Mall, el Doral Mall y el Sambil Maracaibo, y han surgido cualquier cantidad de nuevos restaurantes, cafés, tascas, bares y locales nocturnos que siguen alimentando la personalidad alegre y explosiva de los maracuchos.
Ahora, si bien Arias Cárdenas ya no es líder local, la competencia política continúa. Rosales como gobernador del Zulia y Gian Carlo Di Martino como alcalde de Maracaibo comenzaron como aliados políticos, pero al tiempo rompieron y se reeditó el forcejeo Arias-Rosales.
Por todas partes uno ve vallas que exaltan la obra de Rosales (figura de la oposición) y otras que destacan la labor de Di Martino (que se arrimó al chavismo).
A todas éstas, el habitante marabino ha seguido ganando y se siente más orgulloso que nunca de su metrópolis (“La primera ciudad de Venezuela”, según el slogan de Di Martino).
Mas, las gestiones de Rosales y Di Martino no aguantan una lupa primermundista. Por supuesto que lo que se inició con Arias-Rosales-Di Martino es mucho mejor que lo que tuvo anteriormente el Zulia en materia de gobernadores y alcaldes. Pero a decir verdad, en todo esto hay mucho de maquillaje “por donde pasa la reina”.
La miseria y la pobreza están ahí (imposibles de obviar); cuando uno se interna Maracaibo adentro se topa con muchas calles que urgentemente necesitan asfaltado, y en todo este tiempo, a pesar de las plazas y jardineras rescatadas, es una modalidad que los carros se estacionen encima de las aceras y el peatón tenga que pasarse a la calle.
Así mismo, una parte de Maracaibo (el Noreste, equivalente al Este caraqueño), está muy bien, pero el Noroeste (comparable a Catia o Caricuao) en protesta por su abandono ha comenzado un movimiento para formar un municipio aparte: Maracaibo Oeste.
Mas, como sea, el “ejemplo que Maracaibo dio” es una referencia imprescindible y a tomar en cuenta para tener en Venezuela ciudades más humanas, vivibles, habitables y estéticamente estimulantes, lo que también es muy importante para la evolución y refinamiento cultural y espiritual de nosotros seres humanos.
Y lo que no está reñido con la idiosincracia jolgoriosa de un pueblo, por lo contrario, es un motivo más para salir a la calle.
Barreto, Bernal, Rangel Avalos… Tienen la palabra.