Le agradezco a Vila-Matas el que escriba en español, a pesar de ser muy catalán (Barcelona, 1948) y de hacer de su ciudad natal un constante personaje vivo en su narrativa. Lo conocí en Cartagena, Colombia, en el “Sí hay festival” de 2006, fue el invitado más relevante de esa edición. Tuve el honor de entrevistarlo para Atel Televisión por 30 minutos; es un hombre de respuestas contundentes, mirada fija, le gusta dibujar en sus libros antes de firmarlos. La entrevista la hicimos en la librería de un hotel cercano al Teatro Heredia, epicentro del evento literario en la ciudad amurallada, le sirvieron un whisky a las rocas, que logró ocultar entre algunos libros, mientras bebía en las pausas de mis preguntas.
Desde entonces, he leído con mucho placer sus libros: “Bartleby y compañía” (2001), “París no se acaba nunca” (2003), “La Dublinesca” (2010); recién he disfrutado su última publicación: “Mac y su contratiempo” (2017) una genialidad del catalán. Todos sus títulos son obras memorables, es un maestro de la ironía, del humor sofisticado, de una narrativa en mixtura con el ensayo y violentos flashes de poesía.
Mac es otro de sus personajes único, vive un paroxismo como aspirante a escritor, desempleado, obsesionado por copiar a un vecino del barrio barcelonés El Coyote. Toda una aventura de la imaginación con personajes muy particulares:
El sobrino odiador del escritor admirado, los tertulianos del viejo bar Tender, los mendigos malmirados, algunos seres tomados por la envidia más rastrera, amantes que parecen marchar entrelazados con almas distantes. En “Mac y su contratiempo”, el estilo de la prosa vila-matasiana es diarístico, con capítulos breves. La vida acaba cada día y el escritor va creando nuevos mundos al contar su azarosa vivencia.
Su obra está conformada por una treintena de títulos y comienza a oler a Premio Nobel. Hasta ahora ha recibido los reconocimientos:
- Rómulo Gallegos (2001)
- Premio de la Crítica (2002)
- Herralde (2002)
- Médicis (2003)
- Formentor (2014)
- FIL (2015)
- Nacional de Literatura Catalana (2016)
En la página 13 del libro “Mac y su contratiempo” el maestro Vila-Matas narra:
“Tengo motivos para sentirme mejor que cuando me ganaba la vida como próspero constructor. Pero esa felicidad –llamémosla así- no es algo que esté precisamente deseando que perciban los demás. No me gusta ningún tipo de ostentación. En mí siempre ha habido una necesidad de pasar lo más inadvertido posible. Y de ahí mi tendencia, siempre que es posible, a ocultarme.” (Seix Barral, 2017).
Vila-Matas hace que la rutinaria cotidiana se haga por momentos prodigiosa, los cuentos que ha tramado el envidiado escritor vecino, de la más pura ficción, se convierten en el diario transitar de los personajes: la quiosquera, los jubilados, el sobrino odiador y la gente que le hace coro en sus tertulias mojadas en ginebra:
“Una noche le despertó el ruido de la lluvia contra las ventanas y pensó Basi en su joven esposa en una tumba húmeda Esto era nuevo para él, porque hacía tantísimos años que no pensaba en su mujer que su recuerdo le hacía sentirse violento. Se imaginó la tumba descubierta, hilillos de agua serpenteando por todas las direcciones, y su mujer, con quien se había casado siendo ambos de edad desigual, yacía sola en medio de una humedad cada vez mayor. Ni una flor crecía en su tumba, aunque él juraría que había contratado el servicio de cuidado perpetuo”.
A Enrique Vila-Matas lo considera el grueso de la crítica, la voz más original de la actual España, un renovador, sobresaliente narrador en el mapa europeo, con una rutina diaria de largas caminatas al atardecer y con extenuantes jornadas de escritura. Ha afirmado: “Para mí escribir es corregir”, autor que se aproxima a las siete décadas de vida, con una gran lucidez, un maestro del humor inteligente. Algunos lo acusan de producir lectura adictiva entre sus seguidores. En todo caso, seguiremos leyendo a este clásico contemporáneo de las letras hispanas.
León Magno Montiel – @leonmagnom – leonmagnom@gmail.com