En Los Puertos de Altagracia, ciudad de historia y cuna de grandes héroes de nuestra independencia, nació el 25 el mayo de 1915, Gabriel Bracho Oliva, el artista plástico más universal del estado Zulia. Premio Nacional de Artes Plásticas y quien hizo de su arte un instrumento para la denuncia, la acción política y el conocimiento de la historia de nuestro país y de América.
En el casco histórico de Los Puertos de Altagracia se conserva su casa natal convertida hoy en El Museo “Gabriel Bracho”, en donde se exhiben una importante colección de sus obras de caballete y un mural de 120 metros cuadrados titulado: “Los Puertos y El Petróleo”.
Nace en una región petrolera donde se originan los primeros conflictos obreros. Esto marcará la vida y el arte de Gabriel Bracho. Creció y se hizo hombre en una Venezuela que dejaba de ser un país agrario, para convertirse en una nación con una economía rentista-petrolera que permeó todos los estratos sociales en forma violenta y rápida. Grandes masas de población campesina abandonaban la tierra y se marcharon a las ciudades, donde conforman los grandes cinturones de miseria.
Un artista de pensamiento plástico comprometido y consecuente con sus convicciones políticas. En el contenido de la obra que nos dejó sobresalen los temas históricos, las luchas sociales y laborales. A través de su pintura ejerció su militancia política y mantuvo su espíritu revolucionario, sin ceder a los gustos del momento ni a la particular demanda de los voceros oficiales y críticos de su época, a los que siempre enfrentó.
Gabriel Bracho le imprimió a sus palabras la misma pasión que expresara en sus pinturas. Su arte fue, es y será antiimperialista y antifascista. Se consagró a una obra de inquebrantable lucha social por el bien común. Es aquí donde reside su más valioso aporte a la pintura y es -desde ese punto de vista- que se debe juzgar y apreciar su obra. “Mi pintura no es para decorar apartamentos; pero si usted quiere asombrarse o aterrarse antes las cosas que suceden en el mundo y esto le sirve, cuélguela en sus paredes”, afirmó el propio artista en una ocasión.
En la obra de Gabriel Bracho observaremos una gran cantidad de figuras que no están separadas por la línea del dibujo y se funden en una abigarrada propuesta estética gestual, que recuerda las concentraciones del pueblo en sus luchas por las reivindicaciones políticas y económicas, salvo en las ocasiones en que el artista aborda el retrato, o alguna figura simbólica del acontecer político nacional o internacional.
No es una obra para complacer, para decorar espacios, es una obra que grita, que canta, que expresa grandes verdades y, algunas veces, agrede. En una entrevista sobre su vida, Bracho comentó: “Si algo de cartelario, anecdótico, sectario o historicista posee la obra que realizo, habrá que aceptarse como parte de mi contexto humano y cultural”.
Gabriel Bracho escogió su destino artístico, al cual permaneció fiel durante toda su vida y nos dejó una obra con una profunda reflexión, histórica y social. El gran artista del realismo social brasileño, Candido Portinari, con su profunda sencillez, habla de la obra de Bracho: “El pintor social cree ser el intérprete del pueblo, el mensajero de sus sentimientos. Es aquel que desea la paz, la justicia y la libertad. Es aquel que cree que los hombres pueden participar de los placeres del Universo. Oír el canto de los pájaros. Ver las aguas de los ríos que corren fecundando la tierra. Ver el cielo estrellado y respirar el aire de las mañanas sin lluvia. Sin ningún otro pensamiento que el de fraternidad y paz. Hombres viviendo en un clima de justicia. Donde no haya niños hambrientos. Donde no haya hombres sin derechos. Donde no hayan madres llorando y viejos muriendo a la intemperie”.