“El genio se compone de dos por ciento de talento
y, noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación”
Ludwig Van Beethoven (Alemania, 1770-1827)
Gilberto Santa Rosa nació en el barrio de los gigantes de Puerto Rico, Carolina, el mismo que vio nacer a Roberto Clemente, el pelotero latino más estelar de todos los tiempos. Gilberto vio la luz el 21 de agosto de 1962, el mismo año que el pianista Rafael Ithier fundó El Gran Combo de Puerto Rico, la orquesta estandarte, el icono sonoro de la identidad borinqueña. Carolina está en el noreste, mira al océano Atlántico, con sub-barrios cargados de gente talentosa y de música caliente en sus solares, es una zona industrial y turística pujante. Puerto Rico es una ínsula musical, una cantera de talentos inconmensurables, en ella nacieron Tito Rodríguez, Rafael Cortijo, Daniel Santos, Andy Montañez, Danny Rivera, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano y el sonero mayor Ismael Rivera, en la celebérrima calle Calma. Esa es la gran heredad musical de Santa Rosa.
Gilberto Santa Rosa Cortés es el segundo hijo de un mapeador insigne, Don Gilberto, fino trazador de planos catastrales y de Ana María Cortés, una operadora de computadoras, fue pionera en la isla en el campo de la informática, además, es una mujer poseedora de alta sensibilidad musical. Desde muy niño afloró la vocación de cantante en Gilbertico, ganó concursos en la escuela primaria, participó en jaranas familiares, era buen cantor y declamador de décimas puertorriqueñas, con una capacidad innata para improvisar versos.
Profesionalmente comenzó a cantar a los 15 años, primero con la Orquesta Grande en 1978, luego entró a la orquesta del coterráneo cangrejero Tommy Olivencia, el respetado maestro de la trompeta y reconocido director de bandas. Desde el año 1981 formó parte de la Orquesta de Willie Rosario, llamado “Míster Afinque” en los recovecos de la música afrolatina. En 1986, Santa Rosa comenzó su exitosa carrera en solitario, desde entonces ha grabado 26 álbumes que le han ganado fama en todo el continente, ha alcanzado premios muy importantes, siempre con el apelativo de “El caballero de la salsa”.
La Real Academia de la Lengua Española nos dice que el término “caballero” significa: “hombre que se porta con nobleza y generosidad”. Ese concepto denota el estilo de vida de Santa Rosa en su tránsito vital, él ha mantenido un gran respeto por su público y por sus colegas músicos, siendo un colaborador generoso de causas altruistas. Muestra de ello, fue la campaña realizada en el Bronx, Nueva York, contra la violencia de género, participó a petición del propio alcalde neoyorquino del momento Michael Bloomberg. Esa campaña está plasmada en la página web del cantante puertorriqueño www.gilbertosantarosa.com, en la misma finaliza diciendo: “La mujer es para quererla. Por eso, ser un caballero, nunca pasa de moda”.
Actualmente Gilberto Santa Rosa se hace acompañar de una orquesta novedosa, conformada en su mayoría por mujeres. Son damas bellas que ejecutan con arte supremo la percusión, los teclados, los instrumentos de vientos. Conforman un coro de amazonas musicales; son las valquirias de la cadencia. Esa idea la concretó como un tributo a la mujer del Caribe, según sus palabras: “signada por ser talentosa y luchadora”. Aunque ha sido banalizada en la actual “Civilización del espectáculo” en la que vivimos, tal como la ha descrito Mario Vargas Llosa en su revelador ensayo publicado por Alfaguara en 2012. Las féminas han sido reducida a la categoría de objeto del deseo, compañera de placer, placebo carnal para vender productos de toda índole. Gilberto con su canto y con su trabajo las ha reivindicado.
Desde la antigüedad los nombres nos definen, nos marcan un camino, el significado del nombre de cada persona está ligado a la esencia de su ser. El nombre “Gilberto” es germánico y significa “arquero famoso”, o quizá; “famoso por sus flechas”. Podemos afirmar que en el caso de Santa Rosa las flechas son sus canciones románticas, sobre todo en el género salsa, que siendo una forma musical de los arrabales, de los tugurios de nuestras urbes centroamericanas, él la vistió de gala y la orquestó con sinfonías, la trajeó de frac y levita. La transformó en música multitarget.
En Nueva York retumbaron los aplausos que el caballero Gilberto levantó en Manhattan, se escucharon sus ecos producto de su concierto sinfónico en el histórico Carnigie Hall, un templo de la música, con sus ladrillos centenarios. Con una centena de músicos sonando en su plató, en el escenario con 125 años de antigüedad, Santa Rosa soneó con maestría por dos horas, dirigido por el maestro Cuco Peña. Antes lo había hecho en el Teatro Bellas Artes de Puerto Rico con igual éxito. El álbum que se originó de esos conciertos fue récord en ventas, donde el sonero boricua animó, hizo chistes e inspiró magistralmente, y todo con absoluta solvencia, con gran carisma y elegancia.
Él es un manifiesto admirador de su paisano Tito Rodríguez, un estudioso de su canto elegante. Por ello en 1992 realizó un álbum con su música, sus boleros y guarachas emblemáticas y lo tituló “A dos tiempos de un tiempo”. Por él recibió los mejores reconocimientos, obra donde logró unir sus voces digitalmente, a pesar de que Tito murió en 1973 debido al zarpazo de la leucemia, y en ese momento aciago, Gilberto solo tenía 10 años de edad, apenas comenzaba a cantar décimas, bombas y plenas en los actos de su escuela elemental.
Venezuela ha sido una de las plazas que mejor ha sustentado la carrera de Santa Rosa, con llenazos en el Teatro Teresa Carreño, con giras por todas las ciudades de nuestro país. Él ha profesado su admiración por Simón Díaz, a quien le grabó “Caballo Viejo”, y por la Súperbanda Guaco, habiendo realizado grabaciones muy exitosas. La primera en 1991 con el tema “Ya no eres tú”.
Cuenta su amigo Gustavo Aguado, el líder histórico de Guaco, que Gilberto llegó al estudio con su mánager y este quiso presentarlos: “Mira, él es el señor Gustavo, ellos son los muchachos…” y el sonero de Carolina lo interrumpió y dijo: “Si, claro, los conozco y los admiro. Dame tono y vamos a grabar: camínalo”. Junto a Gustavo Aguado ha realizado varios eventos, tienen planes de producir un álbum “Gilberto le canta a Venezuela con Guaco”, solo con repertorio dedicado a nuestra patria, seleccionado por el boricua.
En su álbum “Irrepetible” comparte un tema: “Ella” con la súperbanda zuliana, obra de José Alberto Quiñones, que a su vez, estuvo inserta en el álbum “Guajiro”. Grabó para el álbum 2012 de Guaco “Escultura”, el tema “La cremita”, excelente songo, que ocupó los primeros lugares de las carteleras musicales en Caracas, San Juan de Puerto Rico, Cali y Bogotá.
Además de su imbricada conexión con Guaco, Gilberto ha estado muy cerca de la gaita, en el año 1997 grabó con el conjunto Maragaita el tema “Esto es decir Venezuela” a dúo con Carlos Méndez, de la autoría de Rafael “Pollo” Brito y Pedro Urea. Ese tema que se ha convertido en un clásico, es una sólida referencia de calidad interpretativa.
También ha cantado en la Feria de la Chinita “Virgen Guaquera” con excelente rítmica y propiedad, siguiendo así la tradición de los boricuas que han interpretado bien la gaita, como Chucho Avellanet con el conjunto Rincón Morales “Piraguas de mi Lago” en 1979, del compositor Rafael Rodríguez. Andy Montañez, el sonero de Tras Talleres grabó el tema “De la Pastora al Saladillo” con la agrupación Todos Estrellas, de la autoría de Wolfang Romero y Papi Zuleta, y sonó en toda Venezuela. Otro tema, “Tarjeta de navidad”, la parranda decembrina del cabimense Jaime Indriago, Gilberto la versionó en su producción navideña del año 2009, logrando un enorme éxito. Quizá esto se explica porque los boricuas tienen formas musicales decembrinas muy parecidas a nuestra gaita, que acompañan con el tradicional cuatro puertorriqueño:
“Toma mi tarjeta
cuélgala en el árbol
pégala en la puerta
métela en el álbum
toma mi tarjeta
de la navidad”
(Rincón Morales, 1989)
Han sido muy celebrados los dúos que ha realizado Gilberto Santa Rosa con Oscar D’León en la entrega de los Premios Grammy Latinos” en la ciudad de Los Ángeles, con Víctor Manuel el joven salsero, con el poeta Rubén Blades en concierto multitudinario en la isla del encanto y en su último álbum. Con su mentor Cheo Feliciano en la década de los 90, con Andy Montañez en el homenaje al Gran Combo. Recientemente hizo dúo con Felipe Peláez, el nuevo astro del vallenato, joven nacido en Maicao, Colombia, el 7 de febrero de 1976.
En 1984 Santa Rosa contrajo matrimonio con la productora Nélida Acevedo, matrimonio del cual nacieron tres hijos: Miredys, Gilberto Joel y Omar. En 2004 fue formalizada la separación definitiva y contrajo matrimonio con Alexandra Malagón en París y se radicaron en República Dominicana, país donde la carga impositiva a su carrera artística es más benévola. El 6 de junio de 2013, Santa Rosa adquirió la nacionalidad dominicana, vía “ius maritagii” (derecho por matrimonio), por sus segundas nupcias con la bella actriz Malagón, quien es presentadora de televisión y modelo dominicana de gran prestigio, tiene un grado universitario en comunicación social.
La música es la dueña del mundo de Santa Rosa, ella puebla su atmósfera, llena todos sus intersticios. En 2014, lanzó el disco “Necesito un bolero”, a su estilo, cuenta historias llenas de pasión, temas de amor y desamor desbordantes de emoción y sentimiento. En ese álbum contó con colaboraciones de los grandes de la música, como Marco Antonio Solís, Natalia Lafourcade, Eugenia León y Lena Burke.
Gilberto es un caballero andante, él va con su armadura de melodías y su lanza de sones en ristre, por grandes ciudades, derribando los molinos de viento y empujando con sus notas los pesares y las tristezas. Es un ciudadano universal, hijo privilegiado de la musicalidad caribeña, quien le quitó los harapos al género afrolatino y le colocó un atuendo distinguido, levantando aplausos en los teatros más remotos:
“Yo soy el muchacho de la esquina
el que en un bembé se inspira
en una fiesta de San Juan,
yo soy el enamorado que un día
brinca la reja a hurtadillas para una serenata dar.
Traigo la vida y la mañana en mi cantar
la vellonera y la sinfónica también
y es que yo canto a todo lo que pudo ver y ser
en este mundo de injusticias y deber”
(Glenn Monroig, Santurce 1957)
La lírica de ese tema “Yo soy”, grabado por Gilberto en 1991 junto a su ídolo Cheo Feliciano, es la mejor definición de lo que representa para nuestra cultura caribeña: El señor de la salsa y el bolero, un ser que nació para cantar, para llevar melodías que acompañan la soledad de mucha gente, la que lo sigue y acepta su mensaje, y lo considera parte de su cosmos sonoro.
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