“Dios guardián cristalino de las guitarras,
ahora más tristes,
penden y esperan de tus manos”
Luis Alberto Spinetta (Argentina, 1950-2002)
El talentoso músico argentino Gustavo Cerati, al momento de cumplir los 53 años de edad, llevaba 27 meses sumido en un coma profundo. Luego de un concierto que marcó el final de su gira latinoamericana “Fuerza natural”, realizado en Santiago de León de Caracas, el 15 de mayo de 2010, sufrió un colapso, se descompensó y comenzó a alejarse poco a poco de la vida. Fue hospitalizado de emergencia, en medio de una gran confusión. Su leal sonidista Adrián Taverna, relató a los medios: “Gustavo sintió cuando se le paralizó medio cuerpo, su boca se convirtió en una fea mueca, y no sentía su brazo derecho”. Más tarde, los neurólogos reportaron que se agudizó su estado patológico y sufrió una isquemia cerebral muy grave, que lo mantuvo en un mundo de sueños y silencios. No presentó patologías agregadas a su mal, según los galenos tratantes, por tanto, siempre hubo esperanzas de que despertara el bonaerense, y que volviera a la música; pero eso nunca pasó.
“El flaco Gus” nació el 11 de agosto del año 1959 en Buenos Aires, hijo de Lilian Clark una descendiente de irlandeses de melancólicos ojos azules y mucho tesón. Su padre fue Juan José Cerati, un ingeniero que hizo carrera en la industria petrolera transnacional. Desde los nueve años de edad Gustavo tocaba la guitarra, cantaba, componía canciones con soltura. Pero a partir de 2010 permaneció acostado, inerte, mientras sus familiares esperaban el milagro de verlo levantarse y proseguir con su vida. Todos esperábamos verlo abandonar ese mundo de mutismo tan parecido a la muerte, sobre todo porque él era un creyente, a su modo, solía orar. En algún concierto dijo: “Cuando pienso en Dios, pienso en esa energía que se expresa a través de tantos siglos”.
Su episodio isquémico cerebral se produjo luego de su presentación en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, miles de seguidores ceratianos colmaron el campus universitario, esa noche hizo un calor húmedo en el valle del Ávila, y según su amigo Taverna, su cofrade y cómplice durante dos décadas: “La banda sonó vigorosa y compacta, como un órgano vivo”. En un principio la situación que afectaba a Gustavo parecía solo un desvanecimiento, un pico tensional, quizá producto de la agotadora gira de conciertos, las excesivas rumbas, las posteriores resacas y la letal compañía de dos o tres cajas de cigarrillos, cada día, como un enemigo íntimo. Con el transcurrir de los días, la espera y la agonía de sus seguidores creció, a medida que imperaba su silencio y su inmovilidad: como si se tratara de una estatua acostada, sin mayor ilusión de vida.
En algunas ocasiones, pacientes que han estado comatoso profundo, han despertado, han sobrevivido, aunque el porcentaje es bajo. Miles de fanáticos del trovador Cerati aguardaron ese instante prodigioso, oraron por un desenlace milagroso.
Desde el año 1984 los seguidores del rock latinoamericano lo habían escuchado con la banda Soda Stereo, con ellos grabó 14 álbumes, creó un sonido particular de guitarra que aún vive en los tímpanos de los melómanos. Desde los 9 años Gustavito estudió guitarra, con 14 años actuaba con un trío de adolescentes y siendo estudiante de media formó parte del coro de la iglesia. En la Universidad del Salvador estudió publicidad, en esa casa de estudios comenzó a realizar descargas y conciertos de rock donde destacaba por su natural talento y su gran carisma.
El médico tratante en Venezuela, Doctor Vladimir Fuenmayor, al inicio fue optimista con su pronóstico, luego admitió que padecía una peligrosa inflamación del cerebro, la vida de Cerati pendía de un hilo muy frágil, por ello procedieron a operarlo de emergencia, para drenar la sangre contenida en su cráneo. Los galenos argentinos que lo recibieron un mes después, luego de descender del avión-ambulancia, informaron que le habían retirado el respirador y que no presentaba problemas nutricionales. Según comentó su madre Lilian: “Gustavito se había manifestado (no sabemos exactamente con qué gesto), él mostró alegría cuando le coloqué música en su lecho de enfermo”.
Cerati estuvo unido a dos esposas: Belén Edwards, de 1987 a 1991. Y Cecilia Amenábar de 1992 a 2002, la chilena con quien tuvo sus dos hijos. Su novia al momento de la crisis de salud, era la modelo argentina Chlóe Bello, tenía 22 años de edad, una elegante rubia; fue víctima de los comentarios provocadores en la prensa rosa: la tildaron de ser culpable del desenlace fatal del rockero. Ella ha catalogado de “pavadas” esos comentarios amarillistas. Se atrevieron a afirmar: que ella lo inducía a abusar de las juergas, de algunos medicamentos y del alcohol. Chlóe respondió a esos medios: “Me parece no solo un irrespeto a mi persona, sino lo más lamentable, hacia él, solo porque estábamos enamorados hasta las pelotas”.
Después de trasladarlo en el avión-ambulancia hasta Buenos Aires, la familia del músico porteño le pidió a Chlóe que se alejara de él. Poco después de declararse la gravedad de Cerati, ella fue fotografiada en discotecas divirtiéndose, lo que encendió la ira de los seguidores ceratistas, de sus familiares y amigos más leales.
La obra musical de Gustavo Cerati es vasta, con su voz baritonal y su guitarra amada, logró dejar en la memoria colectiva temas inmortales, como:
- “La ciudad de la furia”, del álbum “Doble vida” de 1988, un recorrido por los encuentros eróticos en la megalópolis de Buenos Aires: “Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas”.
- “Té para tres”, del álbum “Canción animal” de 1990, creada por Gustavo cuando se enteró de la enfermedad terminal de su padre Juan José Cerati. La canción describe el momento cuando luego de retirar unos exámenes médicos, su padre se enteró que su cáncer había hecho metástasis y decidió ir a tomar el té con su esposa y su hijo para asumirlo y comenzar a despedirse de este mundo. Es una balada rock nostálgica: “Las tazas sobre el mantel, la lluvia derramada, un poco de miel no basta”. En enero de 1992 Juan José Cerati luego de una larga agonía, falleció.
- “Nada personal”, del álbum homónimo de 1985, donde creó una nueva sonoridad para la guitarra del rock latinoamericano.
- “Música ligera” de 1990, su álbum “Canción animal” se convirtió en un himno, bandera de su creación, con su emblemática frase “Gracias totales” y “Ella durmió al calor de las masas, y yo desperté queriendo soñarla, algún tiempo atrás pensé en escribirle, y nunca sortié las trampas del amor”.
- “Ella usó mi cabeza como un revólver” tema de lírica romántica del año 1995. Gustavo siempre tuvo esa doble visión hacia el amor, una doble perspectiva; de la felicidad plena, contrastada con la del caos y la ruptura.
- “Engaña”, su leitmotiv es el amor, del año 1999, Gustavo en solitario.
- “Cosas imposibles”, tema del año 2002, enmarcado en su producción como solista que abarca cinco álbumes.
- “Déjà vu” de su producción 2009, poco antes de su enfermedad cerebro vascular, álbum de tono experimental que tituló “Fuerza natural”. Le realizó un video interesante para apoyar el tema, allí cantó: “Veo las cosas como son, vamos de fuego en fuego hipnotizándonos”.
Mercedes Sosa invitó a Cerati a participar en su último álbum, al que tituló “Cantora”, publicado en 2009. Grabaron a dúo el tema “Zona de promesas” una balada-rock-blue de la autoría del Flaco Gus, la compuso en 1993:
“Mamá sabe bien
perdí una batalla
quiero regresar
sólo a besarla.
No está mal ser mi dueño otra vez
ni temer que el río sangre y calme
al contarle mis plegarias”
El escritor Ernesto Sábato admiró y estimó en demasía a la negra Sosa. Sobre la cantora tucumana, en 2004 expresó: “En la voz de Mercedes hay misterio, dulzura, belleza, melancolía, pero también desgarro de hombres, orfandad de niños, urgencia de justicia, revoluciones necesarias, posibles utopías. Es tan hermosa su voz que es inimaginable. Cerati siempre vio en Mercedes Sosa a su maestra, una preceptora: la heredera de la canción milenaria de los chamanes americanos.
Gustavo Adrián Cerati Clark vivió un letargo de 51 meses, en un terrible silencio, desconectado de la vida, su larga estatura estuvo tendida en una cama de la clínica del Barrio Belgrano, como si su alma hubiera emprendido un largo viaje hacia los sueños. En medio de la angustia de sus familiares, que lo aguardaban a las afueras del consultorio, sus canciones seguían sonando, recorriendo diales de emisoras, recibiendo versiones de los rockeros emergentes. Todos esperamos en vano a que despertara y volviera a sonar su voz, a pulsar su guitarra. Pero el 4 de septiembre de 2014 falleció debido a infección respiratoria, las oraciones se apagaron, quedaron desolados sus hijos: Benito de 21 años de edad y Lisa de 18, y su madre amorosa que nunca se rindió. Miles de seguidores, las infinitas mujeres que lo amaron, y su guitarra guindada en lo alto, se quedaron sin su presencia, en medio del desamparo.
El Festival de Viña del Mar le rindió un emotivo homenaje en su edición 2015, la voz de su compatriota Pedro Aznar interpretó “Zona de promesas”, mientras mostraban imágenes de la prolífica carrera artística de Gustavo Cerati, la que comenzó en 1982 y cerró abruptamente una noche caraqueña de 2010. Gracias a la tecnología, Aznar cantó a dúo con Cerati en Chile: en la tierra donde nacieron sus dos hijos.
Fito Páez fue su amigo auténtico, compartieron momentos estelares, íntimos, jornadas creativas. En algún momento los acompañó su mentor artístico Charlie García. Fito para homenajearlo declaró: “Cerati era un arquitecto de la música, el artista más auténtico del pop mundial”.
Aun así, con tanto apoyo y tanto amor expresado por miles de seres, Gustavo perdió la última batalla, la ausencia salió victoriosa. Y ahora, su guitarra pende solitaria en la pared, en una eterna espera.
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