Zulia es nombre aborigen: En efecto correspondió a la identidad de una princesa de nación motilona, hija del Cacique Cinera que gobernaba una extensa región que abarcaba las geografías de los actuales municipios de Arboledas, Cucutilla, Salazar, San José de la Montaña, Gramalote del Departamento Norte de Santander, en Colombia. En esas tierras habitaban parcialidades indígenas que se distinguían con los nombres de Balagáes, Rábicas, Ikotas, Mogarontos, Iskatóques y Mutiscuas.
La princesa Zulia era muy conocida entre los pueblos aborígenes de la región, por la elegancia de sus formas y la belleza física y espiritual que adornaba su persona. Nada tiene de raro esa belleza, pues los europeos que llegaron con Alonso de Ojeda en 1499 y los que vinieron con Ambrosio Alfínger en el año 1529, afirmaron que las hembras de la cuenca lacustre eran las más hermosas mujeres que habían visto en su vidas. Los antiguos cronistas nos dicen que Zulia era de estatura de gran esbeltez y su cintura cimbreaba como el tallo de las palmeras de su tierra al ser acariciadas por el viento. Pero dicen también que era una mujer de temple formidable y de un valor a toda prueba.
Aquellos pueblos vivían en completa armonía y tranquilidad, dentro de la paz ancestral que disfrutaban. Pero a partir de 1533, con la presencia de los soldados europeos, comandados pro Ambrosio Alfínger, se alteró el sosiego. Las amenazas de guerra estuvieron a cada instante incomodando esas gentes; por lo cual pidieron al Cacique Cinera, padre de Zulia, que aceptara ser el jefe de una confederación de tribus, para enfrentarse a los invasores de raras vestimentas y con armas que vomitaban fuego, porque esa presencia era un peligro para todos los aborígenes.
Cinera aceptó y, entonces, se constituyó en verdadero conductor de pueblos: concilió, dialogó, orientó, reorganizó, etc. En este ambiente se formaría tiempo después, Zulia, nacida en el año 1538: ella seguiría el camino de lucha en que estaba empeñado su padre.
Y fue creciendo en estatura, belleza y sagacidad. Cuando llegaron los años de su primera juventud, con las enseñanzas de su padre, se presentaba como hábil negociadora y guerrera estratégica. Por ello, para reforzar la amistad y la ayuda de todas las parcialidades indígenas, su padre Cinera, la escogió como su representante para que parlamentase y negociase con los diversos jefes de la tribu y concertase con ellos las estrategias defensivas y ofensivas contra el enemigo común de sus hermanos de raza. Ella cumplió exitosamente el encargo y regresaba al lado de su padre a darle cuenta de sus actuaciones.
Diego de Montes y sus soldados habían salido en expedición, buscando un fácil camino que enlazase a Pamplona con Santa Marta; chocaron con las huestes aborígenes y en lucha sangrienta murió Cinera; Zulia al llegar a su lugar habitual conoció la muerte de su padre.
Indagó el lugar donde cayó sacrificado en defensa de su raza y, con las ceremonias de costumbre, con que su nación honraba y sepultaba a sus hombres principales, sepultó a su padre. Pronto se rodeó de un numeroso ejército de soldados aborígenes, de valor comprobadamente temerario: ellos siguieron a su princesa incondicionalmente y juraron seguir sus órdenes para luchar hasta morir en defensa de sus derechos.
En una de sus expediciones bélicas llegó Zulia con sus soldados a las tierras de los cúcutas, en las que gobernaba el Cacique Guaimaral, un príncipe proveniente de tierras lejanas e hijo de un legendario guerrero de nombre Marac: Guaimaral había llegado a los dominios del Cacique Cúcuta, señor de las naciones urumáes, tonchaláes y cúcutas. Se hizo querer por este viejo y valeroso guerrero por su conducta y dotes personales, entonces le hizo su hijo adoptivo y luego su sucesor.
Guaimaral había venido a estas regiones cucuteñas, desde la tierra de su padre Marac, navegando por el río conocido hoy como Catatumbo y también por el rió Zulia, como se conoce en la actualidad.
Con Guaimaral hizo contacto la princesa Zulia. Él le dio todo su apoyo y los ejércitos se dividieron en dos grandes escuadrones: uno bajo el mando de Zulia y otro bajo el mando de Guaimaral.
Ambos batallones se lanzaron en la lucha contra los europeos y cayeron sobre una población que estaba recién fundada: Salazar de las Palmas, fundada por Diego de Montes en el año 1553. En ese ataque murieron casi todos los habitantes de ese pueblo y aparentemente quedaron en paz los aborígenes: tiempo de descanso en las armas que tanto Guaimaral como Zulia lo aprovecharon para unirse en matrimonio.
Se establecieron en el poblado Cúcuta, que había recibido el nombre del Cacique y que se levantaba a la orilla derecha del río que luego se llamaría Pamplinita.
Con el matrimonio se reforzó la federación de tribus; pero el descanso y la tranquilidad poco duraron, pues la destrucción de Salazar y la muerte de sus habitantes blancos, contrariaron al fundador de Pamplona, capitán Ortún de Velazco, quien envió contra los soldados indígenas de Guaimaral y Zulia al capitán Pedro Alonso y su teniente Juan Trujillo, con soldados muy bien armados. Estos en 1561 salieron en plan de guerra contra los habitantes de las tierras cucuteñas, incendiando a su paso las viviendas aborígenes y asesinando a sus moradores.
Zulia, conocedora del desplazamiento de esas tropas por la vía de Salazar, salió contra ellas, quedando Guaimaral en las tierras de su dominio preparándose para la defensa. Los europeos llegados a Salazar chocaron con los soldados indígenas dirigidos por Zulia: los atacaron ferozmente y dieron muerte a casi todos los aborígenes, incluyendo a la princesa Zulia. Esto sucedió en la segunda mitad del año 1561.
Al conocer Guaimaral la muerte de su esposa, enloqueció de dolor y sin dirección ni esperanza, tomó rumbo hacia el norte, tal vez buscando la tierra de sus mayores. Pero la vorágine de la selva se tragó a este valeroso guerrero.
Por los siglos, el nombre y recuerdo de la princesa Zulia se mantendrá en el corazón de las gentes, pues con esa identificación se conocen las tierras lacustres, cuando se denominaron por primera vez Departamento de Zulia, en la organización que decretó el Libertador para la República de Colombia, de la cual formaba parte la vieja provincia de Maracaibo.