Un hombre que en su nombre lleva elevado su destino
Para el pensamiento bíblico, los nombres expresan la esencia de los seres. Por ello nombrar equivale a definir. Sin embargo hoy día en que los nombres se ponen buscando sonoridades o snobismos, o siguiendo las indicaciones de un calendario o las huellas de algún familiar o antepasado, muy pocos tienen la suerte de ser “definidos” por su nombre. Y ante el vacío y falsedad de los nombres, recurrimos, por más auténticos y “definidores”, a los apodos o sobrenombres.
Tú tienes la suerte de llevar nombres que suenan como banderas. Espero que no necesites nunca de apodos definidores. En la fidelidad a tu nombre, encontrarás siempre la estrella e tu camino.
Allí están los lobos, esos lobos que quería ver Teilhard de Chardin entre los cristianos, pues decía que ya estaba bien de hablar de corderos, cuando el cristianismo exigía fiereza, decisión, coraje. Pero no solo llevas el lobo sino el Villa-lobos. El nombre te convoca a ser centro de gestación, refugio y ánimo para otros; al verte, los que te rodean deben querer ser más lobos.
Pero si el lobo puede arrastrar alguna connotación peyorativa, ahí está como piedra frontal de tu persona el León.
León: signo de nobleza y lealtad, de vigilancia. Hoy más que nunca, en estos tiempos de palabra devaluada y mentira institucionalizada, necesitamos de auténticos leones. Y si ya de por sí León dice tanto, el magno te impedirá, ante las dificultades, el fácil refugio de la irresponsabilidad del leoncillo, del cachorro.
De Montiel habría tanto que decir… tú sabes lo que para mí han significado siempre los Montes, las montañas. Y porque sé que también tienes corazón de montañero, no te insisto en gritos de vientos, en noches de soledad y estrellas, en amistades que se fraguan sólidas sobre las orillas del cansancio.
Si quieres relees, junto a la que, en un detalle tan original, me pidió estas líneas para ti, la página 124 de “La gente vive en el este” que hoy les dedico con todo afecto.
Bueno, León Magno Montiel Villalobos, espero que no te apenes de tus nombres y que nunca veamos en ti, escondido bajo palabras grandiosas y huecas a un mapanare del Valle Cordero.
Pecho Roca
(yo sí tengo que recurrir a los apodos)