“Los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron
la manera de hacer arte sin necesidad de inventar
nada, simplemente contando en primera persona
las realidades en las que se sumergen”
(Darío Jaramillo Agudelo, 2012)
La palabra “crónica” con su hermosa entonación esdrújula, la registraron los lingüistas en 1275, proveniente del vocablo latino “chronica”, derivado del griego “khrónos” que significa tiempo.
Los cronistas, desde el siglo de oro, llevaron los libros de relatos históricos, las agendas del acontecer que registraban el quehacer diario, sin el rigor científico de los historiadores. La ocupación de cronista era un cargo oficial, por tanto respondía al sesgo nobiliario o al capricho imperial de cada época.
En el caso americano, luego de la invasión europea del siglo XVI, aparecieron los “Cronistas de Indias” quienes recogieron los hechos violentos que se desencadenaron luego del arribo de los iberos a las costas del Nuevo Mundo. Bartolomé de las Casas fue el pionero con su libro: “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” publicado en Sevilla en 1542. El gramático Antonio de Herrera y Tordesillas, quien nació en Segovia 1549 y murió en Madrid en 1626, fue nombrado “el cronista mayor de las Indias”, publicó la obra más importante del género llamada “Décadas” (1601), obra de cuatro tomos que le ganó el título: “Príncipe de los cronistas de Indias Occidentales”. En su riguroso trabajo, el cronista y filólogo de Herrera y Torsedillas, se hizo acompañar de sabios cosmógrafos y logró relatar las maravillas geográficas y riquezas del continente saqueado, con exquisita prosa.
En la América actual hemos tenido grandes cronistas como Gabriel García Márquez y el argentino Tomás Eloy Martínez, el uruguayo Eduardo Galeano, autor de “Las venas abiertas de América Latina” y “Gracias por el fuego”. Cronistas de la vida urbana como lo fue el maestro mexicano Carlos Monsiváis y su coterráneo Juan Villoro, en Venezuela Arturo Uslar Pietro, José Ignacio Cabrujas y Sergio Dahbar. En el libro editado por Alfaguara “Antología de la crónica latinoamericana actual”, Darío Jaramillo Agudelo (Antioquia, 1947) lo demuestra en sus páginas magistrales.
En nuestro género gaitero, de forma muy modesta, hemos contado con buenos cronistas, que han logrado mantener la memoria de este movimiento musical. Considero como pionero de todos a Pedro Colina, el locutor de raigambre falconiana que se convirtió en el primer vocero de las comunidades a través de la radio. Durante la temporada gaitera elaboraba diálogos imaginarios con Ricardo Aguirre, con “Chinco” Rodríguez e hilvanaba de forma brillante biografías en su programa “Viva la Gaita”.
El maestro Arnoldo Hernández Oquendo, oriundo de Los Puertos de Altagracia, ciudad que se convirtió en su atalaya desde donde divisaba a Maracaibo, la cuna de la gaita, dedicó buena parte de su vida a compilar archivos de la gaita, testimonios, versos y los publicó en su “Libro de la Gaita” en el decenio de 1990. Tuve el honor de escribir el epílogo de ese volumen.
El Padre Vílchez, nació el 24 de abril de 1924 en El Caimito, pueblito perteneciente al municipio Miranda. Llegó como párroco a San Francisco en 1955, entró por su estrecho camino de tierra, con su larga sotana negra, montado en una bicicleta donde avanzaba entre el polvorín y la resolana. Desde la iglesia situada frente a la plaza “Rafael Urdaneta”, realizó su apostolado hasta nuestros días. Creó cuatro agrupaciones gaiteras: El conjunto San Francisco, Los Zagalines del Padre Vílchez, Los Zagales y Las Espiguitas. En sus vibrantes animaciones, entrevistas, en sus programas de radio y televisión, El “Socio Vílchez” siempre mostró una dote especial para relatar los hechos de la gaita y reconstruir su historia.
El doctor Octavio Urdaneta, abogado nativo de La Cañada, nació en el mes de diciembre de 1926, destacado locutor que durante muchos años dirigió su programa “Monitor Gaitero” repartiendo “tigres y cruces” para calificar las gaitas, fue uno de los mejores verbalizadores y oradores del medio, poseedor de una gran cultura. El hizo crónica viva, crónica hertziana de la zulianidad.
Marcos Vinicio Ramírez, el maestro animador del Festival de Gaitas “Virgilio Carruyo”, con su voz profunda y su palabra elegante para presentar la gaita, realizó inteligentes entrevistas a los cultores. Dirigió el festival que marcaba la pauta en cuanto a la elección de la gaita del año desde 1974 hasta el comienzo del decenio 2000.
Ramón Herrera Navarro, cronista cabimero ligado al Conjunto Barrio Obrero, logró publicar un libro con sus indagaciones sobre la gaita y su origen. Ha alternado su pasión por este género con una larga carrera en la industria petrolera venezolana.
Humberto “Mamaota” Rodríguez, nació el 27 de noviembre en el Estado Lara, en la ciudad de Carora; tierra de barro y espina, cuna de Alirio Díaz. Llegó a Maracaibo a principio de los años sesenta, cargado de la influencia del folclor larense y de la naciente Onda Nueva de Aldemaro Romero. Fue solista y cuatrista de Guaco, Rincón Morales, fundó su agrupación Mamaota y su Familia Gaitera, militó al final de su carrera con el conjunto Los Mismos de Ayer. Ha sido el mejor compilador de la discografía gaitera y las biografías de los intérpretes del género. Su apartamento en Tierra Negra era un museo de obras y personajes de la gaita.
Francis Luther Blackman es un pionero del diarismo en el Zulia, nació el 5 de mayo de 1935, fue el redactor emblema del Diario Crítica y La Columna por décadas, desde allí realizó una importante defensa de la gaita, relatando cada semana en su columna “Francis Juzga” los intríngulis de cada temporada, registrando los movimientos en cada agrupación. Él es un carismático afro-descendiente, siempre amoroso con la gaita, muy respetado periodista de impresos.
William Atencio, licenciado en educación, fue cuatrista de Rincón Morales, compositor de muchos éxitos con El Saladillo de RQ, Gaiteros del Viejo Víctor y VHG, es un cuidadoso coleccionista de discografías y galerías fotográficas de los compositores e intérpretes zulianos. En las dos últimas décadas ha publicado varios tomos y discos compactos sobre la gaita. Pertenece a la directiva de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela SACVEN.
El licenciado José “Cheo” Romero, profesor emérito de la Universidad de Zulia de la cátedra de historia, se desempeña como director de la Comisión de Patrimonio de Fundagraez, una fundación en pro de la gaita y el folclor. Allí, el profesor Romero dicta importantes charlas, conferencias sobre el género y su evolución.
Alfredo Arrieta “El Primacho” cronista gaitero nacido el 26 de septiembre de 1962, aprendió de su padre, un vendedor de discos y libros en la Plaza Baralt, el amor por las obras musicales y el seguimiento a los autores. Tiene una “maruzateca” (maletín) donde lleva una impecable cronología de la discografía gaitera, eso lo llevó a ser cofundador del programa “Gaita Antañona” a finales de la década de los años ochenta junto a Gustavo Díaz y Reinaldo Cubillán en Radio Mara 900AM. Luego trabajó a mi lado durante 16 años en Sabor Gaitero haciendo crónicas orales. Actualmente pertenece a la comisión de Patrimonio de Fundagraez.
Francisco Hidalgo, el cronista más joven de la gaita, con apenas 17 años de edad domina las fechas más importantes del movimiento gaitero, las biografías de los gaiteros célebres, conoce las letras de las gaitas del siglo, labora a diario en el Centro de Educación Popular “Cheboche” en Santa Rosa de Agua y realiza el programa “Suite Zuliana” junto a Dionel Gutiérrez en SUITE 89.1 FM (www.suite891.com) y está cursando la carrera de Comunicación Social en la Universidad “Dr. Rafael Belloso Chacín”. Francisquito, como lo llaman los gaiteros, es dueño de una gran inteligencia y un carisma genuino, que unido a su talento lo han convertido en un colaborador muy importante de la gaita y sus protagonistas.
Orgulloso por pertenecer al grupo de cronistas gaiteros, de realizar mi aporte a través de www.saborgaitero.com , doy gracias a todos los colegas por su invaluable tarea, por sus relatos históricos, por ello; la gaita se mantiene vigente, tiene memoria y sabemos que va a permanecer en el tiempo como el legado más relevante de la música zuliana al folclor venezolano y caribeño.