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Se cumplieron 55 años de la hazaña lograda por un pelotero venezolano en la Liga Americana del béisbol estadounidense: ganar el premio novato del año. El protagonista de tal logro fue nuestro coterráneo Luis Ernesto Aparicio Montiel en el año 1956, hecho de suprema importancia para el deporte en América Latina. Sobre todo por las adversas condiciones para jugar con las que se conseguían los peloteros latinos al llegar a los Estados Unidos por esos años. El novato Aparicio, debutó en la liga más importante de la pelota mundial el 17 de abril de 1956, lo hizo con el uniforme de Chicago White Sox. Así se convirtió en el sexto venezolano que llegaba a la Major League Baseball.
Para entonces Luis Aparicio viajaba de Maracaibo a Chicago en vetustos aviones de hélices, Douglas DC-7 con vuelos de ocho horas entre escalas, para enfrentar una ciudad ajena, racista, fría e impaciente con los peloteros extranjeros.
Él relataba que aun cuando se sentía levemente lesionado, o sentía dolor, se vendaba, se colocaba hielo y tomaba calmantes para seguir jugando, porque en esa dura competencia no se permitía la libertad de subir a otro pelotero para sustituirlo, era harto peligroso para su estabilidad como pelotero titular, en un negocio cada vez más agresivamente competitivo.
Así se mantuvo, guante en ristre por dieciocho temporadas. En ese período militó en los equipos White Sox de Chicago, Orioles de Baltimore y Red Sox de Boston, siempre en la Liga Americana, el nuevo circuito. Logró records impresionantes: 9 guantes de oro, 9 veces fue líder estafador con 506 bases robadas de por vida, fue elegido 10 veces al Juego de las Estrellas, y nunca cambió de posición, fue campo-corto (posición 6) hasta el final de su carrera como jugador activo, logrando 2.583 partidos en la pradera corta.
Ese maracucho, hijo de Luis Aparicio Ortega “El grande de Maracaibo”, que nació finalizando la era gomecista, un 29 de abril de 1934 en el emblemático barrio El Empedrao, la cuna de Felipe Pirela y de Astolfo Romero “El Parroquiano”, llegó a la “Ciudad de los Vientos” a hacer historia, a sembrarse en el corazón de esa fanaticada norteña y del Caribe. Logró su exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown en 1984, una noticia que conoció a través de la radio mientras manejaba por las carreteras venezolanas.
Hasta ese momento, sólo 3 latinoamericanos habían logrado tener su placa en Cooperstown: Roberto Clemente de Puerto Rico, en 1973; Martín Dihigo de Cuba, en 1977; de Cuba y Juan Marichal en 1983, de República Dominicana.
Luis Ernesto fue el cuarto jugador exaltado a la inmortalidad. Luego ascendieron a ese templo deportivo Rod Carew en 1991, de Panamá; Orlando Cepeda en 1999, de Puerto Ric; y Tany Pérez en el 2000, de Cuba. Finalmente, José Méndez (2006) y Cristóbal Torriente (2006) a través del comité especial.
Siendo prospectivos, el único venezolano que por seguir jugando, batiendo records cada día, puede llegar a Cooperstown es Omar Vizquel. Los demás compatriotas grandes ligas; Miguel Cabrera, Johan Santana, Carlos González y Bob Abreu, son una esperanza que pudiera resultar ser sólo una utopía o un anhelo de nuestra afición beisbolera. El Doctor J. J. Villasmil, estadista brillante de la Universidad del Zulia, nos comentó un estudio importante y que es harto elocuente:
“Sólo el 3% de los peloteros que llegan a las grandes ligas, logran ser exaltados al Salón de los Inmortales”
Vimos la lamentable escena que envolvió a nuestro compatriota Andrés Galarraga, en su primer intento para ser electo para el Salón de la Fama, quedando fuera de elección por baja votación. Ojalá logre entrar por el comité de veteranos “El Rey” David Concepción, aún en veremos, luego de no poder conseguir los votos para ser exaltado al “National Basebal Hall of Fame”. Quizá su trato hostil con la prensa en sus años de pelotero activo lo haya perjudicado irremediablemente y nunca reciba ese honor.
Por tanto, el logro de Luis Aparicio Montiel, como el único venezolano que tiene su placa en Cooperstown – Nueva York se agiganta con el tiempo. Sobre todo ahora que conocemos la bochornosa lista de grandes peloteros que consumieron esteroides, y con esa mácula, estarán vetados de por vida para Cooperstown.
Luis Aparicio Montiel, el eterno número 11, es un símbolo del deporte mundial, pero también es un ícono de la zulianidad bien entendida, un zuliano universal. Conceptuamos la zulianidad, como el imaginario compartido de los nativos del Zulia, conjunto de costumbres y quehaceres, tradiciones propias de los pobladores de esta tierra tan particular, tal como lo hizo el profesor Luis Hómez en su momento. Aparicio Montiel es la inspiración más sustancial con la que cuentan los jóvenes peloteros de nuestro país, para seguir adelante en su lucha por la gloria.