“Hombre árbol de imágenes,
palabras que son flores
que son frutos, que son actos”
Octavio Paz (1914-1998)
Algunas personas presienten la hora de su muerte, tienen la certeza sorda de que ésta se acerca, perciben sus señales inquietantes, intuyen cuando sus días están por acabarse y deben despedirse de la vida. Así le sucedió al abuelo de José Saramago, él supo que iba a morir y salió a su huerto, el que había cultivado toda su vida y se despidió de los árboles abrazándolos, uno a uno porque sabía que no los volvería a ver nunca más. (Discurso de aceptación del Premio Nobel, Saramago, 1998).
En el caso de Luis Escaray, nada de eso sucedió, no tuvo signos ni pistas de su prematuro final. No percibió premonición alguna sobre su violenta partida. Cuando apenas transitaba por los 49 años de vida, un infarto destrozó su corazón, cegó la vida de ese buen gaitero, talentoso animador y amantísimo poblador de la Costa Oriental del Lago.
La noticia de su fallecimiento me sorprendió en mi vehículo, pasadas las 2 de la tarde del lunes 21 de marzo de 2011, mientras conducía hacia San Francisco. Recibí una llamada de Emilio Fuenmayor, músico y técnico de grabación con quien Escaray iba a comenzar a grabar su álbum 2011. Tratando de salir de la sorpresa ante el anuncio de Emilio, de ese guión no autorizado que a veces nos impone la vida, recapitulé la muerte de mi hermano Leandro Lenin, igualmente sorpresiva a los 43 años de edad, y ahí acepté lo que pasaba. Reapareció en mi mente la idea de lo efímero de la vida, lo frágil de la existencia. Leandro fue compañero de Escaray en la temporada 1992, en el conjunto Gaiteros de Pillopo, ahora ambos se marcharon, los dos siendo víctimas de un colapso cardíaco.
Luis Antonio Escaray Guillén nació el 13 septiembre de 1961 en el Hospital Universitario de Maracaibo, aunque se sembró muy niño en la Costa Oriental, en Las Morochas. Allí echó raíces profundas como cantante y conductor de programas en la radio local, espacios marcados por su simpatía.
A los diez años de edad comenzó a tocar tambora y a cantar aguinaldos en las misas de gallo de la iglesia de su vecindario. Después en el colegio “Toribio Urdaneta” integró el conjunto infantil Nueva Era. Como profesional militó en las agrupaciones gaiteras Rincón Morales en la temporada de 1990 y en Gaiteros de Pillopo en 1992, cuando pegó en toda Venezuela su parranda “No mojo pero empapo”. Con VHG estuvo desde 1993 hasta el año de su muerte en el 2011.
Gracias a su versatilidad en los negocios y su talento como gerente, terminó siendo accionista mayoritario de VHG, agrupación creada por Jesús Terán “Chavín” y Carlos Castillo, cuyas siglas significan: Venezuela Habla Gaiteando, parafraseando la canción de la cantautora caraqueña Conny Méndez: “Venezuela habla cantando”, de 1977.
Aunque en la memoria del colectivo prevalece una imagen de Luis Escaray como gaitero, es importante reconocer que fue un buen intérprete de música tropical, tal como lo demostró cuando incursionó con las orquestas Los Bravos, el Grupo Canela del Pelón Valbuena y el Súper Combo Los Tropicales. Sus eventuales actuaciones con El Gran Caribe de Numan Medina dejaron testimonio de su capacidad como guarachero.
Tuve el honor de grabar con Luis y su VHG cuando le compuso la gaita homenaje a su amigo de la infancia “Eduardo Pérez, el morochero”, destacado receptor del béisbol venezolano y de sólida figuración en las Grandes Ligas con los Bravos de Atlanta, donde se desempeña actualmente como técnico. Allí constaté su gran amor por la gente de Lagunillas, por sus amigos: Jaime Indriago, a quien llamaba “Orejita”; Omar Rojas, gran guarachero; y los hermanos Oria, todos músicos emblemáticos de la Costa Oriental.
Cuando al sonero y percusionista Leopoldo Blanco, coterráneo de Escaray, los medios le tomaron su testimonio sobre el cantautor recién fallecido a los 49 años, dijo: “Tenía un poder especial para cautivar al público. Era muy inteligente en el manejo de su show, muy solvente en el escenario, la gente le respondía espontáneamente”.
Escaray levantó su voz para pedir reivindicaciones para su querida COL, solicitaba una franquicia del beisbol profesional, cines, centros recreativos dignos, y una justa atención a la zona productora de petróleo por excelencia.
Su trayectoria fue reconocida casi por unanimidad en toda Venezuela cuando ganó la Gaita del Año 1995 con su tema “Conciencia”. En el 2008, recibió junto a sus hijos, Joel David, Anthony y Ainalí Lucía, la Orquídea de Oro, máxima presea que otorga ese festival que presenta Venevisión en la plaza de toros de Maracaibo. Allí cantó su gaita “La voy a tocar a pie” donde rememora la cadencia bambuqueada que tenían las danzas de Armando Molero.
“La voy a tocar a pie
Al son de Armando Molero
como el grupo Barrio Obrero
que la toca como es…” (Gaita del Año, 2008)
Su tema “Alma Zuliana” reiteró su vocación de defensa y alabanza a la cultura musical de nuestro estado: “Yo represento el alma zuliana de Ricardo Aguirre”, afirmó. En ese tema rindió tributo a Tino Rodríguez, Astolfo Romero y al Monumental.
Su legado musical se puede resumir en sus gaitas más reconocidas y más galardonadas:
• 1995: “Conciencia” (donde cantaron con él, Nancy de Fernández y la niña Andreina Carrizo)
• 1996: “Ultraje” (En esta gaita participó como co-intérprete Gustavo Aguado)
• 1998: “Por ahí se va la patria” (Protesta por la invasión de vallenatos)
• 2007: “La Chupa Chupa”
• 2008: “La voy a tocar a pie”
• 2009: “Déjala que agarre el golpe”
• 2010: “Alma zuliana”
En todas dio muestra de su talento para la cantautoría, y su buen manejo como director de agrupación, con dotes de líder.
Luis Escaray interpreta en vivo con VHG “90-60-90” y “La chupa chupa”, en Barquisimeto
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En el 2011 tenía almacenado en su teléfono móvil el esbozo de su gaita para esta temporada, grabación que no pudo concretar por su sorpresiva muerte. Su hijo Anthony tomó parte de la voz de Luis y luego subió medio tono para terminar el tema “Como él la cantaba”, que ha sonado en todo el país.
Algo parecido sucedió con Alí Primera y su danza “El lago, el puerto y su gente” al morir el 16 de febrero de 1985: dejó la guía melódica y su hermano José Montecano terminó la grabación y la convirtió en un clásico.
Las exequias de Escaray fueron una muestra impresionante de afecto de sus vecinos, sus colegas de la música y coterráneos, todos concentrados en la Plaza de la Virgen del Rosario cantando sus composiciones. Su hijo menor Anthony, me contaba: “Los asistentes al entierro no pararon de cantar, no me permitieron meterlo al carro fúnebre, lo llevaron en hombros en medio del calor abrasador y el llanto”.
En homenaje a su memoria, a su recuerdo como creador de imágenes de zulianía, autor de gaitas que fueron frutos, flores y actos de amor a su entorno, deberíamos fundar alguna institución que promueva nuestro folclor con su nombre, pues él representa el arte popular y el amor a nuestra esencia musical.