“No crean que voy a morirme,
me pasa todo lo contrario,
sucede que voy a vivirme”
Pablo Neruda (Chile 1904-1973)
La fuente infinita de su creatividad no ha cesado, esa capacidad de hacer, decir y escribir poesía en cualquier estación y circunstancia de la vida, que siempre acompañó a Pablo Neruda, al parecer, aún no se extingue. Cuando estamos a días de celebrar los 110 años de su nacimiento cerca de la cordillera austral, en Parral, Chile, el 12 de julio, a 90 años de la primera edición de sus “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” publicada por la Editorial Nascimiento en 1924, aparecen de forma prodigiosa, encontrados en una gaveta de la Fundación que lleva el nombre del poeta chileno, un manojo de poemas inéditos, escritos a mano por Pablo, con su icónica tinta verde. El hallazgo fue el resultado de la rutina de autenticación de sus manuscritos originales, cuando eran comparados con los poemas publicados. Al revisar este grupo de poemas escritos luego de la aparición de “Canto General” en 1950, el equipo comprobó que nunca fueron publicados. El Diario El País, en un extenso reportaje, destacó las palabras del escritor catalán Pere Gimferrer: “En los poemas se ve el poderío imaginativo, la desbordante plenitud expresiva y el mismo don: el apasionamiento erótico o amatorio que para la invectiva, la sátira o el mínimo detalle cotidiano convertido en poema. Es decir, se encuentra por igual el Neruda de Odas Elementales y el Neruda de La Barcarola, el de Memorial de Isla Negra e incluso, el de Estravagario”.
Para el momento que escribió ese fajo de poemas, Neruda había recibido el Premio Nacional de Literatura en 1945, y era reconocido en todo el continente americano y en parte de Europa. Mario Vargas Llosa le había realizado un homenaje por su poema “Alturas de Machu Picchu” entre la intelectualidad peruana:
“Sube conmigo, amor americano.
Besa conmigo las piedras secretas”
En una de las entrevistas que le realizaron al narrador nacido en Arequipa en 1936, reconoció que el primer libro de poemas que leyó con pasión fue “Veinte poemas de amor” de Neruda, en una edición de lujo que consiguió en Cochabamba, Bolivia, donde residió a principio de los años 40. Ese poemario fue fuente de inspiración para el arequipeño “Llosita” como lo llamaban sus compañeros del Colegio La Salle, reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 2010.
Gabriel García Márquez afirmó: “Neruda es el poeta más grande en todas las lenguas”. Ciertamente su vigencia es asombrosa, sigue siendo el poeta que más libros vende, el más citado en las redes sociales en lengua española. El poeta Premio Nobel 1971, que fue un entusiasta militante de Partido Comunista Chileno toda su vida, jefe de campaña de su entrañable compañero Salvador Allende, fue un diplomático de respeto; y celebrado poeta, traducido a las lenguas clásicas y a los dialectos más tribales. Neruda de nuevo estará en las estanterías de librerías y en las bibliotecas de Iberoamérica con este libro que editará Seix Barral de Barcelona en 2014 para América Latina y en el 2015 para España.
Lamentablemente Pablo Neruda no dejó descendencia, su viuda Matilde Urrutia, con quien el poeta convivió 19 años, murió en 1985. Sus lectores, que somos millones en el orbe, seremos los regocijados herederos con este logro histórico.
En una ocasión, su coterráneo Gonzalo Rojas, el gran poeta nacido en Lebu en 1917, dijo “Y a mí me nació del alma esta frase: Dile a Pablo que él es un genio, pero que escribe demasiadito”. Pues bien, Gonzalo murió en 2011 a los 93 años de edad, él hubiese quedado sorprendido y desconcertado con esta publicación, cuyas cántigas y sonetos, pronto los leerán en todas las lenguas del planeta.
Un fragmento de uno de estos 21 poemas encontrados, así canta:
“Reposa tu pura cadera
y el arco de flechas mojadas
extiende en la noche los pétalos que forman tu forma
que suben tus piernas de arcilla
el silencio y su clara escalera
peldaño a peldaño
volando conmigo en el sueño”
Neruda, fue el mejor amigo de Federico García Lorca, también del poeta Rafael Alberti, en España fue muy feliz. Siendo diplomático en esa tierra, colaboró durante la guerra civil que estalló en 1936, él ayudó a salvar vidas; en 1939 embarcó en el Winnipeg, un viejo carguero en el que los desarraigados huían de las bayonetas franquistas y de los campos de concentración franceses, para hacer una nueva vida en Valparaíso. Setenta y cinco años después, ese poeta solidario y humano, estará en los escaparates españoles con sus versos inéditos:
“Yo siento que asciendes entonces al árbol sombrío que canta en la sombra
oscura es la noche del mundo sin ti amada mía,
y apenas diviso el origen, apenas comprendo el idioma,
con dificultades descifro las hojas de los eucaliptos”
El botín de versos estaba en una de las cajas fuertes de la Fundación “Pablo Neruda”, en Santiago de Chile, a una temperatura controlada en varios cajones de conservación especiales, llenos de carpetas y cuadernos con páginas manuscritas y mecanografiadas de toda su obra. La Fundación, a través de su director, Fernando Sáez, recuerda que las recibió hacia el año 1987 tras la muerte de Matilde Urrutia. Durante varios años, el material fue ordenado, clasificado, fotocopiado, escaneado y desde hace tres años revisado exhaustivamente, página a página, para cotejar qué había sido publicado y qué no.
En vida, Pablo Neruda publicó 41 libros, aparecieron unos 10 post mortem, incluyendo sus muy apreciadas memorias: “Confieso que he vivido”, en 1974; y “Para nacer he nacido”, en 1978. Su fuerza creativa era un río incontenible, solo comparable con artistas como Pablo Picasso o León Tolstoi. Ese río se hizo subterráneo y sigue fluyendo, cuatro décadas después de su muerte, acaecida en Santiago el 23 de septiembre de 1973, doce días después del golpe al presidente Allende.
Neruda no tuvo buena relación con los números, siempre fue un anti-intelectual que leía novelas policíacas y la gran poesía, rehuía a las discusiones académicas, prefería hablar de los líquenes o caracolas que coleccionaba, de mascarones de proa, sextantes, faroles, campanas, anclas que recogió alrededor del mundo. Le era placentero hablar de platillos del mar, vinos o selvas. Su paisano y compañero diplomático y escritor Jorge Edwards realizó el prólogo a su “Antología general” editada por la Real Academia Española en 2010, expresa: “El mundo a pesar nuestro, en nuestra contra, se dividió en números: vivimos una vida numeral, con números asignados a cada uno”. El poeta se rebeló a esa calamidad y escribió:
“Yo me llamo trescientos
cuarenta y seis, o siete,
con humildad voy arreglando cuentas
hasta llegar a cero y despedirme”
Cada día que pasa, Neruda se hace números, revela nuevas cifras, alcanza récords, establece su particular orden numeral: A 110 años de su nacimiento, 90 de la primera edición de sus “Veinte poemas de amor”, 43 de su Premio Nobel y 41 años de su dudosa muerte, tal como lo relató Roberto Ampuero en su libro “El caso Neruda” (2008), aparecen 21 poemas suyos que aún la humanidad no había leído. Y esta aparición no es una artera maniobra de mercadeo, es un claro síntoma de su extraña inmortalidad.