El Sastre de la Guitarra

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Tocó sus primeras notas musicales a los 9 años, cuando apelando a una mentira logró hacerse de una guitarra. Aquel episodio inmaduro fue la génesis que le permitió a Rafael Rincón González concebir su “Maracaibo Florido”, aquel Maracaibo de antaño que el saladillero ha dibujado en más de 600 composiciones entre valses, danzas, contradanzas y gaitas que han trascendido al plano popular, llegando a ser consideradas Patrimonio Cultural del estado.

Aquellas aguas de cristal que el bardo supo interpretar en el viejo vals de 1949, hoy son parte del olvido, junto con el barrio de estrechas y polvorientas calles que lo vio nacer, hace poco más de ocho décadas (el jueves cumplirá 82 años). No obstante, en sus recuerdos continúan vivos con una claridad que le permite, en menos de cinco minutos, escribir cualquier composición inspirada en el Zulia de sus días.

“Pregones zulianos”, la danza clásica por excelencia de la región (1944) y que grabara la Filarmónica de Londres, la escribió en el trayecto de El Malecón a El Saladillo.

Composiciones que ahora fluyen con mayor fluidez gracias a la nueva amiga del compositor, una Compaq Presario ubicada en la sala de estar de “Soberana”, su apacible hogar, junto con el piano, un tapiz guajiro, la foto de Nora, su esposa; un afiche con su rostro y, como no podía ser de otra forma, su incondicional: la guitarra.

“Mi abuelito es cibernético”, suelta Milene una de sus nietas, quien así define la pasión tecnológica de Rafael. Testimonio al que Miloha, la cuarta hija de su primer matrimonio, agrega “le encanta chatear, navegar y se pone fúrico cuando no logra conectarse con velocidad”.

NICHO ARTISTICO

La cuarta nota musical del hogar de Neptalí Rincón e Inés Delia González nació el 30 de septiembre de 1922, en la calle Los Biombos, de El Saladillo. Antes de él, llegaron Manuel, Neptalí, José y, después, Guillermo, Gustavo y Áurea.

Todos se vieron influenciados desde muy temprano por dos amantes de la cultura, que fueron sus padres. Neptalí, su progenitor, fue uno de los primeros fotógrafos de Maracaibo y pintor maestro de pintores, cuya labor y su nombre se inmortalizaron en la Escuela Superior de Arte de Maracaibo.

Mientras su madre, Inés Delia, escondía detrás de los oficios propios de la casa un torrente de voz que exteriorizaba en la agrupación “Los hermanitos Rincón”, un ensamble conformado por el núcleo familiar.

Clan que debió adaptarse a un régimen casi dictatorial, con un padre que imponía su respeto por encima de cualquier cosa.

A pesar de aquel sistema que fijaba hora de comer, dormir y hasta sentarse en la mesa, Rafael reconoce que buena parte de lo que ha alcanzado se lo debe a su padre, quien le decía: “Hay tantas cosas del pueblo que tú conoces… que si logras decirlo con música, pueden tener mucha resonancia”.

A todas estas, Neptalí siempre se rehusó a comprarle una guitarra a su hijo, aduciendo que se volvería un parrandero. “Y no se equivocó, porque desde que la tomé nunca he abandonado una parranda”, refiere Rafael.

Los hermanos desarrollaron destrezas en la pintura y las artes, en medio de un barrio musical, como lo describe el médico saladillero Rafael Romay, quien compartió escena con el cuarto de los Rincón en su primera agrupación, el Trío América, junto con Jesús Torres.

“En casi todas las casas -recuerda el galeno- dictaban clases de música. La gente se sentía influenciada por el espíritu alegre que emergía del teatro Variedades, lugar por excelencia de la ópera y la zarzuela española”.

SU PRIMER INSTRUMENTO

Mientras cursaba estudios en la escuela Neptalí Larrazábal, en la Salina ancha del barrio, su pasión por la música creció y su primera guitarra la consiguió de forma anecdótica.

“En la casa de mi amiga Conchita Barboza pregunté por el instrumento que estaba colgado en la pared y, para que me lo dieran, aduje que mi papá quería comprarlo”.

Tamaño regaño le valió la osadía. “Cosas de muchacho”, aclara hoy el compositor, quien en aquella época jugaba metras con las semillas de caujil en los enlosaos y que aprovechó un sarampión para aprender a tocar el instrumento. “Pasé la cuarentena ensayando”.

Temprano vio interrumpido su periplo estudiantil, producto de la mala situación económica familiar y, como él mismo refiere, tuvo que hacer de todo, empezando por ser aprendiz de farmacia en la Botica Inglesa, donde ganaba 20 bolívares mensuales.

MODISTO DE ALTA COSTURA

Pero, el oficio que mayores beneficios económicos le reportó fue la sastrería, ocupación a la cual llegó en circunstancias especiales.

“Empecé haciendo ojales en La Diadema, una sastrería del barrio donde cobraban 12 bolívares por la hechura de un flux. Aprendí el oficio con un curso de corte y costura y me independicé para crear Sastrería Rincón Anatómicos. Hasta chofer tuve”, refiere el maestro para ilustrar su holgada situación.

El médico Romay recuerda esa faceta del creador de “Pregones zulianos”: “Aunque nunca lucí sus confecciones, debo reconocer que Rafael consiguió mucha clientela, la gente lo buscaba por su carácter pintoresco”.

A pesar de que sus manos se mantenían ocupadas con la aguja y la cinta métrica, nunca dejó a un lado la guitarra y sus composiciones, siempre basadas en las costumbres y la fibra humana de su pueblo.

Dos episodios sacudieron la vida de Rafael en su periplo como sastre: primero, el amor, y luego, la muerte.

El nombre de Susana le hizo enamorarse sin siquiera conocer a la que sería su primera esposa. “Ella era costurera y siempre le enviaba cartas con su madre, quien le llevaba los cortes. Cuando la conocí casi me quedo en el sitio”. Tras un fugaz noviazgo se casaron en 1947.

Poco después, la mortal enfermedad de su padre diluyó todo lo que había acumulado como sastre.

Se vio obligado a cerrar la sastrería y con ello llegaron los hijos: Milagros, Miguel, Minerva, Miloha, Milton, Mirena y Miriam, se sucedieron uno tras otro en un hogar que Miloha, define como “fuera de serie”.

“Mi padre era muy tranquilo, eso sí, mano fuerte con los varones y muy celoso con las hembras”, recuerda Miloha, quien añade que su progenitor es una persona muy programada. Tiene una hora para comer, hacer ejercicios y hasta nadar.

SIEMPRE ENAMORADO

Como lo imponía la sociedad zuliana machista de mediados del siglo pasado, Rafael era todo un picaflor y las novias no faltaron. De hecho, en sus años de reposo, el compositor cuenta, a manera de chiste, que le escribió una canción a cada novia. Dan fe de ello “Soberana”, “Maracaibera”, y dos hijos más: Neptalí y Antonio Francisco.

La enfermedad de Susana los distanció. “Vivía casi todo el tiempo en Estados Unidos tratándose”, refiere Rincón González, quien a partir de su trabajo en la pujante empresa del oro negro de mediados del siglo pasado conoció a su nueva oportunidad, Nora Romero, la mujer que permanece a su lado.

Su segundo chance en el amor se produjo luego de que probara dos sensaciones completamente disímiles: la docencia y la política.

La primera le supuso el reto de transmitir sus conocimientos a través de más de 15 años de ejercicio pedagógico.

Mientras la política sí que planteó un trago amargo. “Fui adeco, me obligaron a presentarme como concejal del Distrito Bolívar y luego me apartaron, porque no obedecí las directrices del partido. Es que la política no tiene melodía, ni armonía, ni contrapunto”, aduce el compositor.

Tras el episodio politiquero, el amor de Nora puso de nuevo las cosas en su lugar. “La enamoré con la música y pudimos compartir todo lo que una pareja en edad madura puede sentir”, incluida una pasión por la música que los llevó por toda Venezuela y buena parte del viejo continente, países como España, Francia, Italia, Austria, Suiza y Mónaco, alguna vez probaron de la guitarra del maestro y la voz soprano de su acompañante.

La mujer que supo cambiarle la vida al hombre y su guitarra, en septiembre de 2000 le propició, por esas cosas del destino, un nuevo giro. Un doble accidente cerebrovascular la mantiene fijada a la cama, mientras su compañero no vacila al afirmar: “La quiero y me siento impotente ante todo”.

A pesar de los avatares, el maestro de la guitarra no desmaya y, desde la tranquilidad de “Soberana”, continúa una vida, aunque un poco rutinaria, sigue en su afán creador en un patrón de vida sano que hace “que no me dé ni coquito”, como refiere a su salud.

El hombre que despierta muy temprano, a las 4:00 am, se instala en el computador a leer la prensa electrónica, toma su caminata tempranera, desayuna con frutas, almuerza de todo, cena muy poco y hasta tiene tiempo para nadar, no sin olvidar la creación artística, en su salita de estar, donde escribe sus imágenes frescas, de aquellos carnavales repletos de color y hasta en la calle derecha, donde desfilan pomposos el pasado de un Maracaibo pintoresco y el futuro de la urbe del guitarrista, de Rafael Rincón González.

AMIGOS

Moisés Martínez (compañero de parrandas): “Lo conozco desde su vida en la calle Los Biombos. Hemos cultivado una gran amistad y compartimos en el festival gaitero de la Regional. Allí formamos una cofradía con Antonio Pachano, Dora de Rodríguez y Edmundo González. Como sastre fue excelente y tenía la virtud de compartir su trabajo con la música”.

Huáscar Barradas (amigo): “Rafael es de esas personas con carácter fuerte, un amante de la puntualidad. Con él aprendí la sinceridad que un artista le debe a su público, la cual se extiende más allá de lo artístico y llega hasta lo personal. En el escenario, es como un Sol, capaz de hacer girar a su alrededor todo lo que lo rodea con humor”

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