“Algo te identifica con el que se aleja de ti
y es la facultad común de volver
de ahí tu más grande pesadumbre”.
César Vallejo (Perú 1892-1930)
Luego de alcanzar la grandeza como cantor, reconocido y seguido por buena parte del planeta, Silvio Rodríguez se define como un hijo del río Ariguanabo, un cantor fluvial, un trovador ariguabense. Pocas personas en el mundo han creado tantas canciones como él, tanta poesía vestida de exquisita melodía. Sin embargo, en una celebrada entrevista que le realizara su compañero trovadoresco Amaury Pérez en el canal Cubavisión en 2011, Silvio declaró: “Aún soy el muchacho triste que escribe sobre lo que le impresiona, para que los otros al escuchar mis temas, se encuentren”.
Curiosamente, él es un ser melancólico que nació en la “capital del humor”, San Antonio de los Baños, pueblo fundado por los inmigrantes canarios a orillas del río de su origen, rodeado de exuberante selva y plantas acuáticas. Allí aprendió a nadar, allí vio aterrado el primer muerto, tuvo su primer perro, leal cancerbero. Allí renace cada vez que se sumerge en las oscuras aguas del Ariguanabo.
Este cantor llamado Silvio, nombre que significa guardián del bosque, es hijo de Víctor Dagoberto Rodríguez, un cultivador de tabaco, aficionado a la poesía rimada; y de la bella Argelia Domínguez León, mujer de tez española, muy blanca, con arte y garbo para el canto. Con su madre grabó en 1996 temas a dúo para su álbum “Domínguez”, en homenaje a su linaje materno: raigambre de su canto.
Silvio Rodríguez Domínguez está en la escena mundial de la canción desde la década de los 70, entró con fuerza en los escenarios del continente americano a los 28 años de edad con su álbum “Días y flores”. Al preguntarle de dónde vienen sus influencias musicales declaró: “De las bandas sonoras del cine norteamericano que veía con mi familia en mi pueblo natal, pertenezco a una familia de apasionados cinéfilos. Eran películas que traían piezas de Duke Ellington y George Gershwin. Luego me impresionó la obra de Bob Dylan y de Los Beatles, y en especial la música europea del período Barroco, con oboes, clavecín y violas”.
En cuanto a la lírica, Silvio se siente heredero de los poetas: César Vallejo, su principal maestro, Alexander Pushkin y Roque Dalton a quien dedicó su clásico “Unicornio azul”. De José Martí y el ruso Vladimir Mayakovski, quien motivó una hermosa canción en 1976.
En 1982 tuve el honor de conocer a Silvio Rodríguez en Maracaibo, lo vi cantar y charlar a pocos metros de distancia frente a la sede de Estudios Generales, en la Universidad del Zulia, en el antiguo aeródromo Grano de Oro. Ese concierto se efectuó el 6 de septiembre; lo inició Silvio en solitario con su guitarra, luego realizó su recital Pablo Milanés y finalizaron juntos con varios temas a dúo. El día anterior, al amanecer, nos casamos Marisela Árraga y yo en el Colegio Gonzaga; la ceremonia la ofició el padre jesuita Javier Duplá sj. Habíamos proyectado nuestro viaje para Los Andes, y lo pospusimos un día para poder disfrutar de ese memorable concierto.
Para Silvio Rodríguez, ser cubano significa pertenecer a una orquesta infinita donde han sido solistas Rita Montaner, Tito Gómez, Benny Moré, Olga Guillot, Miguelito Cuní, Ibrahim Ferrer, Bola de Nieve, El Trío Matamoros, Celina González, Celia Cruz, Carlos Puebla, Compay Segundo y Omara Portuondo. Significa ser miembro de la cantera más importante de música del continente americano, de la que emergieron Ernesto Lecuona, César Portillo de la Luz, Bebo y Chucho Valdés, Arturo Sandoval, Paquito de Rivera, Juan Formell, la Orquesta Aragón y Emiliano Salvador. Con ese compromiso y ese aval, Silvio se erige como un líder de la trova cubana, tiene un sitial histórico, irrebatible en la canción hispanoamericana.
Su religiosidad y su misticismo los asume desde la heterodoxia, aclara que es un creyente moderado, no muy piadoso, un teísta en el límite con lo agnóstico. Ha dicho: “Si existe un Dios y es inteligente, le importará un pito si uno cree o no en él”.
Ha compartido su vida con mujeres bellas y valiosas, toda su vida ha estado arrobado por el poder de seducción de las féminas, a las que dedicó su álbum “Mujeres” en 1978. Así le sucedió con la profesora de letras de Camaguey, Emilia, a quien dedicó su canción “Ojalá”; con la actriz Beatriz Valdés, protagonista del filme “La bella de la Alambra”, madre de su hijo Mauricio, nacido en 1990; y otras tantas que atizaron su estro. Silvio consiguió un alma compañera en Niurka González, una mujer hermosa nacida el 21 de marzo de 1977, excelente ejecutante de la flauta, con eximias credenciales académicas en Cuba y en Europa. Con ella procreó su séptima hija, la llamaron Malva, nació en 2002. Junto a Niurka ha compartido los escenarios musicales durante una década.
Hace algunos años, el cantor reunió a todos sus hijos, son siete en total, quienes viven en distintos puntos del mundo, y los llevó a conocer el río que es el origen de su mundo onírico: Ariguanabo, ubicado en la provincia Artemisa. Allí se hizo una foto con todos ellos y luego se la envió a sus respectivas ciudades, con una nota autógrafa adjunta: “Quiero que cada vez que miren esta imagen, regresen conmigo al río de mi origen”.
Desde 1975 con la publicación del álbum “Días y flores”, hasta este 2014 con “Ángel para un final”, ha logrado publicar 24 álbumes en solitario, además de las producciones compartidas, antologías y colaboraciones. Con 400 canciones grabadas que ha recorrido los cinco continentes, él ha llenado los escenarios de Nueva York, Los Ángeles y La Florida, soslayando las distancias ideológicas y las asperezas políticas, burlando el áspid venenoso que representa la disidencia cubana.
En 1996 celebró su llegaba al club de los 50 años con la canción “Paladar”; en ella expresó:
“Me pregunto ¿qué negocio es este?
en el que hasta el deseo es un consumo
¿Qué me haré cuando facture el sol?
Pero vuelvo el rostro al este
y me ordeno un nuevo desayuno:
a pesar del costo del amor”
(Álbum “Domínguez”, 1996)
Desde Venezuela celebramos su vida y su canto, su partido de sueños, su segura inmortalidad y su sempiterna buena salud. Ahora se encuentra absorto en labores de digitalizar su extensa galería fotográfica, está nutriendo su dominio: www.segundacita.blogspot.com, visitado por miles cada día, sitio web que creó por una sugerencia de la cantora caraqueña Cecilia Todd, su entrañable amiga.
Ojalá cada noviembre, el maestro cantor disfrute un nuevo desayuno, y su austera mesa en La Habana esté servida para el banquete de la vida. Silvio, el que viene del bosque, como el río de su infancia, fluye vigente, quizá por ello su canto es profusión creativa, raudal de imágenes sonoras, torrente de sueños. Su obra musical es una corriente que arrastra el pesar y fecunda la tierra.