Etimología de la palabra gaita y sus acepciones
“…En cuanto oigan ustedes tocar la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el salterio, la gaita y todos los instrumentos musicales, se pondrán de rodillas y adorarán a la estatua de oro que hizo construir el rey Nabucodonosor…” (Daniel 3:5)
En el versículo 5 del capítulo 3 del libro de Daniel en el Antiguo Testamento (750aC) aparece citada la palabra la gaita en su acepción de instrumento musical, anterior inclusive a las primeras referencias gráficas que se tienen del mismo, localizadas en Egipto, una imagen que los historiadores han bautizado como Gaiteros de Tebas, que data de 500aC. Así lo afirma el geólogo, compositor e investigador Arcadio Martínez, autor de célebres gaitas como “Pa´que Luis” y “La crianza”, entre otras.
La gaita o flauta, como instrumento de viento-madera, habría pasado al África musulmana, donde adoptó la grafía “Al-Ghaita”. Luego se le incorporaría una bolsa de cuero de cabra, conocida como odre, de donde provendría el término “gaits”, cuyo significado es “piel de cabra”.
Los romanos, incluyendo al propio emperador Nerón hicieron popular a la gaita en Europa, cobrando especial auge en Escocia, hasta nuestros días.
En el siglo XI, y luego de casi novecientos años de invasión árabe, surge en España el dueto del tamboril y la gaita, mayormente dedicado a cantos pastorales, enfatizados hacia la figura del mártir cristiano San Sebastián. Por esta razón, Martínez sostiene que “La gaita a San Sebastián”, una partitura encontrada en la iglesia conocida como “El Convento”, en Maracaibo, cuyo título es “Prima Gaita” no puede ser considerada como la primera gaita, al menos no como la conocemos hoy en día. Es, por el contrario, una partitura para tamboril y gaita, o flauta.
El tamboril y la gaita representan a su vez la fusión del hombre con la mujer, siendo la gaita la connotación del pene masculino; y el tamboril la forma sexual femenina.
Cuando empezó el tráfico humano desde África, los esclavos convocados a la evangelización cristiana mediante cantos pastorales al son del tamboril y la gaita, empezaron a asociar la palabra gaita con reunión o “bululú”, vocablo de origen africano que aún hoy es asociado con una aglomeración de personas.
De acuerdo con Arcadio Martínez, bajo esa concepción llega la palabra gaita a América, con el sentido de fiesta o reunión, y así se esparció por los distintos asentamientos de esclavos en el Nuevo Mundo, prevaleciendo esa acepción en territorios como el Sur del Lago de Maracaibo, adonde llegaron mayoritariamente esclavos de origen dahomeyano. En Colombia, por ejemplo, se mantuvo el significado de instrumento de viento-madera.
El surgimiento de la gaita de tambora y de Santa Lucía
Para el investigador, el primer tipo de gaita que surgiría sería la de tambora, originaria del Sur del Lago de Maracaibo, y esta afirmación está sustentada en una investigación de más de 25 años que se basa en el hecho de que inicialmente en esta zona estuvo presente la flauta de nariz, teniendo las mujeres Ashanti un protagonismo proverbial en la germinación de lo que con el paso de los siglos se convertiría en uno de los cinco tipos de gaita que conocemos hoy. Estas mujeres eran las cantoras que tributaban a sus deidades, en el marco de fiestas o gaitas, donde se consumían platos que también han llegado hasta nuestros días como el pescado “embasurao”, el lomo negro y el mondongo, todos de origen africano. Se produce entonces el sincretismo entre el culto a Ajé y a San Benito, en el marco de las faenas de trabajo y la vida social alrededor del puerto de Gibraltar.
Cuando Gibraltar perdió su protagonismo como el principal puerto lacustre, hacia 1671, los esclavos también fueron trasladados a Maracaibo, y con ellos sus creencias y tradiciones. La comunidad de peones portuarios se estableció en un sector conocido como El Bajito, muy cerca de Santa Lucía, donde ya estaban asentados vascos y asturianos, que veneraban a la mártir de Siracusa con cantos basados en la zambomba, el antecesor directo del furro. En ese entonces, la parroquia eclesiástica de Santa Lucía llegaba hasta Río Hacha, en la Guajira colombiana.
Para los africanos, había una deidad equivalente a Santa Lucía: Dambalá; y así se produjo un nuevo sincretismo cultural, pues cuando empezó a producirse el natural mestizaje entre los blancos de orilla y los esclavos dahomeyanos, surgió una nueva fiesta, la de Santa Lucía, y así los cantos para venerarla dieron pie a lo que hoy conocemos como la gaita de Santa Lucía.
La gaita perijanera
Arcadio Martínez explica que la fundación de La Villa del Rosario se produjo por una Real Cédula expedida en beneficio de los canarios, primeros habitantes de la zona, dando inicio a un nuevo proceso social, en el cual los afro-descendientes también tuvieron protagonismo, y que trajo como resultado la tercera forma admitida de gaita: la perijanera.
Caracterizada por bailes que parecen imitar el movimiento sinuoso de las serpientes, esta peculiaridad, explica Martínez, viene dada por la intención de simular la forma de los arabescos que decoraban las casas de la recién constituida villa, como forma de entretenimiento.
Un tamboril, un tamboril doble canario y un cuatro eran la dotación original de instrumentos de la gaita perijanera, que consta a su vez de diez sones.
La cuarta forma de fiesta: la gaita de furro
En su trabajo de investigación, Arcadio Martínez divide en siete etapas la historia de la gaita de furro o maracaibera, y considera que en las primeras cuatro, hasta comienzos de la década del sesenta, se mantuvo la acepción de gaita como sinónimo de fiesta o reunión; y a partir de entonces evolucionó con un sentido de género musical, inclusive comercial.
La tradición de las parrandas de zambombería de los vascos, que en nuestra tierra datan de la época independentista, y también condicionantes del surgimiento de la gaita de Santa Lucía, fue determinante en el nacimiento de lo que hoy conocemos como gaita de furro.
La zambomba, aunque de origen africano, fue traída a América por los españoles, y forma parte de la herencia musulmana de los ibéricos. En África, este instrumento, llamado originalmente “zambambú”, acompañaba a los muertos en su viaje al más allá, y así como el tamboril y la gaita o flauta, en sus materiales está connotada la fusión sexual entre el hombre (verada) y la mujer (cuero).
Los esclavos africanos empezaron a interesarse por la zambomba, que acompañaba a los vascos en sus aguinaldos, y así surgió otro tipo de gaita, fiesta o reunión, la que hoy conocemos como gaita de furro.
“La gaita de furro nació en Santa Lucía”
Así de tajante es la afirmación que rompe con el eterno dilema sobre si la gaita de furro o maracaibera habría surgido en Santa Lucía o El Saladillo; y le pertenece a José “Cheo” Romero, historiador, educador y profesor universitario, con aproximadamente tres décadas de investigación sobre los orígenes de la gaita.
“Mi abuela Rosa era mandullera, y bajaba religiosamente los furros”, confiesa Romero, ahondando en detalles sobre la tradición de subir y bajar los furros. “Se suben para purificarlos, hasta la próxima celebración”, explica el profesor.
Desde el punto de vista ritual y mágico-religioso, la Bajada de los Furros se producía del 12 al 13 de diciembre, hacia el día de Santa Lucía, que coincide con la fiesta en honor a Dambalá, custodia de la procreación en la cultura dahomeyana, sincretizada con la mártir incorrupta. Los instrumentos mandones son subidos el 2 de febrero, día de La Candelaria, para alejarlos de lo profano y, de modo connotativo, de las serpientes rastreras, hasta la apertura del próximo ciclo.
José “Cheo” Romero opina que no debe menospreciarse el aporte de los esclavos traídos de África en cuanto a la conformación de los tipos de gaitas hoy conocidos, pues a pesar de ser pueblos ágrafos, poseían un gran bagaje cultural, y una extraordinaria capacidad de de-culturación y aculturación, que les permitió agruparse en mayorías, predominando los dahomeyanos en el Sur del Lago de Maracaibo.
Los dahomeyanos poseían una tríada de deidades fundamentales en sus cultos, todas las cuales encontraron su sincretismo en la tradición católica: Ajé, que es la deidad superior, equivalente a San Benito; Dambalá, custodia de la procreación, homóloga de Santa Lucía; y Dadá, cuidadora del cierre del ciclo de la fertilidad, asociada con La Candelaria o Virgen de los Candiles.
La gaita de tambora, la primera que surgió, de acuerdo con Martínez y Romero, era ejecutada fundamentalmente por mujeres, por su condición natural de fertilizadora. En el Sur del Lago, el ciclo de ejecución de la gaita de tambora se iniciaba el 12 de diciembre, como un tributo a Dambalá; y finalizaba el 2 de febrero, con el culto a Dadá. Es aquí donde se establece el paralelismo histórico con las fiestas en honor a Santa Lucía, celebradas por los vascos en Maracaibo.
Y es precisamente en este punto donde convergen las tradiciones africanas y españolas para dar a luz al más extendido de los tipos de gaita, la de furro, o de mandullo, que significa “instrumento mandón”, y que pasó a ser el puntero de la nueva forma de fiesta por el simple hecho de la preeminencia de los blancos sobre los afro-descendientes.
“Históricamente puede afirmarse que la gaita de furro nació en Santa Lucía, pues ésta barriada estaba más cerca de El Bajito, el sector donde se asentaron los esclavos, fundamentales en el surgimiento de la misma”, sostiene Romero, quien explica que esta teoría ha podido confirmarse revisando los registros de los cementerios de la época, no hallándose evidencia de decesos de afro-descendientes en El Saladillo, y en función de que el culto a la Virgen de Chiquinquirá es posterior. “Todos estos elementos socio-históricos testifican que el origen de la gaita de furro se dio en Santa Lucía”, concluye.
Lo urbano como elemento fundamental en la gaita de furro
“Santa Lucía tiene un hermoso chorote
Que no se apaga ni de día ni de noche”
Por este verso, el presbítero José Tomás Romero, que no guarda ninguna relación con el profesor Romero, mandó a expulsar a los gaiteros de las adyacencias de la iglesia de Santa Lucía, lo cual le sirvió de excusa perfecta para alejar el jolgorio de las puertas del templo. No obstante, expone Romero, “chorote” no es otra cosa que un gran caldero, y este testimonio sirve también para dejar por sentado el significado de fiesta que mantuvo la gaita de furro hasta la década de los sesenta, cuando la bandera blanca en la puerta de una casa dejó de anunciar una reunión, y la mujer empezó a perder el protagonismo que tuvo en la conformación de la gaita.
Con el inicio de las grabaciones discográficas, la mujer dejó de ser la figura fundamental de la gaita como fiesta. Allí comenzó la evolución de la gaita hasta convertirse en un género musical urbano, que se ha nutrido de los elementos propios de la ciudad, y por eso es urbana también en su temática literaria, puntualiza “Cheo” Romero.
El quinto tipo de gaita: la tamborera
Cuenta Romero que hacia la década de los setenta, el llamado “Rey de las Tamboreras” Nelson Martínez, que había nacido en Caripito, en el Oriente venezolano, notó que en Tasajeras, en la Costa Oriental del Lago, el sacerdote del pueblo no permitía el acceso de los gaiteros a la Iglesia para tributarle sus cantos al Santo Negro. En paralelo, los chimbangleros ejecutaban sus tambores casi profanamente en la parte posterior del templo. Se produjo así una nueva fusión que dio pie a la tamborera, cuyo ritmo base es el chimbangle, la más recientemente admitida forma de la gaita, y la que los más consabidos consideran la más exportable de todas las tipologías.