A Gustavo Aguado, como símbolo del esfuerzo de muchos
Cuando yo lo conocí él ya era Guaco, yo Cardenalero y mis hijos estaban por llegar. Fui descubriendo su amor por la tierra y la música; su perseverancia para trascender, su amplio sentido de solidaridad, sus gustos y preferencias, su profesionalismo detrás de una consola y el respeto por la gente (mi gente) entre muchas cosas más. Lo sé tejedor de poesía de colores, como el guajiro Montiel, armonizando acordes y movimientos junto a instrumentistas y vocalistas excelsos sólo a punto de sensibilidad, de corazón y de liderazgo.
Inventó un bajo que sólo él toca para acompañar a la superbanda y yo juro que suena bien (¿verdad Carlitos Sánchez?). Ni el sonero mayor lo hace mejor.
Une a mis familiares y amigos (tradicionalmente unidos) y nos desune cada vez que opinamos sobre lo mejor que ha hecho (¿Pasión Indiana, Virgen Guaquera, los clásicos?).
Hoy con la gratitud de quien se siente querido devuelvo públicamente un poco del amor recibido, y de la alegría disfrutada junto a mis hijos y a la Maracaibo fresca, juvenil y soñadora “quien en la vida y en la muerta ama y lucha, canta y ora”.