Cuando me tocó estudiar solfeo en el conservatorio José Luis Paz a principio del decenio de los ochenta pensaba que la música sería mi oficio, mi mundo laboral y creativo. Era un alumno que entraba alucinado a un mundo de sonidos perfectos bajo la égida del maestro Oscar Faccio. Nunca dudé de mi amor por la música, desde entonces la considero la creación más importante del hombre, su único lenguaje para comunicarse instantáneamente con toda la humanidad. Sin embargo nunca pensé que pudiera ver a un músico dirigiendo una orquesta compuesta por 150 instrumentistas que ejecutaran obras de Gustav Mahler o la obertura de 1812 de Tchaikovski en la Maracaibo de la gaita, de los vallenatos desbordados y de las apuestas a favor de Águilas del Zulia. Y menos previsible aún, que lo realizara ante 12.000 espectadores zulianos, delirantes por la presencia de ese director: Gustavo Dudamel. Ese momento lo vivimos el pasado viernes 29 de enero en el estadio Luis Aparicio, viendo hileras interminables de gente, bajo el sol de las 4.00 de la tarde, esperando para colmar las tribunas del estadio. Eran de diversos grupos etarios, variopintas las vestimentas, pero todos unidos por el amor a la música universal imperecedera.
La jornada comenzó con la actuación hermosa de Los Zagalines del Padre Vílchez, su presencia Sanfrancisquense. Al presentarlos al lado de Andreina Socorro, destacamos que es una escuela de gaiteros de San Francisco que funciona como granero de talentos desde 1972. Luego entraron a escena los laureados integrantes del Quinto Criollo que están celebrando 35 años de fundados, con Amada Campbell a la cabeza, quienes interpretaron danzas zulianas y la gaita de Renato Aguirre “Aquel Zuliano”, obra que está cumpliendo este año 2010, 30 años de grabada.
Seguía entrando gente, llenándose las gradas del Luis Aparicio, seguía llegando la ayuda para la nación hermana de Haití, leitmotiv del evento. Los compañeros de las empresas patrocinantes PDVSA, Corpozulia Alcaldía de San Francisco, Enelven, colaborando con la logística, gentilmente atendiendo a todos los invitados. El evento no tuvo costo para entrar, solo se pidió la colaboración a los asistentes con donativos para los hermanos haitianos. Se recolectaron en total cerca de diez toneladas de alimentos y vituallas para ser enviadas a Puerto Príncipe.
Era propicia la ocasión para llamar al escenario al consejero de la Embajada de Haití en Venezuela, El señor Lesley David, quien con palabras sencillas y en tono sereno agradeció la solidaridad generosa, esa tarde de la gente de Maracaibo. Luego comenzó su actuación Vocal Song, ganadores de disco de platino por sus ventas, recibidos con una gran ovación del público asistente. Se pasearon por temas éxitos de sus tres álbumes, todos ejecutados sin acompañamiento instrumental, sin pista, sólo con sus voces y talentos infinitos. La antesala zuliana la cerró Huáscar Barradas con su grupo Maracaibo. Simultáneamente entraron los Servidores Marianos con la réplica de la Virgen de Chiquinquirá, mientras los asistentes entonaban el himno de la virgen. Minutos después, las notas de la canción Venezuela, llenaron el cielo zuliano y así todo quedó preparado para la entrada en escena del astro Dudamel.
Comenzaron a sentarse ante su atril los jóvenes músicos de la sección de cuerdas, luego viento-madera, más tarde entraron la sección de viento-metal y finalmente la percusión. En las gradas los maracuchos en un paroxismo de alegría realizaban la ola, cual juego de la Chinita. Fue una noche de luna llena en la ciudad de Udón, los patrocinantes del evento sentados a pocos metros del escenario expectantes, la euforia total explotó cuando se produjo el milagro, la entrada del director de la Orquesta Juvenil de Venezuela: Gustavo Dudamel, el joven barquisimetano que con 29 años recién cumplidos, es el director de la orquesta sinfónica de Los Ángeles, y ha dirigido en las principales capitales de Europa. El concierto duró cerca de 90 minutos y culminó con el mosaico de mambos de Pérez Prado. La ovación se convirtió en el coro de “.otra…otra”, y el maestro Dudamel marcó el inicio del Alma Llanera para el cierre inolvidable.
Fuimos testigos de un gran gesto de solidaridad con una nación en crisis, de una imponente exhibición de talento musical, y de una ciudad que hemos soñado muchas veces, afecta al hecho artístico trascendente, capital del arte.