“Trabajamos para poder disfrutar del ocio”.
Aristóteles (Grecia, 381 ac-322 ac)
En el siglo XIX Maracaibo era una ciudad que miraba al lago, sus principales zonas residenciales y comerciales privilegiaban la vista al lago y sus riberas. Sectores como Los Haticos, donde vivía la colonia alemana y algunos empresarios locales, o El Milagro, con el malecón y el puerto: nos daban una hermosa panorámica del paisaje lacustre.
En el siglo XX comenzó una gran distorsión, nuestra urbe pujante cambió arrastrada por el maremágnum del boom petrolero, recibió una importante migración interna y dio la espalda al lago, al que siempre fue su principal razón de ser, su motivo de existencia, su mayor orgullo de pertenencia. Poco a poco las zonas comerciales y hoteleras, así como las residenciales; se construyeron tapando la vista al lago. Fue como si hubiésemos construido una gran muro a su alrededor para poder negarlo. Hasta el punto, que a los que nacimos en la década del 60, nos repetían con insistencia: “El agua del lago es mala, está sucia, contaminada”.
Nos sorprendíamos cuando desde en algún paraje urbano lo veíamos. Así sucedió cuando se construyó el Centro Comercial Lago Mall, a todos nos sorprendía ver la hermosura del estanque desde su patio trasero, en otrora: era el mundo de agua sagrado de los Añú (sus pobladores primigenios). Entonces el lago pasó a ser, como diría en su novela Jorge Edwards: “El inútil de la familia” (Alfaguara, 2004). Entró en vigencia una cultura del ocultamiento para esa suprema fuente de vida.
La famosa casa de Sergio Antillano, maestro del periodismo cultural, ubicada frente al muelle de Canalizaciones, es un digno testigo de esas moradas que se edificaron mirando hacia el lago. Aún está en pie, con sus ladrillos rojos y sus maderas antiguas, con su gigantesco ventanal esférico; ubicada en un pequeño cerro del Milagro, está como oteando las aguas del Coquivacoa. Esa casa deberían convertirla en un museo, un recinto de antigüedades y reminiscencias marabinas.
Las gaitas escritas por Luis Ferrer en el decenio 1960 le cantaban a la grandeza lacustre, a sus prodigios. Pero desde los años 80, le cantaron a la situación crítica de sus aguas, a su condición de cuerpo de agua enfermo. Renato Aguirre, otro gran autor, compuso “En carne propia”, gaita que grabó Daniel Méndez con la agrupación La Parranda Gaitera. Allí el poeta plantea:
“A vos no te gustaría
que una mañana cualquiera
mis aguas te sorprendieran
en tu afán de cada día,
que inundándote irrumpieran
en tu propia habitación
y mi contaminación
contra vos se revirtiera”.
(Aguirre, 1992)
En 1976 la ciudad se inquietaba al ver los trabajos de movimiento de tierras, de relleno y reforestación de una gran zona ribereña, ubicada en la avenida El Milagro, enmarcada entre el puerto de Maracaibo y el muelle de Pequiven. Le robaron esas orillas al lago, pero valió la pena. Esa obra pujante la ejecutó el gobierno del finado Carlos Andrés Pérez, bajo decreto firmado el 11 de noviembre de 1975. El arquitecto ideador de la obra fue Erasmo Calvani, quien a su vez; fue el célebre arquitecto del Monumento a la Virgen de Coromoto en Guanare, templo que se considera una joya de la arquitectura litúrgica, reconocido mundialmente.
El parque frente al estuario fue inaugurado el 18 de noviembre de 1978, lo llamaron “El paseo del Lago”, es un campo ecoturístico para el solaz familiar, con caminerías, bulevares, bosques tropicales, canchas, mini-zoológicos de contacto, de una gran belleza y de un gran beneficio para la población de una ciudad, en ese momento con 1.200.000 habitantes. Nacía un nuevo pulmón para Maracaibo, y una nueva plaza de esparcimiento para sus habitantes.
El Grupo Guaco esa temporada 1979 grabó el tema “Venite pa’ Maracaibo” en la voz de Ricardo Portillo, comienza con un intro de flauta ejecutado por Frank Velásquez, su primer verso reza:
“Maracaibo se agiganta
cual brillo nos da la luna
pues tenemos la fortuna
que aquí todo el mundo canta.
(coro)
Venite pa’ Maracaibo
a la Feria de la Chinita
aquí la cosa es bonita
en el bello Paseo del Lago”.
El alcalde de Maracaibo, Gian Carlo Di Martino, le cambió el nombre por “Vereda del Lago” cuando se le encomendó su recuperación. El burgomaestre marabino otorgó una serie de concesiones a locales comerciales, refresquerías, circuito de piscinas, pistas go kart, gimnasio de lujo y la sede para la flota de autobuses del llamado “Tranvía de Maracaibo”. Además, cedió varias hectáreas para la construcción de la sede de la Universidad Rafael Urdaneta –URU- y su Aula Magna, la casa de estudios de donde él egresó como politólogo en los años 80. El proceso de recuperación Dimartinista fue un éxito, un gran logro.
En el 2007 cuando nos visitó el filósofo vasco Fernando Savater, con motivo del “50 aniversario de Seguros Catatumbo”, él fue a caminar una mañana al Paseo del Lago, y expresó su satisfacción al recorrer tan hermoso paraje, sus senderos: “Es un sitio ideal para el ocio, entendido este en su acepción originaria: El tiempo libre de una persona, que no es devorado por el negocio” (El concepto de ocio de los filósofos griegos clásicos).
Recientemente el Gobernador del Estado Zulia, Francisco Javier Arias Cárdenas, ha comenzado la ejecución del Paseo del Lago, las etapas II y III; son dos zonas de la ensenada lacustre que sirven para practicar ciclismo, kayak, caminatas y deportes en general. Las tres zonas se han convertido en ventanas para mirar al lago, al que escondimos por décadas. Al estar en el Paseo del Lago II, sientes la brisa lacustre, ves navegar en lontananza los buques y los enormes cargueros, disfrutas de los mágicos amaneceres y atardeceres en el lago (sin ningún costo por entrar a sus instalaciones). En el Paseo del Lago III, ves la antigua sede de la Mene Grande Oil Company, incólume, la que también albergara al Colegio Gonzaga, una casona hermosa de los años 30, bien restaurada; un fiel testigo del comienzo de la era petrolera.
Es mi deber felicitar al Gobernador Arias Cárdenas por tan importante obra, ejecutada en tiempo breve. Como también es mi deber, pedirle que termine las dos etapas que ejecutó, las consolide y queden operativas al máximo. Así como pedirle que coadyuve a bajar la contaminación por aguas servidas, por la explotación petrolera y petroquímica; que tanto daño han causado al cuerpo de agua de 13.820 kilómetros cuadrados de extensión. Si así fuere Gobernador: La historia del Zulia se lo va a reconocer generosamente.
El ingeniero y urbanista Francisco Urbina Nava resalta lo importante que es tener un espacio público tan amplio, para que las familias marabinas se reencuentren, practiquen deportes, tengan ocio productivo. De allí la necesidad de cuidarlo. Y por otra parte; lo imperioso de seguir creando estas áreas de integración con nuestra naturaleza. Él nos recuerda que la “Avenida número 1” de Maracaibo se perdió porque la asumieron El Puerto y los Clubes Privados asentados a las orillas de la cuenca. De tal forma que El Paseo del Lago, en cierto modo, es una reivindicación de esa desaparecida “Avenida número 1” de la ciudad.
El artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”. Esta fue promulgada el 10 de diciembre de 1948, e implica, un claro respaldo a esta obra, esta visión acertada de nuestra Maracaibo del siglo XXI.
De nuevo los marabinos tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el lago padre, el lago origen, el lago estandarte, el lago que fue y seguirá siendo la principal razón de nuestra existencia. Al que podremos mirar libremente, sin muros antepuestos, desde estas gigantescas ventanas.
León Magno Montiel – @leonmagnom