Rafael Rincón González: 89 años cantando pregones

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Twitter: @leonmagnom

“Un dragón, no es un dragón
hasta que un poeta no lo decide”.

Ludovico Silva
(Venezuela 1937-1988)

La mañana del 30 de septiembre de 1922, hace 89 años, nació  un niño a quien llamaron Rafael Augusto. Fue el cuarto hijo del pintor  Neptalí Rincón en doña  Inés Delia González, una  exquisita cantante con tesitura de soprano, corista de la iglesia y cuidadosa mujer de su hogar y de sus  hijos en el sector Los Biombos en El Saladillo, que estaba ubicado detrás de la Basílica,  donde hoy  se encuentra la sede de los tribunales.  Rafaelito nació  en la casa número 18 de esa vecindad, en tiempo de la post primera guerra mundial, en el comienzo de la era petrolera venezolana, cuando estaba naciendo la radio comercial en el mundo.   Desde muy temprano, estimularon al niño a ser un pintor, lo enseñaron a colocarse frente al caballete, a dominar los pinceles, a imitar la labor de su padre. Sin embargo, su vocación estaba por la música, por el mundo de acordes que nacían en el viejo piano  Schumann que ejecutaba con maestría  su hermano menor Luis Guillermo.  Rafael se sentía  llamado   por  la guitarra cómplice de la veladas familiares,  la misma con que su padre acompañaba a doña Inés a cantar las viejas tonadas y romanzas  españolas que hablaban de “ las veladas de toros “ y de “ver caer la nieve al atardecer”, en la salita humilde en plena ciudad tropical.  Allí comenzaron a nutrirse las raíces del destino musical que  ha marcado  durante 89 años a Rafael.

De joven aprendió a captar escenas y  luego las llevaba a su guitarra como danzas o valses con cadencias hermosas, participó en tríos, como dictaba  la moda de entonces en la América Latina del romanticismo: El Trío América, Los Melódicos y el Naiguatá junto a Ciro Adarme, Adelina Valbuena y Rafael Romay. Con estos tres tríos tristes de guitarras  actuó muchas veces  en la emisora Ondas del Lago. Rafael Augusto maduraba como artista y comenzaban a nacer sus danzas: “José El Platanero” (Señores, señores llegó… en 1940), “Los Pregones” (Va cantando el  pregonero…en 1944), “Soberana” (Buenas noches mi amor aquí…en 1945), “Maracaibera” (Ay amor, ay por ti…en 1950), “Mi contradanza” (Tengo en  mi mente aquellas noches tan…en 1962), “Cosas del ayer” (El pueblo está de fiesta…en 1963), “Linda Guajirita” (Yo te estoy queriendo…en 1963), en fin, más de 500 piezas de su autoría.

El 20 de marzo de 1970, cuando Rafael Rincón tenía  47 años de edad, le tocó ser testigo presencial del inicio de la destrucción de  El Saladillo,  su amada barriada caía abatida por las grúas, por las bolas de acero que derrumbaban las casas como naipes desparramados en las calles El Fuego Vivo, La Federación y Derecha. Las máquinas como dragones enfurecidos arrasaban con las gárgolas, los solares, las puertas de agua y ventanales del vecindario. Su barrio de ensueño, referido por los cronistas desde el siglo XVI como una importante salina,  alrededor de la cual se nucleó la aldea primigenia que llamaron Maracaibo. Ese aciago día se comenzó a ejecutar el decreto del presidente Rafael Caldera y de su abyecto gobernador Hilarión Cardozo, para borrar la huella arquitectónica de la ciudad con la falsa promesa de progreso, de puerta al futuro, que nunca llegó. Ese mundo de recuerdos infantiles, de imágenes como fantasmas, oníricas,  comenzó a habitar en las composiciones del bardo Rafael Rincón:

“…Hoy llego hasta la plaza que evoco en mi memoria
y todo está cambiado de extranjerista euforia
no veo las dulceras, ni café, ni empanadas
sólo perros calientes, soda,  ice-cream y tostadas
y  yo  triste  añorando las cosas del ayer…”

Ahora ese mundo vivía en su creación musical, como la escena descrita en “Los Pregones Zulianos”, su pieza más exitosa y reconocida, que fue arreglada en 1981 por el maestro inglés Frank Barber  y grabada ese mismo año por la Orquesta Filarmónica de Londres, como parte central de la “Suite Zuliana”, para cuya premier en Maracaibo se contó con la presencia del tenor favorito de Venezuela, Alfredo Sadel.

Nos cuenta Rafael  que compuso  “Los Pregones” en una madrugada que llevó a su hermano al malecón  de Maracaibo para  emprender un largo viaje a la ciudad capital de la nación: “En ese tiempo ir a Caracas era una odisea, se despedía a la gente con llanto, pañuelo y todo, para un viaje que duraba varios días. Tenía que tomar una piragua que lo llevaba a La Ceiba, después se embarcaba en el ferrocarril que lo llevaría a Motatán donde pasaba la noche. Al otro día en autobús de la ARC continuaba rumbo a la capital, pasando por una serie de pueblos hasta llegar a Barquisimeto. Lo más fuerte era la quebrada de Carora, porque no había puentes y dependía del agua que el rio tuviera”. Esa mañana del año 1944, después de  ver a su hermano subir a la piragua platanera, despidiéndolo entre lágrimas,  se fue caminando a su sitio de trabajo en la Plaza Baralt, viendo a los pregoneros en su labor al amanecer, así se inspiró para su danza mas celebrada:

“Va cantando el pregonero vendiendo  su mercancía
son las cinco  y  el lechero nos viene anunciando el día
alevántese señora que se hace de mediodía
la leche viene en los potes con espuma de alegría…”

En paralelo a su música, Rafael se ganó la vida como sastre. Su elevado instinto estético lo ayudaba a darle forma a las telas de llegaban al movido puerto de Maracaibo: el casimir, el lino, la gabardina, la tregûela, el oxford  y el organdí toman las formas que sus manos de alfayate moldeaban en la sastrería zuliana  “La Diadema”.   Mi padre Luis Nemesio Montiel tuvo la suerte de trabajar como su ayudante, desde entonces su admiración por Rafael Augusto Rincón, y la obligación de nosotros, sus hijos, de pedirle la bendición al maestro cantor y maestro cortador, como a un padrino sacramental.

Según Ilan Chester, destacado cantante caraqueño de ascendencia polaca, “un compositor es un sastre, que diseña las prendas para las voces de sus intérpretes. Las prendas son sus canciones, las texturas de las telas son sus armonías, cada talla es la tesitura propia de cada intérprete. Eso explica que para cada compositor  hay intérpretes a la medida, y viceversa”.  Para  Enrique Gotera fue Luis Ferrer, para Cheo Feliciano su sastre musical  fue Tite Curet Alonso, para Ricardo Aguirre los versos de Eurípides Romero fueron su mejor traje, y es sin duda  Tino Rodríguez quien mejor vistió los trajes que le confeccionó Rafael Rincón González. Tino, el Celestino de Puerto Cumarebo,  se sembró en el Zulia gracias a  las melodías que escribió, cortó y diseñó para él  Rafael Rincón.

Demostrando que también tenía talento para la  gaita, Rafael toma las riendas del Conjunto Los Picapiedras en el año 1963, quienes le grabaron temas como “Gaita Viajera” y “Gaita Maracaibera”, obteniendo el primer lugar del concurso de Ondas del Lago Televisión con su solista estelar  Guillermo “Memo” Larreal, y reventando  los hit-parades de las emisoras  zulianas.

Luego se dedicó a la enseñanza de la música  en las escuelas de la Costa Oriental, donde con gran mística conformó varias corales, entre otras la de la Shell,  logrando muchos reconocimientos.  En esa tierra petrolera, reúne a los mejores ejecutantes de la gaita y  crea en Bachaquero una  agrupación signada por la elegancia, en tratamiento sutil de las voces y una novedosa forma de ejecutar la tambora: Los Compadres del Éxito (1964).

Los Compadres del Éxito lograron un sonido muy particular e inédito en gaita, productor de  un teclado parecido al cémbalo, fabricado en Alemania desde 1961, denominado comercialmente  Hohner  Cembalet, y al cual  los parroquianos llamaban “la pianola”. Este cémbalo  lo ejecutaba con gran solvencia su hermano Luis Guillermo Rincón, dándole distinción armónica al conjunto gaitero, cuyos integrantes solían actuar de flux, elegantemente trajeados.  Con Los Compadres  logra éxitos como “Lago de Maracaibo”, “La Gran Brisa”, “El Gran Mahón”, homenaje al  furrero saladillero llamado Andrés Bohórquez, “Las campanitas” y “La Sensacional” en la voz del profesor  Jesús Bravo González:

“No me vengáis con bosquejos
no lo voy a permitir
que me vengáis a decir
que la gaita es pa´ los viejos”

Los Compadres del Éxito, con solistas estelares como Deyanira Enmanuels, su hija Beatriz, Irma Arcaya, Enrique Gotera,  Lía Rosa Colina y Luis Ludovic, siguen marcando la pauta  en la gaita venezolana, y recientemente celebraron su aniversario 50.

En el año 2004, Renato Aguirre compuso el tema “Zulianidad frondosa” para homenajear al maestro Rafael. Logró una curiosa gaita-vals, con un hermoso símil en su poesía: un árbol frondoso cuyos frutos son el amor a esta tierra, a sus tradiciones. Ese árbol lo encarna  Rafael Rincón:

“Guitarra, voz, canción, zuliano amor y devoción
poeta que conmueve el alma con su inspiración
Dios ha encendido una oración en lo profundo de su ser
para lo lleve hasta él, y antes de un nuevo amanecer sea su rincón”

Con un arsenal de casi 600 composiciones, con sus nueve hijos formados en distintas carreras, con un Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Zulia recibido el 3 de febrero de 2005, que dio paso a la creación de la Orden Honor al Mérito Cultural con su nombre (2006),  Rincón arriba en este septiembre de 2011 a sus 89 años de edad, con gran lucidez,  como un líder indiscutible de la canción venezolana. Y así como el maestro Escalona representa a los colombianos,  y Compay Segundo representó a los trovadores cubanos  tradicionales,  o como  en  Brasil   han  representado dignamente a  Vinicius de Moraes;  el maestro Rafael es nuestro símbolo nacional de la danza. Y recordamos  las palabras de Sergio Antillano, para la carátula del LP de 1977: “Se diría de Rafael Rincón González que actúa como el más agudo de los cronistas, siempre atento al acontecer popular. A este Rafael, bien está que los zulianos le celebren la gracia que a todos nos proyecta”.

Cuarenta y un años después, los dragones con  fauces de metal que se tragaron El Saladillo y sus leyendas,  ahora son derrotados por la obra magistral del bardo Rafael Rincón González, quien se marchó de esta vida en la mañana del domingo 15 de enero del 2012.

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