“Yo soy el Indio Pastor como me dicen cariñosamente”.
La cumbia es una forma musical nacida en la costa de Colombia, es un ritmo sensual, sus letras contienen poesía campechana, llenas de melancolía, con frases del amor cotidiano. El maestro José Barros es uno de sus mayores representantes, un célebre creador cumbiambero, él es un símbolo respetado de ese folclor costeño que se ha extendido por todo el mundo.
Ese género musical tan Caribe fue el que caracterizó la carrera como cantante de Pastor López, quien se convirtió en un icono de la navidad colombiana, a pesar de que había nacido en la ciudad de Barquisimeto el 15 de junio de 1944, la urbe crepuscular, capital musical donde lo llamaron “El Indio Pastor”, y donde creció cantando música de los llanos venezolanos, el tamunangue típico larense y el golpe tocuyano. En tierras larenses aprendió a tocar el cuatro venezolano con el que se acompañaba en sus parrandas caseras y cuando componía sus canciones. Fue el primer cantante que grabó el vals “Ansiedad”, el gran clásico del maestro Chelique Sarabia de 1955, tema que después impuso el estadounidense Nat King Cole. Lo cantó Antonio Vega, Rosa Virginia Chacín y Alfredo Sadel, entre otros.
Pastor López cantaba a media voz, con una excelente afinación, tenía la escuela del maestro Nelson Henríquez, con quien trabajó a principio de los años 70. Con Henríquez aprendió a ser disciplinado, entendió que ser líder de una agrupación es un reto considerable, él lo motivó a cantar como un profesional y Pastor con mucho talento desarrolló su estilo bajo su privilegiada influencia. También actuó en el combo de Emir Boscán, quien echó raíces profundas en la Costa Atlántica colombiana. En 1973 Pastor creó su combo y lo mantuvo activo por 46 años.
Los cronistas musicales neogranadinos relatan que la voz y los éxitos de Pastor estaban presentes en los hogares colombianos cada diciembre, también en los carnavales; verlo actuar o escucharlo en las emisoras era una tradición. Lo consideraban un hijo adoptivo de la nación cafetalera, le dieron el título honorífico de “El señor de la cumbia” y “El venezolano más colombiano”. Se caracterizaba por usar trajes coloridos, barrocos, y diez anillos de oro macizo cuando actuaba. De allí que los animadores desde el año 2001 lo llamaron “El señor de los anillos”, así aparecía en las carátulas de sus álbumes, en los posters de promoción y en los vídeos musicales: mostrando sus voluminosos anillos, como un boxeador latino.
Su música es sencilla, con letras amorosas y nostálgicas, acompañadas por un combo conformado por dos trompetas, piano, bajo, conga y timbal y dos coristas que tocan la percusión menor. Si bien la cumbia fue su bandera, también interpretó paseítos y porros, los cantaba con un dejo de despecho. Llegó a ser el rey de las rockolas en el sur del Caribe y en el territorio paisa:
“Las caleñas con su caminar me hacen delirar
son rosas de un jardín de amor que alguien cantó”.
López comenzó su carrera en 1969 y fue extendiendo sus dominios musicales por la Costa del Atlántico colombiano; sonó en Ecuador, Perú y en su patria Venezuela. Fue reconocido en las colonias colombianas del mundo entero, sobre todo en Miami, Nueva York, Madrid, Islas Canarias, Dallas, Orlando y Londres. Podemos afirmar que logró colocar en las carteleras radiales de Colombia más temas que cualquier otro cantante venezolano, superó la cincuentena en su frondosa cosecha de éxitos. Por ello cuando murió el 5 de abril de 2019 en la ciudad de Cúcuta, las grandes cadenas de radio y los canales de televisión de esa nación, le dedicaron importantes reportajes, micros y especiales con su música, cosa que en Venezuela no tuvo la misma intensidad, ni remotamente llegó a tener la misma incidencia. Tendremos los venezolanos esa deuda pendiente con el maestro cantor, él será nuestro hijo ausente en cada navidad, en cada baile:
“Otro año que pasa y yo tan lejos
otra navidad sin ver mi gente
madre yo te pido humildemente
que en el año nuevo me recuerdes.
Que en la mesa pongas un lugar
para el hijo que no ha de llegar
sírveme champaña para brindar
mi copa siempre a rebosar”.
José Pastor López Pineda, el muchacho de mirada triste, de gestos tímidos y baja estatura, que comenzó su vida artística cantando música llanera en el estado Lara, se convirtió en la voz cumbia, lo amaron por igual los bailadores colombianos y venezolanos. Cosechó una gran amistad con Aníbal Velásquez, Argenis Carruyo, Joe Arroyo, Los Blanco, Willie Quintero e Iván Sánchez. A los 74 años de edad, cuando cumplía 57 años cantando, se marchó. Se fue un hombre humilde, a quien conocí en su casa campestre en Los Cortijos, en el bucólico municipio San Francisco, rodeado de árboles centenarios y animales de corral, siempre recordando a sus 11 hijos, su pequeña diáspora afectiva.
En la ciudad de Cúcuta sufrió un ictus cerebral la mañana del 5 de abril, fue un evento muy intenso, agonizó por dos días. A ese ictus fatal, lo precedió un infarto 10 años antes, mientras estaba actuando en la ciudad de Bogotá, que superó milagrosamente.
Tuve el honor de entrevistarlo en la radio varias veces y siempre fue un hombre afable, agradecido por el apoyo recibido de los locutores, de la gente de la radio en general y de los melómanos de América Latina.
De alguna forma, seguiremos bailando con sus cumbias y porros, seguiremos disfrutando del sabor tropical de su música, que sin duda va a perdurar junto a su grata memoria, con su voz pequeña y su gran corazón de trovador:
“Vamos a brindar por el ausente
que el año que viene esté presente
vamos a desearle buena suerte
y que Dios lo guarde de la muerte”.
Despidamos con honores a este cantor caribeño, larense de nacimiento y colombiano por elección, que siempre supo alegrar corazones en despecho y almas empapadas en nostalgias con sus canciones. Pastor fue un duende de las parrandas.
León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com