Al beso de orillas del Lago de Óleo de Maracaibo, en aquella apacible y modesta población de Los Puertos de Altagracia nació Gabriel Bracho Oliva el 25 de mayo de 1915.
Gabriel Bracho Olivares y Clorinda Oliva lo trajeron a esta dimensión de vida cuando apenas hacía meses los geólogos de Ralph Arnold contratados por The Caribbean Petroleum Company habían logrado con éxito ubicar, hacer brotar y estabilizar durante 1914, en las lomas entonces agrestes de la Costa Oriental del Lago, lo que se denominaría con impacto mundial Campo Mene Grande, donde el cabezal de la perforadora Start Drilling Machine 23 logró el punto exacto del Zumaque N° 1 y por lo cual sus obreros bautizaron esa loma como Cerro La Estrella.
Ese fue el momento geopolítico y económico cultural en que nació este maestro, cuando se determinó en forma ascendente la era petrolera de Venezuela, protagonista mundial del Mene y poseedora de esta “sangre de las máquinas”. Desde entonces alrededor de unos 70 mil millones de barriles de petróleo contabilizaría Venezuela hasta el presente y de allí el peso específico en la Gran Región del Lago de Maracaibo. Esa realidad era su insumo temático.
Bracho tuvo conciencia vivencial de que a partir del golpe de Estado de Juan Vicente Gómez contra el Gobierno de Cipriano Castro, en 1908 , el dictador otorgaba a su entorno -en complicidad con las trasnacionales- abundantes permisos de exploración sobre la casi totalidad de la geografía nacional e iría instalándose una inmensa estructura industrial, laboral y habitacional petrolera transnacional que, una vez dominados en el joven pintor los géneros del paisaje, el retrato, el bodegón, sería el petróleo y la pugna por su control soberano y por un nuevo orden mundial, el centro de los motivos de la realidad en la pintura de este hijo de Los Puertos de Altagracia.
Bracho tampoco evadió que el hallazgo de campos gigantescos y el brote impresionante de emanaciones determinó la implantación a escala industrial del sistema de esta explotación, el modelo económico y cultural minero-exportador inserto en la práctica expansiva de la modernidad industrial capitalista, fijando para Venezuela el orden dependiente de extracción energética. Estudia al proletario campesino inerme cuando se va desplazando el modelo económico agro-exportador fundamentalmente cafetalero que bajo la organización latifundista y los capitales financieros, comerciales, de importación y exportación europeos y criollos dominaron luego de la independencia en la gran Región del Lago de Maracaibo y en el cinturón y faldas montañosas de la cordillera andina que habían imperado hasta entonces.
Las pasantías iniciales por el humilde Círculo Artístico del Zulia hacia 1930, que habían fundado Julio Árraga, Pedro Villasmil, Neptalí Rincón…y por la tradicional Escuela del Cuño-1936- en Caracas, iban de la mano de su inquietud político-cultural y su sentido de ubicación en el análisis crítico de la realidad, que lo conducirían sin vacilación hasta su despedida hacia esa veta militante contra las hegemonías opresoras.
Tras formación y experiencia centro y suramericanista viajaría desde entonces en la lógica del internacionalismo político cultural, Chile, Bolivia, Argentina,México, Estados Unidos, Italia, Francia, URSS, Hungría, Bulgaria, Cuba… Chile y México serían claves allí…donde se rodeó de la militancia político-cultural de los grandes muralistas y artistas gráficos mexicanos tomando como fuego creador la efervescencia de aquel movimiento. De allí su propuesta del Arte Público, los grandes formatos y las técnicas para asumirlo, los vitrales, la integración pintura-arquitectura.
El gran objetivo para él estaba claro, como para Pedro L.Castro, César Rengifo, Claudio Cedeño, Fernández-Diaz…: Centrarse en la función formativa de una conciencia revolucionaria en el pueblo, desde las artes plásticas, exaltar la identidad de las tradiciones culturales, fiestas populares, costumbrismos populares, naturalismo, al trabajador y su entrega de la cual es despojado en la lógica de la plusvalía, dar a conocer y exaltar las épicas batallas anticolonialistas de nuestros próceres y liberadores, contra el latifundismo y las nuevas castas traidoras del proyecto de independencia de Bolívar, que combatió el general Zamora.
Hacia 1940 en obras como “Nacimiento del Silencio” logra un importante carácter estético en abigarrada solución compositiva.
En 1983, mientras realizaba el mural de 6.90 x 10 mts. El Sindicalismo para la nueva sede de la CTV y entrevistado por Napoleón Pisani Pardi expresó:
Siempre he creído en el arte público, y ya, desde los años sesenta, logré una página dominical en el diario La Esfera titulada Arte Público. Allí, junto con Rodríguez Llamozas, Claudio Cedeño y Armando Lira, dimos una buena y larga pelea por quebrantar los moldes del arte privado, del cuadro de caballete, que sólo permite que la obra artística sea conocida por quienes asisten a museos, galerías de arte y colecciones privadas. El muralista rompe con esta apropiación del talento artístico y llega de manera directa al público, a quienes transitan por sitios donde hay obras como la de Tovar y Tovar en el Capitolio. En mis rectificaciones sobre el tipo de arte público que propugnamos ya, hoy, los Leonel Durand, Jorge Arteaga, César Rengifo, Pedro León Castro y González Bogen, está el aceptar como expresión ornamental pública, la obra de creadores como Soto, Alejandro Otero, Víctor Valera, Carlos Cruz Diez, Mateo Manaure y otros, pero reservándonos defender el arte social realista, como más propicio a la educación de las masas.
(Revista KENA Nº 419, el día 9 de junio de 1983)
Sus temáticas petroleras, en la cual influyeron intelectuales como Salvador de la Plaza y Rodolfo Quintero, lo ubican en el centro de esta era cultural: desde “Trabajadores petroleros” en 1939, cientos de obras como “El balancín” en 1963, “El petróleo y sus derivados” en 1980, y en toda su muralística o grandes formatos, signarían el trabajo plástico que concluyera en el borde del Lago de Maracaibo con “Los Puertos y el Petróleo” al filo de su partida en 1995.
Testigo desde niño de la extracción petrolera que poco dejaba en el campo occidental venezolano, observó desde Los Puertos de Altagracia, como la British Controlled Oilfields Limited exportaba desde el puerto de La Estacada hacia las refinerías extranjeras de Curazao y Aruba el petróleo que desde principios de los años 20 extraían desde Mene Mauroa, los menes de Acosta y sus campos falconianos.
Hoy las ruinas de aquella vieja casona de las transnacional British Oilfields que absorbería la Caribbean y la Shell se constituyen en vestigio de aquel fuego extractivo por décadas y es uno de los espacios cuyo rescate patrimonial proponemos como redención de esta obra y sede de las “mene-estaciones” temáticas expositivas del Circuito Patrimonial Museístico del Petróleo para develar la complejidad de nuestro protagonismo mundial petrolero por más de un siglo.
Pero Gabriel Bracho desató una gran fuerza plástica en las composiciones donde el pueblo, como una gran espiral elíptica se consagraba a congregaciones, bailes y danzas colectivas de las fiestas populares como en Las Turas o Los Zaragoza. Asimismo algunas composiciones sobre La Gaita y El Tambor, permiten inhalar su vaporoso goce que protagonizan el aporte yuxtapuesto de las culturas zulianas, ese nuevo “género humano” de mezclas genético-culturales.
A nivel de factura es en estas temáticas celebratorias, quizás arrastrado por el poder plástico de grandes artistas rusos como Iliá Repin quien hurgaba sus rituales y fiestas populares, donde me inclino por preferir sus mayores logros así como en varios de sus autorretratos. Curiosamente me parece que logra mayor invocación sugerente en otra atmósfera de connotación y no de denotación como por el contrario pregona la intención del mensaje del Realismo Social.
A mi entender cuando logra dicho magma plástico en la temática petrolera es en los vahos humanos aglomerados y surcados de instrumentos de trabajo y simbolizaciones del tiempo en la escena plástica, donde destaco obras como El Petróleo y sus derivados de 1980 o El Balancín de 1963.
La conciencia de la contaminación, del modo de vida escabroso marginal, de la demencia fascista nazi significada en obras como Stalingrado durante su estadía formativa en Chile, 1948, o también las invasiones y bombardeos intervencionistas en Vietnam, Hiroshima, Corea, Santo Domingo…plenaron sus temáticas. Esa vehemencia es tan legítima artísticamente como la de quienes permanecen décadas investigando o sumidos en atmósferas de la subjetividad cultural.
Amplia es la curvatura del recorrido de esta obra, entre ellas:
En 1960-62 realiza en Casa de las Américas el Mural Cuba.
En 1980 es seleccionado dentro de la Enciclopedia de la América Latina de la URSS y a su vez se publica en Moscú el libro Gabriel Bracho de Natalia Alexevna Schelechneva.
Gabriel Bracho y César Rengifo, señeras figuras del “arte comprometido” y el “Realismo Social”, nacieron en 1915 con un lapso de 10 días de intervalo. Uno en Caracas, otro en el Zulia…
Gabriel Bracho y César Rengifo son gemelos críticos antiimperialistas y su carácter patrimonial, comprendido desde la unidad en la diversidad, no puede ser disuelto por mezquinos intereses de legitimación cultural que se han ido imponiendo lamentablemente por décadas desde un oportunismo de cargos ejecutivos que deciden en Caracas la totalidad nacional.
Según esta absurda displicencia, lo que está circunscrito a varias cuadras basta que esté en Caracas para que sea nacional. Las glorias del “interior” no son nacionales, sólo “regionales”, corroborando toda una geopolítica y semántica de la dominación aun cuando pretendemos con Gramsci superar los hegemonismos del poder.
Es el esquema centro-periferia aplicado todavía desde Caracas.
El Zulia exige los mismos honores patrimoniales para el insigne maestro Gabriel Bracho que para el sustancial y maravilloso César Rengifo. Su obra y vida son indisolubles y coherentes.
El concepto decidido para la actual exposición concebida en la Galería de Arte Nacional, en lugar de hacer dialogar a estos dos grandes de las artes plásticas, supedita como un apéndice a Gabriel Bracho en la curaduría.
Estas decisiones segmentadas que han decidido egos de micropoderes, son auténticas miopías en esta hora en la cual se libra un arsenal de agresiones neoimperialistas por lograr la sumisión de las conciencias del mundo.
La cohesión y unidad nacional exige equidad.
Infinidad de homenajes al maestro Rengifo, en todas las instituciones “nacionales” o no, cuya radicación está en Caracas, han obviado totalmente a Gabriel Bracho. Es un error a todas luces de las políticas culturales decididas, repito, desde Caracas, aún cuando se revistan de diversas metáforas hermenéuticas en la gestión cultural.
Así, lo que da lugar a la importancia geopolítica de la patria queda enterrado en el anonimato del “interior”, en los campos y poblaciones perdidas del mal llamado “interior”. Si esta razón es lógica ¿entonces Caracas es el “exterior”?
Desde el Lago de Óleo de Maracaibo y su gran región que llevó a la patria al protagonismo internacional, se reclama firmemente para Bracho su carácter patrimonial nacional, espacio que ya tiene en la geopolítica cultural internacional y en el Zulia.
Gabriel Bracho y César Rengifo van en piragua por las aguas insondables de Los Puertos de Altagracia. Pincelando las esencias.
Su memoria mora libre entre óleos al borde del Gran Lago de Maracaibo.
Evaristo Pérez-Suárez
Los Puertos de Altagracia/Maracaibo
Mayo 2015
-Asociación Internacional de Críticos de Arte N° 62 Capítulo Venezuela 1998-2003
-Maczul Fundador 1990-2001
-Sec Cultura Zulia 1991-1999 / 2013-2015
-UBV 2003-2015-Universidad de La Laguna Tenerife,Canarias, España
-DEA Programa Doctorado en Pensamiento Artístico y Prospectiva Cultural 2002-2008
GABRIEL BRACHO (1915-1995)
- 1940 Mención de honor, Salón Oficial de Santiago de Chile
- 1954 Primer premio, I Salón D’Empaire
- 1955 Tercer premio, VII Salón Planchart
- 1958 Primer premio, IV Salón Julio T. Arze
- 1976 Primer premio, Trienal de la Pintura Realista Comprometida, Sofía
- 1986 Premio Armando Reverón, Caracas
- 1994 Premio Nacional de Artes Plásticas, Caracas